Una novela llamada “inteligencia artificial”

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En menos de cinco días se desató un conflicto en el mercado tecnológico que reveló la verdadera efervescencia que hoy vive el campo de la inteligencia artificial. Una guerra en la que se mezclaron ingredientes de una clásica receta que se recicla en tiempos de disrupción, que sin dudas está marcando la impronta del nuevo mundo que estamos configurando: ética, egos personales y millones de dólares en juego.

Esta semana se cumple un año del nacimiento de ChatGPT, el producto estrella de la compañía OpenAI que revelaría al mundo cuál sería el poderío de la IA y cómo podríamos utilizar esos complejos algoritmos para solucionar tareas diarias de las más diversas. Aprendimos en menos de 12 meses que un robot podía respondernos en una situación de diálogo como hace muchos años imaginamos el futuro. Pero lejos de festejar, esta empresa fue el ojo de una tormenta que haría volar por los aires a su principal director, Sam Altman, y lo volvería a contratar en cuestión de horas.

Lejos de debilitar su perfil, el escándalo corporativo fortaleció a Altman y confirmó una idea que sobrevoló durante todo 2023. Una hipótesis que deposita en este empresario de 38 años el peso de convertirse en figura de la talla que supieron tener Bill Gates, Steve Jobs o Mark Zuckerberg.

A tan solo días de presentar las novedades de ChatGPT para desplegar su crecimiento comercial, la junta de accionistas de OpenAl le soltó el apoyo a Altman y lo despidió un viernes. Sin embargo, pasaron solo dos días para que Microsoft, propietaria del 49% de dicha empresa, moviera las piezas pesadas que tiene sobre este tablero y lo contratara para ubicarlo al frente de un nuevo laboratorio de inteligencia artificial. Microsoft fue mucho más agresiva y le ofreció también trabajo a todo el personal de la startup. Como consecuencia, el 95% del personal amenazó con renunciar si no reincorporaban a quien ubicó a OpenAl en el podio de las compañías líderes de tecnología.

La presión de Microsoft funcionó y el martes, el joven ejecutivo recuperó su puesto como líder de OpenAI para volver a tomar las riendas de una trayectoria que al parecer ya nadie podrá detener, ni siquiera los nombres más fuertes de la empresa que habían orquestado su salida. Altman regresó con mayor autoridad y el respaldo explícito de la cúpula de los principales inversores.

“¡Un golpe secreto de la junta directiva! ¡Miedo a una inteligencia artificial asesina! ¡Un director ejecutivo estrella, traicionado por su director científico! ¡Una revuelta del personal a la madrugada que amenaza con cambiar el equilibrio del poder tecnológico mundial!”. Estas fueron las palabras de Kevin Roose, uno de los columnistas de tecnología más relevantes del “New York Times” para calificar a la novela inesperada que se vivió la semana pasada y que quizás aún no sabemos su desenlace. Lo que sí se sabe es que hacia dentro de la empresa existen dos sectores que supuestamente están dirimiendo sus intereses ante la explosión que ha tenido este año. Un sector que puja por conservar los valores “éticos” y de resguardo de la organización sobre los avances de la IA y otro que, aparentemente liderado por Altman, quiere escribir uno de los capítulos más importantes de la historia de la tecnología.

Con cautela pero sin titubeos, Altam ha puesto en jaque a Google. Obligó a acelerar los proyectos de IA generativa a la empresa que tiene más desarrollo sobre la materia para no quedarse en un lugar rezagado en una competencia que comenzó, para algunos, demasiado temprano. Motivó a Microsoft a incorporar sus algoritmos a su propio buscador y a productos como Word o Excel. Y forzó a figuras como Elon Musk a poner en marcha sus propias IA, con prometedoras ventajas que aún no salieron a la luz.

Altman es sin dudas una de las figuras del año. No es un amateur que fortuitamente saltó a primera división, sino todo lo contrario. Asciende con un historial que lo avala y con más experiencia que sus referentes de la generación anterior. Como si faltara, ahora también lo abraza una épica que lo expulsó del paraíso, le pidió perdón y ahora le devolvió un lugar aún más relevante en un tiempo nuevo, desafiante pero también más incierto para todos.

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