Walter Romero: “Madame Bovary es la novela del siglo”

Madame Bovary, la novela de Gustave Flaubert publicada en forma de libro en 1857, no deja de maravillarnos con su infinita polisemia. ¿Novela sobre la insatisfacción femenina? ¿Novela sobre la nada? ¿Novela social? ¿Psicológica? ¿Ejercicio de virtuosismo literario? Madame Bovary, costumbres de provincia, tal su título original, nos entrega una y otra vez renovadas lecturas. Walter Romero, doctor en Literatura por la UBA, se refiere a ella justo antes de su visita a Tucumán, invitado a dictar una clase magistral por la Alianza Francesa y la Fundación Cartier.

COMO NOS INTERPELA EMMA OVARY HOY. Walter Romero dice que algunas de sus decisiones sirven para repensar la cuarta ola feminista. COMO NOS INTERPELA EMMA OVARY HOY. Walter Romero dice que algunas de sus decisiones sirven para repensar la cuarta ola feminista.
22 Octubre 2023

Por Solana Colombres
Para LA GACETA - TUCUMÁN

- Madame Bovary, el personaje de la novela homónima de Gustave Flaubert, es una mujer insatisfecha, la realidad de su matrimonio no se condice con los sueños que había concebido a partir de las novelas románticas que leía. Hoy la mujer está confrontada a la realidad de otra manera. Aun así, ¿sigue habiendo Madame Bovary?

- Creo que todos podemos tener un momento Madame Bovary. Uno de los grandes hallazgos de la novela de Flaubert y su lectura crítica ocurrió justamente a principios del siglo XX cuando Jules de Gaultier le puso nombre a ese malestar, el bovarismo, que hoy ha hecho estragos en las sociedades post capitalistas, justamente por ese ese desfasaje entre los deseos y las aspiraciones y la realidad concreta en un mundo desigual. De alguna manera, el camino de realización personal y conyugal que Emma inicia se ve truncado por fuerzas centrípetas a causa de su propia voluntad demasiado ensoñadora y por un marco social y marital que no la ayuda. Su bovarismo es hoy un contagio que puede asaltarnos de improviso ante necesidades no del todo satisfechas, ante nuestras romantizaciones de destinos mejores en Europa o en donde sea, en lecturas que idealizan o venden realidades en maquetas tan a contramano de lo real concreto, siempre del todo inaprensible pero evidente. Emma es aquella que choca con lo real, por confundirlo, por no saber interpretarlo del todo. Tenemos que entrenarnos en las desinteligencias de la pobre Emma para que no nos ocurra, pero todos tenemos un momento Bovary, indudablemente.

-¿Qué otro tópico de la novela te parece que hay que resaltar además del mencionado?

- En última instancia, el gran tema flaubertiano es la estupidez. Puede asaltarnos a todos. Yo la exculpo en ese sentido a Emma de sus crasos errores en una lectura actual, por el contrario la pongo en la primera fila de algunas decisiones respecto de su maternidad, que leída desde hoy sirven para repensar la cuarta ola feminista y sus reclamos.

-¿De qué manera Madame Bovary nos sigue interpelando?

- Nos sigue interpelando en cuanto a releer la condición de una mujer de provincias en el siglo XIX y hacer las correspondientes traslaciones a este momento nuestro en la encrucijada de los mandatos y los patriarcados y las imposiciones sociales de matrimonio, maternidad, ascenso social, superación permanente en muchos casos en un juego muy perverso. No creo que Flaubert haya pensado en un “mensaje” más que en la lección sobre la forma de escribir, por la cual se sacrificó enteramente, pero acaso Emma y su destino pueden ser una advertencia, en modo ficcional, de una suma de desgracias a evitar por confusiones emocionales, por desarreglos económicos.

-Aparentemente Gustave Flaubert habría afirmado que Madame Bovary era él. En tu opinión las fantasías de Emma, ¿son aplicables al sexo masculino?

-Creo que son trasladables en todo sentido contraponiendo realidades que hoy no son tan así ni para las mujeres ni tampoco para los hombres del siglo XXI. Pero una de las enseñanzas posibles es rescatar el personaje del marido y ver en Charles Bovary, tan bobalicón, tan bovino, tan poco libidinal, una forma de revisar masculinidades: qué se espera de un hombre. La novela arranca con una memorable escena de bullying que pone todo el foco en el problema de la educación y cierra con las formas en que Charles sobrevive a Emma y busca entenderla: en esos dos gestos podemos revisar y “aplicar” qué se espera de un hombre y por qué ese personaje es crucial y debe ser seguido con cuidado, aún en sus insoportables desavenencias, en sus fracasos, en la constitución de ese personaje de Charles que tan poca empatía nos crea, casi como decían los griegos, un personaje que encarna al “margites” de un poema satírico, es decir el tonto, el nulo para todo. Acaso toda la novela es una sátira y una forma de despedazar y finiquitar el romanticismo: los varones en los personajes de Rodolfo y León son funcionales a las trampas de la seducción que “hacen caer” a Emma, la granjera que dio el mal paso, diríamos en buen criollo.

-¿Crees que el final sería el mismo si hoy se escribiera la novela?

-Yo no la condenaría a esa espiral de desgracias y acaso le daría otro destino por fuera del matrimonio y lejos de esta provincia normanda francesa tan rancia. La Emma de hoy evitaría sin dudas esa pena de muerte a la que fue condenada; hoy Emma no se suicida ni llega a tanto, creo.

-¿Existen Charles Bovary en la actualidad?

- Es siempre muy difícil establecer esas traslaciones, acaso porque la caja ficcional es muy económica a sus propios fines y romper eso y pensar en un Charles por fuera desvirtúa todo. Pero hay Charles, hay varias y distintas Emmas, hay embaucadores de corazones como Rodolphe. La crítica dijo y pensó que acaso en muchos de los personajes de la novela de Flaubert están inteligentemente distribuidos los pecados capitales: Homais es la soberbia y eso existe, y, Llheureux es la usura, modelo de los endeudamientos que hoy nos asolan.

-¿Cuál es el aprendizaje que nos deja la novela?

- La “moral de la forma”, como decía Sartre. La enseñanza de que Madame Bovary es una novela anómala y que esa forma de escribir tan cuidada, con escalpelo, tan quirúrgica, que tanto hizo sufrir al propio Flaubert, casi con un realismo al extremo es un modelo de escritura a merced del principio del “mot juste”. Ninguna palabra sobra y ninguna falta. Flaubert nos enseñó a escribir prosa como si de una poesía ultra cuidada se tratase: cada frase es un mundo más allá de lo anecdótico de su tema tan vulgar y simplote: la historia de una mujer adúltera de provincias.

- Según el propio Flaubert, Madame Bovary fue un intento de su parte de escribir una novela sobre la nada, sostenida en su estilo. ¿Lo logró?

- La novela se sostiene más allá de su argumento. Como si cada párrafo fuera pensado con un trabajo de esculpido del lenguaje que nos lleva a focalizar en los modos en que la ficción construye la narración más que la fábula en sí. Esa idea de que la historia tan nimia se sostenga en palabras prueba que el desafío que le tendió su amigo Bouilhet al decirle que no escribiese sobre esos temas rimbombantes como Las tentaciones de San Antonio y que probase el desafío de una historia menor dio enormes frutos para la literatura toda. Madame Bovary es la novela del siglo y un hito en la historia de las formas novelescas, que Flaubert reinventó para nuestro placer lector.

© LA GACETA

Perfil

Walter Romero es doctor en Letras por la UBA, docente, traductor e investigador. Especialista en Literatura Francesa, fue Presidente de la Asociación Argentina de Literatura Francesa y Francófona, integra la cátedra de Literatura Francesa en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA desde 1997 y es director del Instituto de Investigación en Humanidades “Dr. Gerardo H. Pagés” (UBA/CNBA). Tradujo a Racine, Maupassant, Apollinaire, Kristeva y Rancière, entre otros. Es autor de Panorama de la literatura francesa contemporánea, La poética teatral de Alian Badiou y Formas de leer a Proust.

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