Vicisitudes de un peronismo herido

Las elecciones primarias constituyeron un punto de inflexión en el pensamiento de la dirigencia oficialista tucumana.

Vicisitudes de un peronismo herido

Las encuestas no son infalibles. Pueden contribuir al diseño de un discurso; también para explorar el humor social, aunque con el estado en que se encuentra la economía, la reacción ciudadana es lógica: malhumor frente a un gobierno que no encontró, no encuentra y parece que no encontrará la receta para salir de una situación inflacionaria que carcome –con mayor velocidad- el poder adquisitivo de los argentinos. Hacer campaña en este contexto es demasiado difícil para cualquier político.

Las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) constituyeron un punto de inflexión en el pensamiento de la dirigencia oficialista tucumana. Para la oposición, salvo Fuerza Republicana, también ha sido un baldazo con agua helada. Nadie supo canalizar el hartazgo de la sociedad frente a una dirigencia a la que sólo le preocupaba el poder y, del otro lado, a referentes opositores que no fueron capaces ni tuvieron la grandeza de constituir una alianza con vocación de poder. Javier Milei capitalizó todo eso. Hoy ya no es una amenaza; es una realidad con la que la política tradicional debe luchar cotidianamente para “desenamorar” a aquellos que creen que el economista libertario es la solución a los grandes problemas macroeconómico de una Argentina sin dólares y con una moneda nacional demasiado devaluada.

Juan Manzur cree que Tucumán puede volver a ser la plataforma de relanzamiento de una fórmula que aspira a entrar a la segunda vuelta electoral. Ganar parece una utopía porque La Libertad sigue avanzando, independientemente de la discusión económica entre la dolarización que plantea Milei versus el bimonetarismo que propone Patricia Bullrich de la mano del economista Carlos Melconian. Tras la devaluación, Sergio Massa apela otra vez al “Plan Platita” más allá de las rabietas de un Presidente que no acepta aún que el poder se le agotó el mismo día que sepultó sus aspiraciones reeleccionista. Nunca le encontró la vuelta a la gestión. A tal punto que las decisiones de fondo del actual Gobierno se toman en el quinto piso del Palacio de Hacienda, justo al frente de la Casa Rosada.

Los temores en el oficialismo es que, más allá de la nominación de Melconian como posible ministro de Economía de Juntos por el Cambio, Bullrich trastabille y los votos opositores sigan alimentando a las huestes libertarias. La calculadora peronista funciona a mil. Según los estrategas del oficialismo, la candidata presidencial debería sostenerse muy cerca de los 20 puntos, mientras que otros 10 puntos del electorado se dividirían entre el resto de los candidatos. En ese escenario ideal, el 70% restante debería ser repartido entre La Libertad Avanza y Unión por la Patria. Si eso es así, el aparato justicialista puede revertir el resultado, argumenta un dirigente oficialista que cree que la fórmula Massa-Agustín Rossi no debería bajar de los 32 puntos de aceptación del electorado nacional.

“Muchachos, salgamos a la cancha. Pónganse de acuerdo con Miguel (Acevedo) para aceitar la estructura electoral del peronismo”, fue la orden que impartió el jueves por la noche el gobernador durante la cena con los intendentes peronistas. La dirigencia tucumana tendrá que sacar de la casa a aquellos votantes que en las PASO prefirieron quedarse en su hogar, porque no había el combustible suficiente para llegar hasta el cuarto oscuro o, directamente, estaban cansados de tanto acarreo electoral.

Al desdoblar las elecciones (más allá de que se trataran de primarias), el oficialismo tucumano no tuvo en cuenta que vistió un santo para el 11 de junio y lo desnudó el 13 de agosto, con tanta fuerza, que vive en carne propia la posibilidad de gobernar los próximos cuatro años con un signo político diferente en la Casa Rosada. En otras palabras, le dieron oxígeno electoral a un precandidato que no tiene estructura política.

No es un escenario nuevo pero, a juzgar por la experiencia, siempre hay que remar demás y viajar permanentemente a Buenos Aires para mendigar fondos que sirvan para abonar sueldos o terminar algunas obras.

Recuperar terreno perdido 

En el peronismo señalan que, por sí, la estructura partidaria es potente para recuperar parte del terreno perdido en agosto. Y que organizada, el aparato responde con mayor velocidad. Ese es una de las vicisitudes que el oficialismo tucumano enfrenta. Manzur dialoga permanentemente con su sucesor, Osvaldo Jaldo, pero debajo de ellos las internas siguen tan calientes como cuando el Partido Justicialista fue a internas en 2021. Manzur necesita cerrar su gestión de la mejor manera posible, con relativa paz política y con una salida elegante por la puerta principal de la Casa de Gobierno. Jaldo, a su vez, debe arrancar su administración, el 29 de octubre, con la idea de ponerle su propia impronta a la Casa de Gobierno, la misma que ejecutó durante 513 días cuando Manzur fue convocado por Alberto Fernández como jefe de Gabinete de ministros de la Nación. Pero también en el tranqueño hay un bonus track: no quiere que el peronismo hilvane en Tucumán dos derrotas consecutivas justo una semana antes de su asunción como gobernador. Por eso es probable que en el acto del próximo sábado haya una multitud de peronistas peleándose codo a codo en el palco por salir en la foto con Massa. Ellos pueden ser los responsables de un resultado mejor al registrado en las PASO o, por el contrario, ser los accionistas de otra derrota en un distrito que, con los ojos del poder central, es considerado el bastión peronista por naturaleza en el Norte Grande.

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