“Estoy contento, con 36 años me doy el gusto de disfrutar cuando llegan los penales y, si uno disfruta, se hace todo más simple”. A los 36 años, Sergio “Chiquito” Romero parece hasta reírse de todos nosotros. Los penales, sabemos, suelen ser el momento más nervioso en partidos eliminatorios. Los implicados, desde jugadores a hinchas, están consumidos por los nervios. Y los neutrales también aportan a la tensión. Romero no. Nos dice que “disfruta”.
También a los 36 años Leo Messi se coronó campeón mundial. Ringo Bonavena solía ironizar diciendo que “la experiencia es un peine que te dan cuando ya te quedaste pelado”. Es decir, tarde, cuando, supuestamente, ya no hay chance de sacarle provecho. Romero y Messi nos demuestran que no es así. Que a los 36 años, más aún, se puede alcanzar el pico de una carrera.
“Disfrutar”, en rigor, es quitarse algunas mochilas. Competir como nunca, pero más liviano. ¿O acaso Messi no apareció en la plenitud de su liderazgo en Qatar? ¿O acaso no acaba de decir el propio Romero que está viviendo el momento más notable de su carrera? De Messi ya tendremos ocasión tal vez de volver a hablar en los próximos días, porque confirmó su presencia para los partidos próximos de la selección argentina. Sigamos entonces con Romero.
“Chiquito” está en un nivel tan alto que hasta confiesa ilusionarse con una eventual vuelta a la selección. Messi (igual que Angel Di María) tuvo revancha en Qatar del Maracaná 2014, la final de Mundial que Argentina perdió 1-0 contra Alemania. Romero está ilusionado con tener él también su revancha y en el mismo escenario, porque allí estará jugando Boca vs Fluminense la final de la Libertadores el 4 de noviembre.
Su carrera tuvo momentos notables en el Mundial 2014, cuando fue el “héroe” que le anunció Javier Mascherano y llevó a la selección a la final atajando penales contra Países Bajos. Luego fue campeón con un grande como Manchester United, pero allí ya era suplente. Su último club había sido el anónimo Venezia, en Italia, con él lesionado y el equipo descendido.
Su vuelta, operación incluida, parecía destinada a poco. Y, peor aún, en fuerte contraste con quien venía a reemplazar, Agustín Rossi. Si no hubiese aparecido Romero, posiblemente aun hoy habría lamentos y quejas por la salida de Rossi, reproches a Juan Román Riquelme en año electoral. Riquelme, que ya tenía buena relación con Romero cuando ambos integraron la selección, jugó una apuesta fuerte. Y le salió perfecta.
Sería insólito que Boca pueda conquistar su séptima Libertadores sin ganar un solo partido de playoff. Pero también es cierto que Boca fue superior a Nacional, Racing y al propio Palmeiras, el gran candidato de todos, finalista en tres de las últimas cuatro ediciones y que pagó precio a su pobre última política de fichajes y a la confianza tardía del DT Abel Ferreira hacia los más pibes (que cuando entraron en el segundo tiempo complicaron a Boca).
Boca, además de Romero, de Edinson Cavani, inició hace tiempo una política nueva con sus juveniles. Su mediocampo es el ejemplo: Pol Fernández (cinco improvisado tras la venta de Alan Varela) rodeado de Valentín Barco, Equi Fernández y Christian Medina. Jovenes y livianos. Y finalistas como Romero, el arquero que a los 36 años también aprendió a jugar más liviano.