Las charlas son más cortas. Cada uno de ellos sabe cómo y qué piensa el otro. Juan Manzur y Osvaldo Jaldo definen los detalles del traspaso a menos de dos meses de concretarse el recambio institucional. El café es una excusa. El gobernador fue hasta el tercer piso del edificio legislativo de Muñecas al 900 de pasada rumbo al aeropuerto Teniente Benjamín Matienzo. El vice lo esperaba, luego de un desayuno de trabajo con los empresarios de la construcción, particularmente de aquellos que encaran trabajos en el sector público.

“Juan, tenemos que jugar más juntos que siempre; no podemos hilvanar dos derrotas al hilo en Tucumán”, lo recibió el gobernador electo. “Osvaldito: vamos a hacer todo el esfuerzo posible para despertar al peronismo y ganar el 22 de octubre aquí”, fue la respuesta que recibió de su compañero de fórmula.

Manzur no es el mismo de aquel que miraba por televisión las cifras de una aplastante derrota, el domingo 13 de agosto. Algo ha cambiado en su semblante para levantar el aplazo electoral. Hasta ahora no ha definido su futuro político. Si bien el Senado de la Nación puede ser el camino más seguro a su continuidad en la vidriera nacional, dice que tiene cinco o seis propuestas más para trabajar cuando el 29 de octubre deje de ser el gobernador de Tucumán, tras ocho años en ese cargo y vicegobernador en gran parte de la docena de años que José Alperovich ocupó la principal oficina de la Casa de Gobierno.

En los últimos 20 años, ajuste y austeridad no formaron parte del diccionario de la política. Hoy son las más pronunciadas por las autoridades entrantes. Jaldo llegará al poder una semana antes de que la Argentina conozca quién o quiénes seguirán en la carrera presidencial. Las opciones son múltiples. Si Sergio Massa se impone en las elecciones generales, el horizonte del tucumano se abrirá de par en par y podrá gestionar tranquilamente durante los cuatro años de mandato, bajo la cobija de la Casa Rosada. Si es Patricia Bullrich la que se impone, lo más probable es que se repita el escenario que Manzur vivió en el segundo tramo de su primera gestión como gobernador cuando Mauricio Macri era el presidente de la Nación. La situación se pone más oscura si el libertario Javier Milei se impone en las presidenciales. En el oficialismo sostienen que el discurso de Juntos por el Cambio es más previsible con el recorte de la obra pública y la relación acotada con una provincia peronista, pero con Milei el escenario es completamente diferente porque no se sabe si el líder de la Libertad Avanza volcará el duro discurso de recorte en la acción de Gobierno.

Manzur, mientras tanto, está sintiendo el efecto de ya no ser. Tuvo que viajar a Buenos Aires para sondear si el gabinete que alguna vez lo tuvo como jefe le dará las herramientas financieras para cerrar sin grandes contratiempos su gobernación. El sanitarista se debe aún una charla frente a frente con Massa. Reconoce que son amigos, pero en el Frente Renovador consideran que el tucumano debe dar una muestra de amor y un testimonio de amistad en el acompañamiento electoral de un distrito que siempre fue justicialista. Los favores se pagan y muchas veces hay que remar para llegar a ese puerto. El santiagueño Gerardo Zamora volvió a subirle la vara a todos los gobernadores con su anuncio de pago de un bono de $ 400.000 en cuatro cuotas y hasta fin de año. Ninguna provincia tiene las cartas para empardar la propuesta del mandatario de la vecina provincia, que “siempre se larga solo” y deja en off side al resto del país, indican en la Casa de Gobierno tucumana. Las explicaciones son múltiples. Las de mayor peso señalan que Santiago del Estero tiene un tercio de la estructura estatal que cuenta, por ejemplo, Tucumán y, por ende, una dotación de personal que no llega a la mitad de los 100.000 agentes del sector público provincial. Esto, dentro de la consideración oficial, libra a Zamora para destinar más recursos para recomponer salarios considerados bajos en el ranking nacional, además de contar con una robusta caja de ingresos coparticipables, no discrecionales y también impositivos provinciales. Más allá de eso, hay algo que el mandatario santiagueño ha cosechado a lo largo de su administración: buenas relaciones fiscales y políticas que se tradujeron en grandes obras públicas. Una provincia con un 47% de su población bajo la línea de pobreza tiene aspiraciones de modificar ese cuadro socioeconómico con infraestructura moderna. Es cuestión de tiempo y de muñeca a la hora de negociar partidas.

Tucumán, en tanto, sigue siendo el eje económico y social del NOA, pero a ese título hay que revalidarlo de forma periódica y no es con atraso como se logra la meta. Jaldo lo sabe y, por eso, ayer le transmitió a los constructores que su objetivo es fomentar aún más las obras para dinamizar la economía y también para generar más empleos que, a su vez, tienda a bajar el 43,5% de pobres que hay en el distrito. La brecha en infraestructura respecto de los otros distritos de la región es exponencial.

La austeridad, en consecuencia, tendrá que montarse sobre otras variables. Jaldo indica que atacará el gasto superfluo, reduciendo al mínimo posible la estructura estatal. Está convencido de que, con menos reparticiones, se puede hacer más tarea. El tiempo que tiene para aplicar la tijera es poco. En dos meses, como gobernador, él mismo tendrá que elevar a la Legislatura que hoy conduce un proyecto de Presupuesto para 2024 que contenga ese recorte que pregona. La tarea no es sencilla porque eso implicaría, además, aplicar podas en otros poderes del Estado. Es allí donde se plantea la discusión de segundo orden, porque puede avanzar sobre el Ejecutivo (y tal vez sobre el Legislativo en los días que le restan como vicegobernador), pero ¿cómo incluir en esa medida al Poder Judicial? El consenso debe ser lo bastante amplio para avanzar con las acciones de reducción del gasto público.

El tranqueño puede convertirse en el primer gobernador que gestiona un billón de pesos, claro que en el medio esa cifra se incrementa por la devaluación que ha golpeado a todos los sectores de la economía.

Jaldo está en lo que llama un “período de preasunción”, dialogando con distintos espacios, como lo hizo ayer con los constructores que participan habitualmente de las licitaciones públicas, y también con los representantes de la Asociación Tucumana de Educadores Provinciales (ATEP). En los próximos días convocará a las empresas que encaran proyectos en el sector privado y también a gremios públicos y privados.

El escenario que se viene no es el ideal para arrancar una gestión. La incertidumbre sigue reinando en el mercado financiero. Las dudas persisten acerca de quién será el presidente de los argentinos a partir del 10 de diciembre. Los gobernadores cambian, pero las medidas quedan. Habrá más café entre Manzur y Jaldo. Todo indica que en octubre, el recambio institucional no será traumático como en otros momentos de la historia tucumana. Manzur buscará otros caminos y pensar qué hacer políticamente. Jaldo, en tanto, tendrá que accionar desde el primer día. A él no le cabe la vieja excusa de recibir una pesada herencia. Fue parte del pasado, es parte del presente y tendrá que definir qué hará por el futuro de la provincia.

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