La llegada del antihéroe a los cómics de superhéroes marca una evolución ligada a una narrativa y a contextos que fueron definiendo a estos personajes. Si bien hoy son la gran novedad, viven desde hace décadas en las viñetas. En la llamada edad de oro, que abarca desde 1938 a 1956, los enmascarados eran unidimensionales: personas buenas con superpoderes que estaban para enfrentar a amenazas que el común de la gente no podría derrotar. Ya entonces aparecieron “El Espectro” de Dc Cómics o “Namor” de Timely (hoy Marvel), cuya moral rozaban la de los villanos, pero mantenían la esencia de ser buenos.
Tras la Segunda Guerra Mundial, los cómics de terror y crímenes irrumpieron con fuerza. Un libro que sacudió al noveno arte: “La seducción de los inocentes”, del psicólogo Fredric Wertham, quien denunció a las historietas de corromper a la juventud y ser la principal causa de delincuencia infantil. Durante un tiempo, los encapuchados tuvieron que ser extra morales y tener que vivir historias que iban desde lo ingenuo hasta lo ridículo. La industria encontró en la ciencia ficción una oportunidad para reinventarse. Así apareció un nuevo “Flash Gordon” con un origen totalmente ligado a la ciencia; “Los 4 Fantásticos”, que tenían problemas reales y humanos; o un resentido “Ben Grim”. Volvió a brillar sin perder esa inocencia que lo caracterizaba.
“Spider-Man” marcó un giro. Durante un tiempo, Peter Parker disfrutó de uno de los noviazgos más icónicos de Marvel con la adorable Gwen Stacy y había encontrado en el Capitán Stacy una figura paterna. Las cosas eran demasiado buenas y sabemos que los cómics pueden ser crueles. La muerte de ambos le hizo perder la inocencia y mostró que las personas cercanas a los superhéroes podían fallecer y que detrás de la máscara había seres humanos con limitaciones, que podían cometer errores. Hacían personajes más duros, más violentos para poder enfrentar a las amenazas que estaban dispuestas a cruzar la línea.
En 1974 apareció por primera vez el célebre Frank Castle, conocido como “The Punisher”. La respuesta del público dejó en claro que prefería a los antihéroes. No debemos olvidar el contexto: el caso Watergate, la guerra de Vietnam, el movimiento hippie y tantos otros, generaron que el público exija historias con temas de relevancia social. “Linterna Verde” y “Flecha Verde” recorren Estados Unidos para ver la problemática real de la época: racismo, explotación e incluso la drogadicción.
En 1978, los superhéroes llegan con fuerza al cine con esa obra maestra del género que fue “Superman”, de Richard Donner. La verdad, la justicia y el modo de vida americano brillaban con fuerza gracias al carisma de Christopher Reeve.
Oscuros y serios
En los 80 y 90, los personajes oscuros pegaron con más fuerza. Guionistas como Alan Moore y Frank Miller crearon seres cínicos, amorales y violentos. La mirada madura el género en obras como “El Caballero de la Noche regresa” o la mismísima “Watchmen”, que terminó por deconstruir a los enmascarados. Una de las grandes apuestas de DC fue revivir al “Escuadrón suicida” en una de las encarnaciones míticas del grupo con guiones de John Ostrander.
En la década de los 90, personajes como Wolverine eran capaces de sostener una franquicia en sus espaldas. También encontrábamos la burla, en Lobo, que parodiaba al antihéroe. La palabra “extremo” dominó el mercado. Los superhéroes pasaron a ser personajes serios, con problemas y tanto o más violentos que los propios villanos a los que enfrentaban. La falta de talento narrativo de artistas clave en la época como el controversial Rob Liefeld, hicieron que esas historias rozaran lo ridículo. Hoy no resisten una relectura pero en esa época fueron hitos de venta, crearon un mercado saturado, las ventas cayeron enormemente y llevaron a la mismísima Marvel al borde de la quiebra.
Por el otro, fanáticos de lo más clásico como Mark Waid denunciaron esta moda en obras como “Kingdom Came”. En los 80, “Batman” y “Batman regresa”, de Tim Burton, marcaron un boom con la mirada oscura del director y la inesperada interpretación de Michael Keaton. Lamentablemente siguieron fiascos, como “Steel”, el piloto de “Justice League of America” o “Generation X”.
La respuesta se dejó ver sobre todo entre 2000 y 2010, con un equilibrio en el género. Se encontró tridimensionalidad en los superhéroes, como con el agente Holden Carver de “Sleeper”, Hitman y Spider Jerusalem, y llegaron a la pantalla “X-men” y una saga injustamente olvidada: “Blade”, con Wesley Snipes.
En el cine, para que un personaje comercial se gane la simpatía del público, tiene que ser entre otras cosas “Badass”, es decir impresionante, carismático, rudo. La trilogía de “Batman” de Christopher Nolan dejó en claro que si se los toma en serio, se los estudia a fondo y se respeta el material de origen -los cómics-, van a salir obras de gran calidad. Heath Ledger se volvió la figura central con su inolvidable Joker. Y Marvel comenzó su épica en 2008 con “Iron Man”, con Kevin Feige en un rol clave, muy consciente de que ya existía una base de fanáticos y además un público que reclamaba productos de calidad. En el universo Avenger, recién con la llegada del Soldado de Invierno, encontramos la ambivalencia moral.
Y se llega al nuevo “Escuadrón Suicida” (tras la fallida anterior), bajo la dirección de James Gunn, con una lograda épica visual, una gran puesta en escena y un excelente trabajo narrativo. Demostración de que los antihéroes pudieron romper la barrera moral.