Mundial de fútbol femenino: el triunfo que no llega y la misoginia que se mantiene

Argentina necesita vencer a Suecia el miércoles para tener chances de pasar a octavos.

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Para clasificarse a la segunda rueda del Mundial de fútbol femenino Argentina tendrá que ganarle a Suecia y esperar además que Italia no supere a Sudáfrica (ambos partidos se juegan el miércoles a las 4 de la madrugada). Difícil, claro, porque Suecia confirmó ayer su condición de número 3 del ranking mundial goleando 5-0 a las italianas.

Después de la ajustada caída 1-0 contra Italia en el debut, todo se complicó el jueves con el empate 2-2 ante Sudáfrica. Paradójico, porque hubo alegría y satisfacción por la reacción albiceleste al dar vuelta un partido que perdía 2-0. Pero también hubo decepción porque, en los papeles, Argentina tenía superioridad sobre Sudáfrica y porque ese partido era esperado como histórico, ya que podía significar el primer triunfo de nuestra Selección en una Copa Mundial.

Algunas crónicas dijeron que igualmente fue un empate histórico. Histórico, en rigor, fue el primer empate en un Mundial. El del jueves fue el tercero. Y lo que se esperaba era el triunfo. En este Mundial lo consiguieron selecciones debutantes que trabajan en condiciones más duras que las de Argentina, como Filipinas y Jamaica. Argentina jugó el jueves un muy discreto primer tiempo. Una pena, porque más de un millón de personas (récord para el fútbol femenino) encendieron el televisor para ver a la Selección. Era una gran ocasión para generar más entusiasmo.

Si en Mundiales anteriores la selección priorizaba el cero en su arco y jugaba excesivamente retrasada, ahora no es así. Pero prioriza tanto la presión y la posesión de la pelota que, por momentos, pareciera renunciar al arco rival. No agrede. Sí lo hizo en cambio Sudáfrica, que aprovechó en rigor gruesos errores defensivos y se puso 2-0 arriba con justicia. El empate final terminó siendo premio al corazón del equipo. Y, como dijo la delantera ex Boca Yamila Rodríguez, si el partido hubiese durado cinco minutos más, Argentina podría haber ganado.

Justamente Yamila (foto) merece unas palabras finales. Fue centro de odio en las redes porque alguien reflotó viejos tuits de furia de Yamila contra Messi, en tiempos en los que también posiblemente media Argentina pensaba casi la misma tontera que ella. Que Messi era crack en Barcelona y ponía poco compromiso con la Selección.

A cierto infantilismo de la situación (también enfurece que a Yamila le guste Cristiano Ronaldo), se le suma la misoginia. La misma misoginia que se lee en redes sociales y foros en los diarios. Porque por supuesto que puede haber crítica lógica si el equipo no juega bien. Pero bastan algunos repasos para advertir esa misoginia que encuentra campo fértil en el machismo futbolero.

Es una misoginia que ni siquiera permite recordar que las mujeres querían jugar al fútbol desde hace más de un siglo. Pero que sólo pueden hacerlo de modo organizado y por dinero desde hace apenas unos años. Y que tenemos una mirada inevitablemente contaminada. Porque todavía, aunque cueste aceptarlo, hay quienes creen que las mujeres no saben jugar al fútbol. El problema, allí, excede a la pelota. Y complica la convivencia.

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