Soplan vientos adversos para los inmigrantes. Silvio Berlusconi inaugura su nueva presidencia con la decisión de perseguir a los gitanos y, en general, de expulsar de Italia a los residentes en condición irregular, mientras que en Sudáfrica matan y agreden a la inmigración que proviene de los países vecinos. Aunque con matices, los países desarrollados tienden a conjugar los verbos “restringir”, “limitar”, “seleccionar” y “repatriar” para distinguir a los ciudadanos con derechos de los extraños y los extranjeros (que carecen de ellos). Pero el sociólogo francés Alain Touraine afirma que es inútil y utópica la pretensión de cerrar las fronteras. Enuncia: “vivimos en un mundo en movimiento. Siempre ha sido así y no se puede evitar. En el presente, no es normal que una persona pase toda su vida en el mismo lugar”.
Touraine atiende a LA GACETA antes de dar una conferencia sobre inmigración, una materia que aconseja pensar con el único objetivo de encontrar mecanismos para la integración. “Cada vez hay menos individuos que tienen dos padres y cuatro abuelos de la misma nacionalidad. Esto indica que el fenómeno migratorio no es más que la organización de la distribución de la población en la tierra. Antes había territorio y población, pero el flujo permanente de gente ha reemplazado ese esquema”, dice.
-¿El debate sobre la inmigración tiene más protagonismo ahora por la sensación de crisis económica que hay en Europa y en Estados Unidos?
-Aparte de esos lugares, si hay una región de corrientes migratorias importantes esa es América Latina. En Córdoba viven muchísimos bolivianos y paraguayos. En Buenos Aires, aún más. En San Pablo, la mitad de la población proviene del nordeste de Brasil. Es decir, estamos ante un fenómeno no estrictamente relacionado con la crisis económica actual y global, si es que existe tal crisis. No es para nada nuevo que los campesinos se vayan a la ciudad donde quizá no encuentren trabajo pero sí una escuela y un hospital para niños. Creo que la inmigración tiene causas más socioculturales o políticas que económicas. Sin duda es el asunto que más interesa a la sociología moderna y a las políticas sociales.
-Pero en este momento hay políticos que llegan al poder gracias a posiciones contrarias a la inmigración...
-La gente fluye de un lugar a otro. No tiene ningún sentido que un país diga que hay que eliminar la inmigración porque en él predomina la raza verde y no se quiere mezclar con gente de la raza naranja. Las razas naranja y verde están moviéndose todo el tiempo. Esto es así aunque siempre pueden hacer algo como fusilar a cualquiera que aparezca en la frontera estadounidense. Así y todo, hay millones de hispanos que pasaron ese límite. Por ello, no me parece serio hablar en términos de eliminar la inmigración. Estados Unidos, Canadá y Australia existen gracias a ella. La posibilidad de imaginar una población estable me parece muy discutible. Lo único que se puede hacer es integrar a los recién llegados. En los últimos años esto ha ocurrido sin grandes dificultades en países como Italia y España.
-Usted habla con simpleza de una cuestión que genera mucha incertidumbre e inseguridad en la sociedad.
-Es cierto. Mi propuesta es dejar de combatir a los extranjeros para dedicar todo el esfuerzo en pensar cómo combinar la especificidad de cada grupo dentro de una comunidad en la que todos respeten los valores universales que permiten la convivencia. La pregunta es: ¿cómo vivir juntos siendo distintos? El presidente de Francia dice que hay que echar del país a 25.000 personas por año. Esa idea es tan estúpida que no se puede decir nada razonable después. Las expulsiones provocan bronca y enemistad. Yo me niego a discutir con alguien que, en el ámbito de la inmigración, pretende imponer una ideología reaccionaria generalmente apoyada en las categorías medias y altas de la sociedad. Tiene miedo la gente que ha aprendido a tenerlo, gente que cree a los que le dicen que no camine por determinados barrios porque allí hay “negros” armados.
-¿Una sociedad insegura es políticamente más dócil?
-Quizá sí. Son tan inmensos los esfuerzos que se hacen para no resolver los problemas que plantean la integración y la convivencia que uno tiene ganas de decir a los políticos que mejor no hagan nada.
“El exceso de ideología hizo fracasar al Mayo francés”
Además de estar en contra de los que están en contra de la inmigración, Alain Touraine rechaza la exaltación de las revueltas estudiantiles del Mayo francés. En 1968, el sociólogo se desempeñaba como director del departamento de Sociología de la Universidad de París-Nanterre. Recuerda: “estaba exactamente en el centro de esas huelgas. Es difícil poder expresar una visión clara sobre una situación histórica en el mismo momento en que esta ocurre, pero entonces advertía que las mismas personas que denunciaban las nuevas realidades sociales querían interpretarlas con términos del pasado”. En el 40 aniversario de los incidentes, Touraine asegura que el exceso de ideología hizo fracasar al Mayo francés.
El intelectual explica: “la gente que imaginaba con gran originalidad y pasión lo que estaba pasando en el mundo empleó un vocabulario totalmente arcaico, identificado con el leninismo y el trotskismo. Aquel movimiento tuvo mucha fuerza, pero, a la vez, produjo un gran desgaste y no fue posible aprovechar la voz que exigía cambios y más libertad”.
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PERFIL
Alain Touraine (1925-2023) se licenció en la École Normale Supérieure de París y realizó estudios en las universidades de Harvard, Chicago y Columbia. Desarrolló la mayor parte de su carrera académica en la Écoles des Hautes Études en Sciences Sociales. Su principal interés se concentró en los movimientos sociales, desde el Mayo francés a las turbulencias contemporáneas en América latina. Algunos de sus títulos más célebres son Sociologie de l’action (1965), Production de la société (1973), Critique de la modernité (1992), Qu’est-ce que la démocratie? (1994), Pourrons-nous vivre ensemble? Égaux et différents (1997), A la búsqueda de sí mismo (2000), Un nuevo paradigma para comprender el mundo de hoy (2005) y El fin de las sociedades (2016). Entre otras distinciones, obtuvo el Príncipe de Asturias junto con Zygmunt Bauman en 2010. En medio de la crisis de 2001-2002 dijo sobre los argentinos: “Tienen un nivel cultural y de invención que impresiona. Los argentinos existen, la Argentina no “.