Los especialistas y algunos líderes del mundo ya vislumbran que este año llegará el alivio de la pandemia. La variante de ómicron contagió hasta aquellos que venían esquivando al virus en las olas anteriores y todo hace suponer que tendremos en breve la ansiada inmunidad de rebaño junto con la protección provista por las vacunas. Sin embargo, por estas latitudes no habrá vacuna todavía para imaginar un país con proyección. Si la pandemia se convierte en endemia y los sistemas de salud locales vuelven a su estado normal, Argentina habrá pasado la crisis sanitaria más importante de los últimos tiempos. Pero la palabra crisis seguirá en las portadas de los matutinos, en las pantallas de los noticieros y en las mesas de domingo.
El reciente cambio en el bloque del Frente de Todos en la Cámara de Diputados no hace más que sumar otra pieza a esa estructura delicada que le da forma al sistema político de nuestro país. Cuando hace una semana el oficialismo respiraba tranquilo por el acuerdo conseguido con el Fondo Monetario Internacional, nuevamente en el seno del mismo Gobierno surge una posición contraria a la gestión presidencial y los mercados volvieron a su estado natural: la fragilidad. Pero más allá de que estos vaivenes de la política ya están aceitados en una coalición de gobierno que ya no oculta sus diferencias, se observa a diario a una dirigencia cada vez más ajena a las expectativas de la ciudadanía.
Obsesionado por el poder de los discursos políticos, el semiólogo Eliseo Verón propuso una metodología para analizar las enunciaciones que se construían en las comunicaciones que hacían históricos dirigentes como De Gaulle, Mitterrand, Alfonsín o Perón. Estableció tres categorías para dichos actos de enunciación: prodestinatario, contradestinatario y el paradestinatario. Los primeros están conformados por aquellos que el enunciador considera que acompañan sus ideas, que comparten dicho colectivo de identificación. Los segundos son los adversarios, a quienes sitúan en las antípodas de sus creencias. Finalmente los terceros son los indecisos, aquellos a quienes hay que persuadir con las ideas y los argumentos.
A pesar de la solidez y el aporte que supo tener este modelo de análisis propuesto a finales de los ochenta del siglo pasado, lo sucedido ahora obliga a repensar dichas categorías. En las palabras de renuncia del titular del bloque de diputados oficialistas, el contradestinatario no está configurado por la oposición, sino más bien por quienes supieron conformar la sumatoria de fuerzas que logró obtener volver al poder en 2019.
Su prodestinatario sí está más identificado explícitamente, constituido por sus compañeros de bloque por el trabajo realizado en una serie de leyes impulsadas por el oficialismo. Pero en su enunciación no aparece un paradestinatario, es decir, no quiere convencer a nadie, no es necesario sumar a un destinatario a sus creencias y convicciones. Y este tercer punto refuerza un aspecto aún más llamativo: en su carta, el diputado apenas se refiere a quienes representa, están casi ausentes, salvo en su último párrafo en el que les envía un “abrazo muy fuerte” a cada “argentino y argentina”.