Domingo Faustino Sarmiento se yergue como notable pionero de la literatura infantil juvenil argentina, faceta a la que la crítica no le ha dedicado suficiente atención.

A lo largo de su dilatada vida y prolífica escritura no dejó de reiterar lo sostenido en Chile en su calidad de Director de la Escuela Normal cuando contaba apenas treinta años: “Todo debe tender a que el niño se aficione a la lectura”. Vio en la infancia la sangre que entreteje futuros a partir de palabras, sueños y juegos. La genialidad de “El soñador”, como lo llamó Borges, le permitió advertir con profundidad de profeta la función de libro infantil en la de grandeza de los pueblos.

El primer paso de la gran revolución respecto al tema, transita por su Análisis de las cartillas, silabarios y otros métodos de lectura conocidos y practicados en Chile. Habría luego de potenciarse en su Método de lectura gradual, editado por el gobierno chileno en Boston (el tiraje de la primera edición fue de 150.000 ejemplares con láminas y fuerte empastadura). Allí señala la importancia de brindarles a los chicos cuentos sencillos, plenos de sueños y acordes al lenguaje infantil. Y rubrica su coherencia entre el decir y el hacer cuando incluye en el mencionado libro una versión del cuento tradicional “La danza irresistible”. En la obra inscribe mini-cuentos humorísticos, presencia sin precedentes en un texto escolar.

Sarmiento también es el primero que incorpora el humor en una obra de esa naturaleza.

El sanjuanino, además, trabajó para la infancia como traductor de textos. Entre otros: Vida de Nuestro Señor Jesucristo de von Cristoph Schmidt, y Manual de la historia de los pueblos, editado en 1849.

Por otro lado, se ocupó de la infancia como creador de bibliotecas. Siendo presidente de la Nación decidió la distribución de textos en todas las escuelas del país con el propósito de formar bibliotecas escolares.

Sumemos que en 1883 se edita en Buenos Aires, prologado por Sarmiento, el libro Cuentos, de Eduarda Mansilla de García, el primer texto para niños en la historia de la literatura infantil argentina.

Proyección autobiográfica

En Recuerdos de Provincia la conceptualización sarmientina de infancia se da a través de la evocación de la suya. Hay en sus páginas una relación especial entre la metafísica y el estado de infancia, entre la influencia que tiene el medio socio-cultural y la niñez. Los episodios infantiles narrados en Recuerdos de Provincia parecen provenir de un escritor actual y no de uno de la primera mitad del siglo XIX. Son episodios de asombro y gozo indeclinable ante la vida desde el sentido mágico del juego. Hay en ellos un filtrado anhelo de mayor vida entre el escritor que rememora y sus lejanas impresiones infantiles enunciados a través de rasgos propios de la infancia: humor, imaginación, decisión, “apodos”, conciencia de grupo, necesidad de liderazgos y de sueños, carga imaginativa, firme sentido de la amistad, unidades modulares que estructuran la diégesis de Recuerdos de Provincia. Con respecto a los aspectos lúdicos, en el capítulo “Mi Infancia” rememora lo que él llama” la crónica de los pilluelos vagabundos”, páginas en las que proyecta matices ricos en prolijidades de aventuras lúdicas juveniles. Por otra parte no puede quedar al margen que a Sarmiento no se le escapaba un tema muy valorado hoy por la crítica: el rol de las biografías en el imaginario juvenil. El futuro “señor yo”, relaciona tales recuerdos como una repetición de la hazaña de Leónidas.

Sarmiento marcó desde la palabra escrita el punto de partida de nuestra literatura infantil. Lo hizo con una reveladora concepción de la infancia y, desde ya, con la marca revolucionaria en el campo educativo. Al atender a los libros para la infancia, los alejó de lo netamente pedagógico y accedió a los cánones vigentes en la actualidad.

Analizó y propuso métodos para la enseñanza de la lectura. Editó y tradujo obras para niños. Escribió textos escolares pioneros. Fundó bibliotecas, erigió la prensa pedagógica en América, fue uno de los primeros teóricos de la educación argentina que subrayó el rol de la familia como mediadores en la conquista del niño lector y fue el primero de los escritores argentinos que vio en las travesuras de la infancia posibilidades estéticas.

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Honoria Zelaya de Nader – Miembro de número de la Academia de Literatura Infantil Juvenil.