Los ciudadanos debemos reaccionar contra el viejo flagelo de la corrupción, que hoy no es peor que antes. Hubo en Roma un Nerón que hizo estragos, no tuvo remordimientos, puesto que se hizo consagrar un dios, y los dioses no están obligados a exámenes de conciencia. Quería construirse un nuevo palacio de oro, que se convirtiese en su propio templo. Según él, Roma estaba mal construida y que debía rehacerse de nuevo. Estallo el famoso incendio, y como jefe de un régimen totalitario, tenía que buscar culpables. Empezó a perseguir a los cristianos de Roma, torturarlos, crucificarlos, y entregarlos a las fieras en el circo, para que se divierta el pueblo, que gozaba además del espectáculo, comida y bebida gratis, y feriado corrido. Los totalitarios de hoy en vez de pretender palacios de oro, construyen hoteles, compran estancias, industrias, y guardan dólares  en cajas de seguridad o en alguna isla lejana. Y como Nerón, después del incendio provocado por la emisión monetaria, la inflación, la pobreza, buscan culpables: Macri, la pandemia, la guerra, la sequía. El caso opuesto es Alejandro Magno, que fue rey de Macedonia, de Grecia, faraón de Egipto, gran rey de Media y Persia. Cuando estaba en su lecho de muerte, sus generales le preguntaron a quién legaba su imperio, y afirmó: “al más fuerte”, que hoy se puede interpretar: “al más capaz”. Sus últimos deseos fueron: 1) Que su ataúd fuese llevado en hombros por los mejores médicos de la época. 2) Que los tesoros que había conquistado (plata, oro, piedras preciosas) fueran esparcidos en el camino hacia su tumba para que el pueblo lo pudiera recoger. 3) Que sus manos quedaran fuera del ataúd, y a la vista de todos, como muestra de que no se llevaba nada. Ya estamos cansados de ser estafados por los supuestos servidores públicos. La corrupción no es sólo un problema moral. Trae graves perjuicios al crecimiento económico y a la prosperidad, porque desalienta la inversión y por lo tanto las fuentes de trabajo. La coima y la pobreza van de la mano. No podemos seguir tolerando la corrupción oficial, pero hay que tener claro que la democracia y el libre comercio no se traducen automáticamente en honestidad. En las últimas elecciones el “cajero automático móvil” anduvo por todos lados, repartiendo dinero contante y sonante. Lo dicen los propios beneficiarios. La corrupción elude los controles cuando los ciudadanos ven que se gana más de lo que se pierde cuando se la permite. Esto ocurre en las tiranías, los pueblos privados de sus derechos tienen tan pocas cosas propias para resguardar y defender, que no les importa que se robe, y entonces ven que lo mejor es sumarse al robo. En una democracia moderna, todo votante y dueño de propiedad privada, está motivado para actuar como centinela y evitar el saqueo. Como los gobernantes en su mayoría se creen dueños de sus cargos, no rinden cuenta a nadie, entonces los ciudadanos tenemos que controlarlos. Hay que demostrarles que la corrupción es de alto riesgo, que pueden ir a la cárcel. El riesgo tiene que ser mayor que el beneficio. Deben publicarse las declaraciones patrimoniales todos los años.  Y educar al pueblo, para que no se conforme, cómo en la época de Nerón, con ir al circo, comer y tomar gratis, recibir del “cajero móvil “, con muchos feriados puente.

José Manuel García González

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