El mosquito parecía estar lejos de Tucumán. Después surgió la inquietud por los contagios en Lules. Y en las últimas semanas la inquietud se transformó en temor. Tres personas fallecidas, casi 7.000 contagiadas y 80 internadas dan la pauta de una impactante situación epidémica.
El titular de la cartera de Salud de la provincia habló a los medios con recomendaciones dirigidas a la población e implorando que se cumplan para minimizar los riesgos: se teme otro colapso del sistema de salud que ya viene golpeado por la extensa pandemia por la covid-19. El contexto ambiental no ayuda, hay condiciones que permiten que el dengue se propague: el calor que se mantiene en aumento a pesar de la llegada del otoño y el cambio climático favorecen la propagación del mosquito que necesita del calor para sobrevivir y para reproducirse. Sumado a esto, hay una cepa de dengue que no estuvo circulando antes en Tucumán.
Hay cuatro cepas de dengue: 1, 2, 3 y 4. En el año 2020, cuando se registraron más casos en la provincia, circularon el 1 y el 4, mientras el de tipo 2 es un virus diferente y, por lo tanto, como la población nunca estuvo expuesta a esa variante, aumenta la susceptibilidad de contagio potencial. “Esta variante del dengue es aparentemente más agresiva, más virulenta y aparentemente más contagiosa”, dijo el ministro, con la expectativa de que haya una reacción social masiva en la lucha contra el mosquito. Si bien todos estamos expuestos hay dos rangos etarios que preocupan al área de salud: las personas jóvenes que suelen estar más al aire libre y aquellos que tienen comorbilidades, mayores de 65 años. También los niños pequeños y embarazadas.
En 2020 una investigación del Conicet advertía que en Tucumán las condiciones socioambientales favorecían el desarrollo del mosquito Aedes aegypti. “En el Gran San Miguel de Tucumán el brote de dengue se ve favorecido por distintas condiciones derivadas de la actividad humana. La ciudad presenta cursos de agua contaminados (canales de desagüe y ríos) y acumulación de residuos sólidos urbanos en microbasurales a cielo abierto que se multiplican de manera constante. Además, en estas áreas residen los grupos sociales más vulnerables. Para disminuir la proliferación del mosquito y la propagación del dengue, ambas situaciones deben ser atendidas, generando mejoras en las condiciones socioambientales puertas adentro (en el interior de los hogares) como puertas afuera (en el espacio público)”.
Los especialistas indican que las campañas de prevención deberían incrementarse en la temporada de verano. También han cuestionado que en el invierno no se hizo lo suficiente. La fumigación vale y tiene efecto cuando el sentido es matar al mosquito adulto que está volando en un lugar donde hay personas que tienen dengue activo. Utilizar repelentes debe convertirse en una acción frecuente. Sin embargo, urge que se promueva el descacharreo y la limpieza, tanto en lo personal y familiar como en una intensa actividad pública.