No importa lo que se digan, ni los tonos en el que lo hagan, ni los insultos o los agravios personales, ni siquiera la picardía detrás de las acusaciones; lo central es el enfrentamiento en sí mismo y el análisis político que deriva de la pelea que promueven más que el ingenio con el que se chicanean; importa más el porqué Jaldo y Alfaro se eligieron de adversarios acérrimos, justo ahora. Bien se podría alterar un concepto remanido en la acción política y decir, apropiadamente en este caso: en política no hay enemigos, solo conveniencias. Y a los ex amigos les conviene enfrascarse en una disputa para captar la atención pública, que es lo que más les interesa para seguir instalándose como los inevitables candidatos a gobernador, uno por el oficialismo y el otro por la oposición, y sacarles ventajas en la carrera a sus potenciales competidores internos. Un trabajo de decantación, para lo que se potencian entre sí; lo saben y se ejercitan como veteranos del peronismo que son.
También los movilizan sus propios temores puertas adentro en sus espacios; los miedos son parte de la actividad política, máxime cuando están poniendo en juego sus futuros en cada paso que dan, institucional y político. Si alguna vez hubo contactos de Whatsapp entre ellos, si tuvieron interlocutores legislativos o si compartieron reuniones privadas, esta semana se han encargado de minar casi definitivamente los puentes que supieron tender. Y han decidido usarse mutuamente para sus propios fines, sólo el tiempo dirá quien le sacó mejor provecho al distanciamiento y a la disputa verbal, quién usó mejor sus cartas, quién fue el mejor espadachín. Se retroalimentan, En el medio, pocos escuderos se observan.
Alfaro no dejó dejar pasar la ocasión, -tampoco podía-, para obtener réditos del choque con el gobernador interino. Golpeó y contragolpeó, y trató de mostrarse frente a la ciudadanía politizada, más allá de las palabras y de las acusaciones, como la única y verdadera oposición al Gobierno provincial identificado en la persona del tranqueño. Quiere llamar la atención. Él, a la vez, juega una partida paralela en la interna de Juntos por el Cambio. Pelearse con Jaldo le suma a sus propósitos en ese marco. Máxime cuando los principales referentes radicales han cedido espacio como consecuencia de sus encuentros con Jaldo.
El intendente capitalino también se cruzó discursivamente con los correligionarios a raíz de esas reuniones; tampoco importa lo que se dijeron entre ellos, lo primordial a sus fines es ver cómo quedan parados frente a la sociedad que los observa; cómo se debilitan o se fortalecen. Envían señales. Por el momento, en la semana que pasó, el centro del ring fue ocupado por el gobernador interino y por el jefe municipal, lo hicieron ex profeso; al margen de que lo personal subyace en sus discursos.
Quedó clara la estrategia del alfarismo: presentarse como la opción frente al oficialismo y exponerlo como la cara visible del kirchnerismo en la provincia; la táctica es variable. La meta es convertirse en una alternativa electoral más seria que la UCR y que Fuerza Republicana, eso constituye un primer paso, y para eso nada mejor que pelearse con quien es la cabeza principal del Gobierno. El segundo paso sería imponer su postulación, ya sea porque su nombre es señalado desde los primeros planos nacionales o bien mediante alguna forma de dirimir las candidaturas en la coalición opositora. Respecto de esto último, por cuestiones legales, cabe decir que la única forma de votación posible para elegir los postulantes a cargos ejecutivos es a través de una interna cerrada (con padrones conjuntos de los partidos que componen la coalición); ya que es imposible avanzar con primarias abiertas provinciales. La ley no las contempla.
En el frente opositor repiten que Alfaro apuesta íntimamente a que haya un dedo bendicente que lo consagre como el candidato a gobernador por JxC; algunos lo hicieron en forma pública, aunque sin mencionar al intendente han dicho que no permitirán que haya injerencia foránea en las definiciones internas de Juntos por el Cambio. Dicho de otra manera: que Rodríguez Larreta, hasta incluso con la ayuda de socios radicales, sostenga a Alfaro como el principal referente de la oposición para enfrentar en las urnas al justicialismo.
Es aquí donde surge una complicación para los opositores: la coexistencia de dos cronogramas electorales, uno provincial y otro nacional, que no coincidan con sus principales fechas. Porque ese “detalle” influirá en términos políticos en la interna de Juntos por el Cambio. A partir de esto se puede elucubrar por qué unos rechazan el adelantamiento de los comicios locales y otros no tanto; como ya veremos.
Por ejemplo, si la elección provincial finalmente se hace en junio -como pretende el Gobierno-, aún no estarán resueltos los candidatos presidenciales del oficialismo y de la oposición, ya que deberían competir en agosto -dos meses después-, en las PASO.
Por lo tanto, no estará elegido el candidato definitivo a presidente de Juntos por el Cambio que, con esa condición, tendría la potestad de referir a quien quiere como el principal referente de la oposición en Tucumán. Es decir, habría un Manes como precandidato, igual que una Bullrich, o un Rodríguez Larreta, o un Morales y hasta un Macri -ahora con más chances- recorriendo el país en busca de adhesiones para competir en las primarias. En ese caso sus acciones no serían tan decisivas para apuntalar a un candidato local porque sólo estarían buscando los votos que les podrían aportar dirigentes provinciales y, por lo tanto, alimentando el enfrentamiento interno en la oferta opositora.
A no ser, claro, que Juntos por el Cambio concrete un imposible: un gran acuerdo nacional en abril o mayo para imponer un candidato presidencial que pueda señalar a sus referentes territoriales en todo el país a partir del poder que concentraría.
Sin embargo eso es altamente improbable, mucho más después de que Carrió hiciera estallar la interna en la coalición opositora al cuestionar a cada uno de aquellos “presidenciables” de Juntos; menos a Macri, sospechosamente. Muchos egos por allí.
O sea, a olvidarse de las bendiciones nacionales contundentes si los comicios provinciales se hacen en junio. Y es aquí donde hay que detenerse para señalar por qué unos se oponen al adelantamiento y otros no, por qué a algunos les convendría y a otros no.
Si hay adelantamiento y, al haber varios precandidatos presidenciales en la oposición, lo más seguro es que cada uno apoye a un referente provincial para obtener adhesiones: eventualmente a Sánchez -los radicales-, o eventualmente a Alfaro -los del PRO-; todo lo cual vendría a dividir a la campaña opositora en Tucumán.
Si no hay adelantamiento y los comicios provinciales se concretan en agosto, habría un poco más de claridad en cuanto a qué presidenciables de JxC tendrían más chances nacionales, con lo que se potenciarán las acciones del eventual candidato que avalen en Tucumán. Entonces, es claro porqué unos quieren rechazar y otros no los comicios anticipados. Sólo hay que detenerse en las conveniencias. Únicamente quedaría armarse lentamente para la gran batalla o para la gran negociación opositora. Por de pronto, Alfaro eligió pelearse con Jaldo para exponerse como el rival que puede pelearle de igual a igual al oficialismo.
La conveniencia del oficialismo al adelantar la votación provincial, entonces, queda clara: desacomoda a la oposición. Jaldo también hace la suya cuando ataca a Alfaro, y hasta cuando parece jugar con los intendentes radicales. Justamente después que los recibió, la relación empeoró entre los jefes municipales de la UCR y Alfaro; la tensión es evidente en esa sociedad política opositora. Fomentar la fractura de la alianza es la estrategia del tranqueño para 2023. Por lo que se ve no es un sueño lejano.
Sin embargo, aunque parece que tiene las mayores chances de ser el candidato del Frente de Todos, la última palabra no está dicha. Menos cuando en los últimos días hubo manzuristas que lanzaron un par de conceptos posturas a anuncios llamativos: unos defienden la condición del Jefe de Gabinete como el “gran elector” del espacio para 2023, y otros afirman que Manzur regresará antes de fin de año para reasumir como gobernador. Una más que otra de estas alternativas alteraría la vida interna del oficialismo. O sea que, para algunos, todavía no se ha cerrado la resolución de la interna en el PJ para definir a su candidato. El tranqueño debe estar barajando todas estas alternativas.
Alfaro y Jaldo están enredados en sus propios juegos, cada uno hace lo que cree que lo puede depositar como el candidato a gobernador, uno del oficialismo y el otro de la oposición; se pelean a más no poder entre ellos, pero así también vienen con sus propios temores, esos que les dicen que si tienen un plan A -el que están ejecutando-, también deben pensar en un plan B.