La celebración del Centenario de la Declaración de la Independencia estuvo a la altura del acontecimiento conmemorado. No obstante, esto se debió a la decisión del entonces gobernador de Tucumán, Ernesto Padilla, más que al apoyo del Gobierno central. Así lo consideró Elena Perilli de Colombres Garmendia, profesora de Historia y vicepresidenta de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán.

La especialista enumeró una serie de situaciones que tiraban hacia abajo los festejos de los primeros 100 años del 9 de Julio de 1816. Entre otros, Perilli señaló que el presidente en 1916, Victorino de la Plaza, no tenía mucha simpatía por Tucumán; que no había dinero, debido, entre otros, a que el país había sentido los efectos de la I Guerra Mundial, que había comenzado dos años antes, y que reinaba un clima de incertidumbre, a raíz de la reunión, el 29 de julio de ese año, del colegio electoral que consagraría a Hipólito Yrigoyen, lo que implicaba un cambio en la orientación política.

“No obstante todo eso, Padilla se las arregló para hacer una fiesta dignísima. Durante todo 1916 se generaron actividades en homenaje a la Independencia”, contó.

En especial, según dijo, se puso el acento en la cultura y en las obras. “Padilla empieza inaugurando una sala en el museo de Bellas Artes, y el tranvía rural, que unía el centro con el pie del cerro, desde Villa Luján, por la avenida Mate de Luna y Aconquija. Eso fue importantísimo”, consideró Perilli.

Seguidamente, mencionó algunos de los acontecimientos culturales que se llevaron a cabo como parte de la conmemoración de la Declaración de la Independencia. “Se realizaron en nuestra provincia dos eventos importantísimos: el congreso americano de Letras y Ciencias Sociales, -que congregó personalidades brillantes- y la primera reunión de científicos naturalistas, la Sociedad Argentina de Ciencias Naturales. Y se promovieron muchísimo las publicaciones, porque Padilla consideraba que había que dejar testimonio escrito de lo que se hacía”, contó. En ese sentido, destacó el Álbum del Primer Centenario. “Se trata de una colección de imágenes maravillosa, que incluye todo lo que se fue realizando ese año. Sin este no conoceríamos los rostros de aquella época”, afirmó. Y añadió que esta, y otras publicaciones, aún se siguen consultando.


El pueblo

Pero las celebraciones del Centenario de la Declaración de la Independencia no sólo fueron importantes a raíz del accionar oficial, sino también por el plus que le aportó la ciudadanía. “Con su presencia, el pueblo convalidaba las celebraciones. En el álbum del Centenario pueden leerse crónicas muy lindas de Julio Padilla, sobre cómo eran los 9 de Julio de esa época: una fiesta de la que participaba toda la familia. Las chicas se preparaban para la fiesta, se hacían comidas y postres riquísimos, típicos de la cocina tucumana, como huevos quimbo o ambrosías. Se encendían cohetes, se corrían carreras; y a las 20 todos se preparaban para el gran baile, vestidos de punta en blanco”, contó Perilli.


Afuera y adentro

La historiadora destacó que cuando se comparan las celebraciones por los Centenarios de la revolución de Mayo de 1810 y de la Declaración de la Independencia de 1816 una de las principales diferencias radica en el espíritu de sendas fiestas. “La celebración por los 100 años del 9 de Julio fue más popular. En mayo de 1910, en Buenos Aires flameaban banderas de todas las colectividades, debido a la gran cantidad de inmigrantes. Por el contrario, en julio de 1916, en Tucumán todo es celeste y blanco; el interior conservaba un poco más esa cosa más nuestra, más local, no tan europeizada”, indicó.