En caída libre y sin paracaídas. Así se desploma la clase media argentina que no vive de planes sociales ni de subsidios estatales, y que casi siempre es ignorada por las políticas públicas, sin reparar en que es la principal sostenedora del tejido tributario. Durante el primer trimestre, según el Indec, el desempleo en el Gran Tucumán-Tafí Viejo ha crecido al 13,1%. Pero a la recesión que causó la caída del empleo le siguió la cuarentena, que arrastró a familias completas, como ocurrió en el hogar de Liliana Kovacevich, donde los telegramas de despido llovieron como tarjetas navideñas pero con el peor de los mensajes. Apenas comenzó la cuarentena, Federico, rugbista dedicado a la actividad deportiva después de volver de Europa, donde vivió 13 años, tuvo que parar su actividad. “Él organizaba grupos de entrenamiento deportivo al aire libre, en bicicleta o running. Fue muy duro para él, que tiene dos hijos, no tener sus ingresos”, cuenta Liliana.
A mediados de abril le tocó el turno a Lucas, yerno de Liliana y papá de un niño pequeño. “Él trabajaba en una agencia de turismo, que prescindió de sus servicios. Con mi marido lo ayudamos y le cedimos un salón en nuestra casa para que pueda vender artículos de limpieza”, cuenta la vecina de barrio Sur.
A fines de abril llegó otro telegrama: esta vez de un club de una institución oficial donde trabajaba su hija. Ella era secretaria, hizo trabajo administrativo los dos últimos años. “Está destruida, no tiene otro trabajo. Yo dejo todo en manos de Dios”, suspira la señora.
Al fin y al cabo, Liliana agradece no haberle hecho caso a sus hijos (tiene siete) de dejar de trabajar en su miniservice. “Nos pedían que nos resguardemos, porque saben que mi marido y yo tenemos presión alta. Además nos decían que pensemos en la abuela, que tiene 92 años. ¿Qué hubiera pasado si no hubiéramos abierto el negocio?”, se pregunta. Liliana y su marido agradecen a Dios haber podido ayudar a sus hijos en estos momentos difíciles. La cuarentena también golpeó a muchos otros empleados y profesionales que no quisieron dar su testimonio porque siguen esperando que los recontraten en las empresas y, en algunos casos, trabajan con sueldos reducidos, bajo la promesa de que “en algún momento se va a arreglar la situación”.
La revista Capacitados, especializada en temas de discapacidad, también cayó bajo el peso del aislamiento, después de 23 años de trayectoria. Es la única publicación en el NOA producida y comercializada por personas con discapacidad. La elaboran 11 personas, de las cuales ocho tienen alguna discapacidad física o mental, incluidos dos de los periodistas que redactan notas.
“Tuvimos que dejar de editar la revista porque las personas que trabajan en ella están dentro del grupo de riesgo. Además la publicación se vendía en los bares y negocios, que recién ahora están comenzando a reabrir. Pero mientras tanto nos quedamos con muchas deudas: de alquiler, luz y de imprenta”, explica el editor Leandro Sánchez.
La revista no cuenta con apoyo estatal ni con publicidad oficial, aclara el periodista. “No hemos podido entrar en ninguno de los planes del gobierno. Las personas del equipo tampoco, porque cobran sus pensiones por discapacidad. Subir la revista a la web es imposible, perdería su sentido y además no tenemos estructura para vender publicidad on line”, se lamenta. “Sólo esperamos que esto pase”, ansía.
1- El peor registro
Unos 52.000 tucumanos se registraron como desocupados en el primer trimestre, 10.000 más que en 2019. La tasa de desempleo fue del 13,1%, la más alta entre los aglomerados urbanos del país.
2- Los más jóvenes
Según el Indec, el desempleo de las mujeres de hasta 29% trepó, en el último año, casi 14 puntos, al 37,1%. Entre los jóvenes del principal aglomerado urbano de la provincia, la tasa de desempleo fue del 18,1%.
3- Informalidad
Unos 116.220 tucumanos trabajan en negro, según los datos del Indec. El Gran Tucumán-Tafí Viejo registró una tasa de informalidad laboral del 45,2% durante el primer trimestre del año, el tercer índice más alto del NOA.