Un abanico venerado por los abogados franceses

Abogado: le agradezco que haya asumido una causa que sabíamos perdida. Sabía usted que haberme defendido le acarrearía riesgos, peligros, molestias y amarguras. Sin embargo lo hizo con lealtad y con valentía. Pero, sobre todo, con desinterés pues usted era conocedor de que todos mis bienes fueron incautados y ya no soy poseedora de nada. Mi única propiedad es este abanico. Es lo único que me queda y con él, que constituye toda mi fortuna, le quiero pagar sus muy merecidos honorarios” estas fueron las últimas palabras de la mujer poco antes de ser ejecutada por decisión de la justicia. La mujer de 38 años iba rumbo al cadalso donde la esperaba el verdugo para cumplir la orden. El aparato con el que se iba a cumplir la ejecución era la famosa guillotina. Tras este pago de honorarios profesionales el adminículo guarda una legendaria relación con la abogacía. La protagonista del hecho es la famosa reina de Francia María Antonieta de Austria y esposa de Luis XVI, que fuera derrocado por la Revolución Francesa en 1789. Ambos murieron decapitados. La leyenda dice que la frase fue dicha poco antes de su decapitación al abogado Romain de Seze, quien había sido el defensor del rey también. El abanico reposa, con veneración, dentro de un capelo de cristal colocado en el vestíbulo de la barra francesa de abogados, en París; otros dicen que el objeto está en la Oficina del Presidente, dentro del Palacio de Justicia, situado en la Île de la Cité. Se le tiene considerado como un símbolo de la lealtad, de la valentía y del desinterés que deben regir el ejercicio de la abogacía. A diferencia de Luis XVI, que había recibido varios meses para preparar su defensa con sus abogados, María Antonieta y los dos hombres que fueron escogidos para defenderla; Tronson Ducoudray, Chauveau Lagarde y Seze, tuvieron solo unas pocas horas en la noche antes de la audiencia. María Antonieta, al contrario que Luis XVI, no se dirigió al público para dar un discurso antes de ser ejecutada. En un artículo de 1985, Raúl Rettig Guisen, presidente del colegio de abogados de Chile, relató: “El decano del Colegio de abogados de París nos dijo que en la oficina del Presidente había un solo adorno, y es un objeto de poca valía material: era un simple abanico. Era el abanico de María Antonieta. Ella, ya condenada, ya derrotado su defensor, a manera de agradecimiento, le legó como único honorario su abanico en muestra de agradecimiento. ¿Significa eso que los abogados franceses ven en el abanico el símbolo de la monarquía, que adhieren a ella? No: adhieren a la obligación del abogado de ser tolerante, de creer en la justicia y de defender una causa aún en el peor momento. Es de recordar que ese abogado asumió la defensa de una reina que ya estaba condenada por el pueblo, de una reina cuya cabeza no podía salvar. Pese a ello no rehusó a su deber de abogado”. María Antonia Josefa Juana de Habsburgo-Lorena había nacido el 2 de noviembre de 1755 en Viena y se casó con el futuro rey francés en 1770.



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