El amor y el desamor en una fiesta catártica con Karina La Princesita

La cantante fue uno de los números más convocantes. Romance sin fin con sus fanáticos.

El amor y el desamor en una fiesta catártica con Karina La Princesita

Pasadas las 2 sale radiante de su camarín, en medio de un griterío sin precedente. Está de negro, con dos trenzas en el cabello y con una sonrisa de oreja a oreja. Sola y sin nervios aparentes, sube los anchos escalones de hierro que la llevan al escenario. Mientras tanto, su público la reclama. En cuanto el primer acorde suena, el Club Deportivo Trancas se desarma en aplausos: los asistentes ya sienten que van a vivir algo más que un simple concierto. Cuando Karina sale a escena, la magia aparece. Es que entre ella y los tucumanos hay un gran idilio. Y, como votos matrimoniales, ese amor se renueva cada vez que ella pisa este suelo.

El marco de este reencuentro es la XXIV Fiesta Nacional e Internacional del Caballo. Es viernes por la noche cuando miles de personas de todo el noroeste comienzan a llegar a Trancas para el tradicional evento. Y se nota que el gran imán de esta tercera noche es La Princesita. Cientos de carteles lo confirman: “Estamos recién gorreadas”, “Kari, esa lo dejó y ahora quiere volver”, “Hasta el fin del mundo lo iría a buscar”, “Kari, te fallé, soy la otra”, son algunas de las consignas para la artista. Con su presentación, el amor y el desamor se vuelven centro. Y los dedos acusadores y los cantos desaforados son moneda corriente. Es como una sesión de terapia colectiva: al parecer, cantar a coro con Karina libera las penas.

“Esta tonta/ se cansó de tus mentiras/ ser juguete de tu vida/ otra de tu colección”, son sus frases de inicio. Con “Corazón mentiroso”, empieza la fiesta: madre e hija se miran cómplices y comienzan a cantar; un grupo de amigos “abre pista” y otros tantos graban con sus celulares. Los presentes quieren guardar en sus corazones, en sus retinas y en sus teléfonos lo que acontece.

“¡Qué placer estar acá de nuevo! Me encanta. Muchas gracias por recibirnos esta noche. Cuantos carteles, cuántas vinchas, cuántas caras conocidas”, atina a decir. Ya lo ha explicado otras veces: Tucumán fue de las primeras provincias en recibirla y es una plaza en la que siempre se presenta con gran éxito. Por eso le encanta venir. ¿Será que en el Jardín de la República hay mucho despecho?

“Kari, te fallé. No le pagué con la misma moneda. Atentamente, Denise”, lee un cartel desde el escenario. “Ah, pero acá hay otra que dice que sí le pagó con la misma moneda. Está bien”, añade. Es interesante ver que entre La Princesita y sus fanáticos no hay barreras: se entabla una relación a pesar de la distancia; los mira, les canta y les sonríe. Recibe cada uno de los regalos que le dan y agradece. Sin parar. Durante todo el concierto. Agradece. Una y otra vez.

La setlist está evidentemente preparada para llevar a los presentes a experimentar todas las emociones. “A esa”, “Él no va a venir”, “Esa te dejó” y “No se toca”, recuerdan a los más fanáticos aquella pequeña Karina que conquistó con su voz hace casi 20 años. Cuando los acordes de “Me voy a acostumbrar” suenan, sus seguidores enloquecen. “¡Es de su primer disco! Increíble. Y la canta mejor que nunca. Es una genia”, conversan dos mujeres. Y así como le canta al desamor, también tiene tiempo para lo opuesto. “Esta va dedicada a todos los enamorados. ¿Hay enamorados esta noche?”, pregunta el animador que la secunda. Los “sí” y “no” se mezclan y ella entona “Hasta el fin del mundo”.

De todas las edades

En la gran platea hay personas de todas las edades; están los que la siguen desde el principio y los que comenzaron a escucharla hace poco. Hay abuelos, padres e hijos. El fenómeno Karina trasciende generaciones; claro, el amor atraviesa a todos. “No debemos de pensar/ que todo es diferente/ mil momentos como este/ quedan en mi mente”, se la escucha cantar. En ese momento, sucede algo mágico: cerca del escenario, una niña de 10 años mira a su madre y se pone a llorar desconsoladamente. No puede creer que está escuchando su canción favorita en directo. La madre atina a consolarla y a hacerla bailar, mientras el padre filma para la posteridad la escena.

Karina, en tanto, intenta no frenar el concierto, para poder cantar la mayor cantidad de temas en el tiempo estipulado. Pero en más de una ocasión es obligada a poner un alto por causas de fuerza mayor, como cuando aparecen dos nenes perdidos en el escenario. Los consuela y busca a los padres, que están muy preocupados (y se lamentan por lo acontecido). “No se preocupen, a mi se me perdió mi hija una vez en el supermercado. Estaba ahí, pero bueno... son cosas que pasan”, les dice para calmarlos. Y sigue cantando. Pero ya con canciones “de las nuevas”. “Frágil” e “Inocente” -cover de La Delio Valdez- son algunas de las más recientes que ha grabado y que viene a presentar en suelo local.

“No mires al costado que nos están echando”, le avisa al animador del concierto. En un abrir y cerrar de ojos, se le fue gran parte de su show. Y ni ella quiere irse, ni sus fanáticos quieren que se vaya. “Una más y no jodemos más”, piden. Y ella accede.

Pero no una, sino tres: “Diganle”, “Con la misma moneda” y “Fuera”, frutillas del postre para una fiesta catártica, en la que Karina y los tucumanos demostraron tener una relación mágica, difícil de explicar y eterna.

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