Del teléfono fijo a las IA y la polarización social

“El teléfono celular dejó de ser una simple herramienta para funcionar como un ambiente en el que nosotros estamos inmersos”, explica Julián Mónaco,

Del teléfono fijo a las IA y la polarización social

Cuando nos preguntamos cómo incidió la tecnología en estos 40 años de democracia, la respuesta se precipita inevitablemente sobre la revolución tecnológica de las comunicaciones, que creció vertiginosamente en estas décadas. Desde los cables de ENTel (Empresa Nacional de Telecomunicaciones) hasta la IA (inteligencia artificial), pasando por las redes sociales, se dio un cruce entre la tecnología, la comunicación y la política que se instaló en nuestras vidas convirtiéndose en el factor de mayor incidencia en los estados de ánimo colectivos.

“El teléfono celular dejó de ser una simple herramienta para funcionar como un ambiente en el que nosotros estamos inmersos”, explica Julián Mónaco, magíster en Comunicación y Cultura, becario doctoral del Conicet. “En el teléfono celular y en las redes sociales sucede parte de nuestra vida sentimental, afectiva, familiar, es una manera de relacionarnos con los demás e incluso incide en lo laboral. Allí se generan también dinámicas políticas muy potentes”.

Recuento histórico

En los 80, según los especialistas, los cambios tecnológicos en materia de comunicación todavía no comenzaban su aceleración: los teléfonos cableados o fijos se instalaban en los domicilios y la televisión dominaba la escena de la información audiovisual.

“El hito tecnológico vinculado con la política, en aquellos años no se dio en el terreno de las comunicaciones” dice Mónaco. “Fue la creación del Banco Nacional de Datos Genéticos, en el año 87. Esto está relacionado estrechamente con la recuperación de la democracia porque es la tecnología que va a permitir que las Abuelas de Plaza de Mayo hagan todo el trabajo de recuperación de los nietos y nietas; además de constituir un desarrollo por el que Argentina fue reconocida en el mundo”.

El torbellino se inició años más tarde, en el 95, cuando internet llegó al país. A partir de allí se sucedieron una serie de puntos claves reflejados en decisiones del Estado que empezaba a reconocer la magnitud del fenómeno y su incidencia en la sociedad. En el año 2000, frente a esta avanzada tecnológica y la posibilidad de afectar la privacidad de los ciudadanos, Argentina promulgó una ley de protección de datos personales, que tiene como objeto resguardar datos de identidad, de salud o de crédito y evitar que sean usados sin consentimiento. La legislación ubicó al país como precursor en la región en la materia.

“Otro momento clave fue la creación de Conectar Igualdad, en el 2010, y el lanzamiento del satélite Arsat, en el 2014”, señala el experto. “Por un lado, a una escala individual se reconoce la necesidad de incorporar a las personas a la vida digital; por otro lado, a escala macro se busca fortalecer la infraestructura”.

El mundo digital se iba convirtiendo en un elemento definitivo para el desarrollo de las sociedades del mundo y los estados comenzaban a reconocerlo como tal. Finalmente en la década del 2010 llegaron los teléfonos inteligentes y las redes sociales: la tecnología propone, de pronto, una transformación de vértigo y su incidencia en la democracia se haría sentir con ejemplos contundentes.

“Aunque reducir la brecha digital aún es una deuda pendiente, apartir del 2010 y 2013, se amplía de manera significativa el acceso a Internet”, explica Florencia Caffarone, economista y co-directora de la Fundación Democracia en Red. “Lo mismo sucede, paralelamente con el uso de los teléfonos smart, que terminan incorporando prácticamente a toda la población en el uso de las redes sociales. Estas tecnologías comienzan a consolidarse como un factor capaz de ampliar las posibilidades democráticas”, sostiene la profesional.

Un claro ejemplo en ese sentido, dicen los especialistas, es el caso de los movimientos feministas: un sector que utilizando las redes digitales, construyó comunidad, logró circular información y empujó las temáticas planteadas logrando que lleguen al ámbito legislativo.

Otro ejemplo categórico fue la vorágine digital que consolidó la carrera política de Javier Milei, electo presidente en las últimas elecciones de Argentina.  

“Las redes sociales permiten que un colectivo social que está detrás de una demanda se articule, llegue a la calle, formule sus demandas y las instale en la agenda pública; pero además, a diferencia de otros momentos históricos; esto sucede con una velocidad frenética”, reflexiona Mónaco.

La pandemia

Julián Mónaco describe la irrupción de la pandemia como un “shock de virtualidad”.

En ese momento los mecanismos que digitalizaron la vida de las personas se corrieron a un primer plano y en todo el mundo la historia de la virtualidad se aceleró.

“Creo que luego de la pandemia terminamos de entender la potencia de estas tecnologías para influir en muchos aspectos de nuestra sociedad”, señala. por su parte, Caffarone. “Se generan muchísimos debates y eso es enriquecedor. Las personas además pueden participar de manera activa porque al dar su opinión e incluso generar nueva información sobre los temas de su interés”.

La contracara de esto, advierten los expertos, es la lógica del algoritmo que aísla a las personas de miradas distintas y contamina el pensamiento crítico a través del sesgo de confirmación, dinámica que lleva a los usuarios a ser receptivos solo con los contenidos que refuerzan sus posturas.

IA

En medio de estas complejas circunstancias, desembarcó la IA. Más allá de sus múltiples usos y beneficios, trajo aparejada una serie de dudas que comenzaron a interpelar a los gobiernos del mundo.  “Un informe del Reino Unido señala que estas tecnologías podrían ser utilizadas para aumentar la escala y la frecuencia y la capacidad de persuasión de las noticias falsas”, dice Mónaco. “Este tipo de tendencias podrían incrementar gravemente la polarización social a la vez que minar la confianza en los gobiernos”.

Argentina, aunque lentamente y sin articulación orgánica, comienza a hacerse eco de la situación. Algunos hitos grafican como el tema comienza a entrar en la órbita del Estado. En 2018, cuenta Mónaco, hubo un Plan Nacional de Inteligencia Artificial que comenzó a abordar el tema desde un aspecto descriptivo.

El 12 de junio de este año, Argentina consiguió un plan de financiamiento del Banco Interamericano de Desarrollo para impulsar proyectos relacionados a inteligencia artificial. Unos días antes, el 12 de junio, la Subsecretaría de Tecnologías de la Información emitió unas recomendaciones para el uso de inteligencia artificial.

“Actualmente podemos pensar a la IA como una tecnología de riesgo”, revela Mónaco. “De la misma manera que lo son tecnologías tan valiosas como la energía atómica o como las industrias aeroespaciales. Un accidente en la industria atómica, por ejemplo, puede causar un gran daño a la población. El debate que hoy se abre es qué sería un accidente en este campo de la comunicación y cuáles son los mecanismos institucionales para contener ese tipo de accidentes como lo podrían ser la intensificación de las falsas informaciones que puedan golpear al tejido social en cualquiera de sus aspectos”.

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