Tucumán vio la segunda cafetera “express” del país

La confitería El Buen Gusto la introdujo en mayo de 1913. Los tucumanos y los bares.

EN 1913. La máquina traída a nuestra provincia quizás hubiera sido parecida a esta ya que erala forma predominante entonces.   EN 1913. La máquina traída a nuestra provincia quizás hubiera sido parecida a esta ya que erala forma predominante entonces.

“Uno de los placeres de la vida contemporánea consiste en beber un buen café. El aroma de esa agradable infusión, contribuye a hacer doblemente grato su paladar y así se explica que los bebedores de café se apasionen por él, cada vez más, y, como los buenos catadores de vino, busquen con empeño las mejores marcas y acudan, en número considerable, a las casas donde ellas se expanden”.

De esta manera, nuestra edición del 8 de mayo de 1913 anunciaba la intensa relación de los tucumanos con el buen café. Además se indicaba que no sólo hacía falta “un producto excelente” sino que también “el sistema aplicado en su preparación”. En este sentido se aseguraba que un “riquísimo café en polvo” se convierte en una “infusión detestable” si se produce en un aparato de mala calidad.

Esta introducción le sirvió a nuestro cronista para anunciar la llegada de la primera máquina de hacer café a nuestra provincia y que se convirtió en la segunda del país.

El aparato fue traído hasta aquí por Santiago Sanz, propietario de la confitería “El buen gusto”, ubicada en 9 de Julio primera cuadra, quien “ha invertido un capital nada despreciable”. El valor anunciado por aquellos años era de “tres mil pesos”.

Para tener algunas referencias, nuestro diario costaba 10 centavos y un automóvil, alrededor de 6.500 pesos. De acuerdo con aquella noticia, la primera cafetera del país se instaló en Buenos Aires en un negocio de avenida de Mayo 835, “donde funciona con éxito insuperable”

PUBLICIDAD. La confitería ubicada en 9 de Julio primera cuadra era una de las más renombrada de la ciudad. PUBLICIDAD. La confitería ubicada en 9 de Julio primera cuadra era una de las más renombrada de la ciudad.

“Un café express -como se les llama-, proporciona, realmente, un momento de satisfacción intensa, a los buenos bebedores de ese líquido tonificante y delicioso”. De esta manera la crónica auguraba un buen futuro para la máquina y para el paladar de los tucumanos. La eficacia de la “express” estaba dada en los centenares de tazas de café diarias que producía “con todo el aroma y el sabor de la exquisita bebida”.

En 1901

El café express, tal y como lo conocemos hoy en día, fue originado a principios del siglo XX. En 1901, Luigi Bezzera creó la primera cafetera de café express. En 1905, Desiderio Pavoni adquirió la patente y fundó la empresa “La Pavoni” para producir comercialmente la máquina (una al día) en un pequeño taller en la Via Parini de Milán. Angelo Moriondo mostró un ejemplar operativo en la Exposición General de Turín de 1884. Obtuvo la patente con el número 33/256 con fecha de 16 de mayo de 1884.

Con historia

Los bares y el café son un símbolo de nuestra idiosincrasia. Mientras El Buen Gusto dejó su huella y la cafetera le da el privilegio de ser quien marcó el camino del “esspresso” hubo otros establecimientos que dejaron huella como La Cosechera o el España, habitual lugar de los conciliábulos políticos hasta 1950 o el San Martín donde los choferes de “autos de alquiler” descansaban tras algún viaje junto al perro Chop, otro protagonista de la historia tucumana.

El café España nació en los albores del siglo pasado, y al poco tiempo los parroquianos lo adoptaron como centro de reunión. Era inaceptable que alguna iniciativa política no se discutiera en ese bar; y también actuaba como imán de grandes personajes de la cultura ciudadana, que religiosamente se daban cita para el disfrute y el desgrane de las horas. En la crónica de su cierre se manifestaba que “en Tucumán no se podía ser político sin frecuentar el España” y agregaba que “era, en nuestro ambiente, un clásico mentidero político. La nota discordante la daban los literatos, los poetas, los artistas; porque el España era típicamente un café político”.

Retrato de un café

Quien retrató el ambiente del España en los años 20 del siglo pasado fue el poeta monterizo Maximiliano Márquez Alurralde, quien en su libro “Pájaro de luna”, publicó una carta dirigida al doctor Ricardo Casterán -en agosto de 1952-, donde evocaba a los habitués del bar. “Por allá, en una mesa de jóvenes poetas, estaban Eduardo de la Vega Colombres, joven de exquisito espíritu; Carlos Cossio, entonces filósofo en ciernes y enamorado del arte; don José Luis Torres, periodista de ‘El Orden’ quien, justo a las tres de la mañana, se incorporaba de súbito y decía: ‘muchachos, huyo hacia occidente, donde la vegetación es mucho más frondosa’; también se veía al joven escritor Roberto Murga; al ‘Pelao’ Ramírez, estupendo contador de cuentos y escriba del ‘Norte Argentino’; al ‘Bigote’ Viaña, y otros buenos contertulios, ingeniosos y líricos”. A la mágica aureola del café España también la componían otros disímiles personajes, como el caricaturista Benetti; el gran periodista Berón de Astrada; o el doctor Celedonio Gutiérrez, quien ocupaba un espacio para adoctrinar a los discípulos del Partido Radical, cuya sede se encontraba vecina al establecimiento.

El poeta expresaba que “más aquí o más allá, en ese refugio deleitoso del España todo era sueño de mundo, como si fuera un rincón amable de París. Los había quienes no eran ni artistas, ni poetas, ni políticos, pero en el ambiente todos se transformaban en sacerdotes de la divina armonía”.

Según consigna Carlos Paz, en su nota “Olvidada sucursal de La Cosechera”, “Cuando en octubre de 1950 terminó el ciclo del Café España, muchos de sus habitués intentaron rehacer sus viejas ruedas en La Cosechera Nueva, pero resultó imposible porque los “climas” no eran iguales; sólo eran parecidos”. Al hacer referencia a “La Cosechera nueva” habla de la segunda sucursal de aquel tradicional establecimiento que inició sus actividades en 1907 en la esquina de Junín y San Martín y que para su 25 aniversario abrió la segunda en la calle San Martín 629.

En los locos años 20

Las agujas del reloj marcaban ya el medio día en el caluroso verano  tucumano, al tiempo que una multitud de empleados públicos, de comercio y de bancos “liberados de sus tareas, se vuelcan en la calle; pero es muy dura la prueba de cruzar las aceras soleadas y candentes; el piso abrasa, el viento de horno obliga a detener la respiración; se impone una tregua y esta se toma en el bar, donde como corolario viene el chopp ambarino y espumoso, diestramente tirado por el dueño del establecimiento, que, en esas horas se hace piola por atender a la numerosa parroquia”.

Hacia el final de la década de 1920 los establecimientos de moda eran París, España y Tokio, que por su cercanía a la Casa de Gobierno eran la recalada obligatoria de los empleados públicos. En cambio, los bancarios se dirigían a los bares Santa Fe e Imperial, este último, ubicado en la “estratégica esquina de Maipú y Las Heras” (hoy San Martín), que eran como un imán. Y donde se ubicaba la Municipalidad en la esquina donde hoy está el gran edificio del Banco Nación.

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