Después de cinco Juegos Olímpicos y cinco mundiales, Luis Scola cerró su brillante carrera con la camiseta de la Selección Argentina de básquet, a la que condujo hasta los últimos segundos de Tokio 2020.
A los 41 años, Scola se va "en paz", como reconoció en una entrevista concedida a la TV Pública. Al partido ante Australia le faltaban 51.4 segundos cuando el entrenador Sergio Hernández decidió sacarlo de la cancha y no quedó nadie sentado para aplaudir y despedir al capitán del equipo argentino.
Emocionado y con lágrimas en los ojos, la salida de Scola marcó el fin de una era dorada para la selección nacional, que con él como líder consiguió dos medallas olímpicas (oro en Atenas 2004 y bronce en China 2008) y dos subcampeonatos mundiales.
El 97 a 59 lapidario de Australia fue el cierre de un torneo en el que Argentina llegaba con otras expectativas, pero no podrá opacar los 22 años de Scola con la camiseta celeste y blanca.
Cultor del perfil bajo afuera pero con una voz que se escuchó en cada rincón de todos los vestuarios que integró, Scola cambió para siempre el básquet argentino, con un legado que será difícil de igualar.
"Todos nos pusimos detrás de él. El nivel de liderazgo y el ejemplo de vida, constancia, ética, trabajo, de lucidez, de respeto y de honrar lo que hace. Con Luis aprendí que ganar un partido o salir campeón es chiquito, no es lo más importante. Sino honrar lo que uno hace cada día. Va a estar en mi corazón, siempre", reconoció "Oveja" Hernández, en un análisis con la voz entrecortada.
Se fue "Luifa". Se fue el gran capitán. Se fue, aunque suene repetitivo, tal vez el más grande deportista que dio Argentina en toda su historia.