La historia vuelve a repetirse desde hace muchos años. El verano no solo trae consigo las altas temperaturas, sino las lluvias que a medida que pasan los años no solo son más copiosas, sino que se transforman en temibles por los daños que ocasionan, cada vez más importantes. Y cuando ocurren los desastres ambientales, se habla de la necesidad de realizar las obras hidráulicas necesarias, mientras se siguen incrementando barrios privados, deforestando el piedemonte, con las perniciosas consecuencias ya conocidas.
En apenas una hora y media cayeron el sábado, entre 100 y 120 milímetros. Los canales, en especial el Sur, corrieron el riesgo de colapsar por el enorme caudal de agua. La tormenta que azotó Tucumán en la tarde del lunes provocó caída de árboles y anegamientos en varios puntos de la provincia.
El ingeniero hidráulico, Hugo Roger Paz, quien en 2007 elaboró para la Dirección Provincial del Agua los proyectos de reconstrucción del canal Yerba Buena y de construcción del canal La Rinconada, dijo que “los problemas que se pretendían mitigar no solo no se han solucionado, sino que han empeorado”. Tras las tormentas del sábado por la noche y madrugada del domingo, el tramo del canal Yerba Buena que pasa frente al colegio Pucará sufrió un peligroso socavamiento. Paz teme que eso desencadene una situación similar a la que se afecta actualmente al canal Caínzo.
Según el experto en Medio Ambiente, Juan A. González, la nueva situación nos está advirtiendo sobre la necesidad de tomar medidas técnicas serias. El especialista considera que los problemas no se solucionarán con canales, como el construido en la zona del Boulevard 9 de Julio en Yerba Buena o, los que se erigen en los límites de los emprendimientos inmobiliarios privados, que lo único que hacen es “exportar” el agua de un lugar a otro, lo que termina ayudando a unos y perjudicando a otros. En su criterio, se debería trabajar para reducir los volúmenes de escorrentía y caudales punta procedentes de zonas urbanizadas y/o productivas mediante elementos de retención y minimizando áreas impermeables. Se requiere una legislación adecuada, así como el aporte de las universidades para brindar soluciones y el control severo de los organismos provinciales. “Estamos frente a fenómenos nuevos que sin duda requieren ideas y acciones nuevas”, dijo.
En 1993, ya se sabía cuáles obras debían concretarse para lograr el aprovechamiento integral de los recursos hídricos y el control de inundaciones en la cuenca superior del río Salí. El plan surgió de un seminario, organizado por la Legislatura provincial; se basó en un estudio realizado por Agua y Energía Eléctrica en 1991 y contó con la participación de profesionales de la UNT, la Tecnológica Nacional, la Municipalidad capitalina, y de un gran número de ONG ambientalistas. En las conclusiones del seminario, se advirtió que era necesario dotar a la provincia de una red de estaciones meteorológicas e hidrológicas; actualizar la base cartográfica; efectuar un inventario de forestación; suspender la explotación ganadera en la zona de alto riesgo, regular la explotación de yacimientos y canteras, entre otras acciones. En 29 años, la clase dirigente de turno no ha podido dar soluciones definitivas a este grave problema que todos los veranos se repite. Es hora de que una vez por todas el gobierno haga lo que debe hacer.