Narcotráfico: todas las sospechas apuntan al este tucumano

El agente Richard Leopoldo Nadal, según la investigación realizada por el fiscal Pablo Camuña, era una pieza clave en la organización de Domingo Alberto Caro.

ANTECEDENTES. Uno de los tantos vuelos narcos detectados en Santiago. ANTECEDENTES. Uno de los tantos vuelos narcos detectados en Santiago.

El agente Richard Leopoldo Nadal, según la investigación realizada por el fiscal Pablo Camuña, era una pieza clave en la organización de Domingo Alberto Caro. En 2016 fue condenado a ocho años de prisión por dirigir una banda que transportaba hasta 300 kilos de cocaína cada 15 días al corazón de La Matanza, provincia de Buenos Aires.

“Dominguín”, como es conocido en el ambiente, también fue penado a cuatro años por una causa de drogas (se desconocen los detalles) en un juicio abreviado (le unificaron las penas a 11 años) y los fiscales federales Rafael Vehils Ruiz y María Delicia Correa pidieron que le den seis años y seis meses por haber vendido marihuana a una red de narcomenudeo de esa provincia mientras estaba detenido en el penal de Colonia Pinto, Santiago del Estero.

La organización de Caro, por los volúmenes que manejaba, es una de las más grandes en la historia de la lucha contra el narcotráfico de la región. Tenía todo aceitado y sus actividades, al parecer, se intensificaron en e este tucumano. Nadal es oriundo de 7 de abril; él tuvo base en Romera Pozo, y el sicario y ex Atila Roberto Leirman, en El Cevilar (se informa por separado). Esta elección no es casual. Todas estas localidades están cercanas al límite con Santiago del Estero, provincia elegida para el aterrizaje de vuelos narco o el “bombardeo” de drogas, fundamentalmente cocaína que proviene de Bolivia y Perú y marihuana, de Paraguay.

En enero pasado, una bomba estalló en tierra santiagueña. “Caso de estudio sobre el crimen transnacional organizado: Santiago del Estero, Argentina”, es el título del informe de Ibi Consultant, una consultora internacional cuyo titular, Douglas Farah, es un experto en la materia que analiza desde hace más de 20 años problemas de seguridad internacional en América latina y presta servicios para organismos como el Banco Mundial, el FMI, el Departamento de Estado de los Estados Unidos, el Departamento de Defensa, la DEA y la OEA, entre otras instituciones.

“La r 34, es una de las arterias de cocaína más importantes de América del Sur. La carretera va desde la frontera sur de Bolivia hasta el corazón de Argentina, cruzando caminos que transportan los productos ilícitos hacia el sur y el este, hasta los puertos del Atlántico, y hacia el oeste, hasta la costa del Pacífico de Chile”, sostuvo en el escrito. “Atravesando la región hay cientos de carreteras secundarias que sirven como pistas de aterrizaje para pequeños aviones que transportan drogas desde Bolivia y Perú, drogas que luego se introducen en la red de distribución regional”, destacó.

También consideró que la vecina provincia podría ser la puerta de entrada del Primer Comando Capital, una organización criminal que nació para defender los derechos de los presos en Brasil y que actualmente está extendiéndose como una banda transnacional vinculada al narcotráfico. Los funcionarios santiagueños desmintieron esa versión y señalaron que el autor se había confundido con Misiones.

No fue la primera vez que surgió una información de estas características. WikiLeaks, una organización que se dedica a difundir documentos reservados sensibles para el interés público, editó que en 2009, el embajador de Estados Unidos Anthony Wayne, en una visita a Santiago, le expresó al gobernador Gerardo Zamora su preocupación por los vuelos narco. Según la organización, el funcionario le confirmó que dichas avionetas aterrizan “todos los días” en suelo santiagueño, pero que no podía hacer nada al respecto porque el gobierno provincial “simplemente no tiene recursos para enfrentar el problema”.

Las sospechas se incrementaron con el correr de los años. Sergio Berni, cuando era secretario de Seguridad de la Nación en 2014, reconoció la existencia de al menos 1.400 pistas ilegales emplazadas en el norte del país, la mayoría de ellas en Santiago. Pasan los años y las sospechas siguen siendo las mismas.

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