Nada hay de casual en el arte de tapa de “Ciudad Paraíso”. Es un primer plano de Miguel Bazán Frías, figura legendaria del Tucumán de principios del siglo XX y protagonista de uno de los relatos que ofrece Horacio Elsinger en este volumen de cuentos, el segundo desde que editó “La última ballena”. Publicado por La Papa, el libro propone un diálogo entre el escritor y su ciudad, y en esa mirada de Elsinger a San Miguel de Tucumán van confluyendo las historias. La de Bazán Frías es una de ellas.
Hoy a las 20, en la Casa Museo de la Ciudad (Salta 532) se realizará la presentación de “Ciudad Paraíso”, oportunidad en la que Elsinger dialogará con la doctora en Letras Liliana Massara. Con LA GACETA el autor explicó los cómo y los por qué de estos cuentos, y reveló sus vivencias del día a día en esta San Miguel de Tucumán que eligió narrar.
- ¿Cómo se configuró esta idea de abordar la vida de nuestra ciudad por medio de una selección de cuentos?
- Empecé a escribir el primer cuento “Ciudad Paraíso” sin saber que iba a terminar dándole también título al libro. No existe la obra como tal antes de la escritura misma, gran parte del goce de escribir consiste en aquello impensado o inesperado que aparece en el acto mismo de hacerlo. La idea inicial era contar la historia de un militante revolucionario de los ‘70, que parte al exilio en Chicago, y la relación especial que este establece a través del recuerdo con su ciudad natal. En ese primer relato ya hay algunas semillas del relato siguiente que escribí: “Bazán Frías, el Bandido Milagroso”. Esas semillas son las menciones en “Ciudad Paraíso” de la escena urbana de San Miguel a principios de 1900, que es la misma en la que actuó Bazán Frías.
- ¿Cómo fue el proceso de escritura; cómo fueron apareciendo los distintos temas urbanos?
- A partir del momento en que escribí los dos cuentos largos que mencioné, en los que San Miguel tiene una fuerte presencia, poco a poco fueron surgiendo distintas historias que en su mayoría tienen como escenario nuestra ciudad.
- Conviven en los cuentos personajes históricos y otros de ficción, ¿cómo trabajás esos ensambles?
- Tomemos el caso de Bazán Frías que es un personaje real del que existen elementos documentales, pero al mismo tiempo también es un mito, un santo en la creencia popular. En este caso recurro a una mezcla de géneros, en la que con apego a los hechos, pero sin resignar la ficción, se cuenta la historia del célebre bandido tucumano. No lo hago por una pretensión vanguardista. Creo que mezclar algo de ensayo, periodismo y relato policial permite aproximarnos mejor al personaje.
- ¿Cuál es tu relación con la ciudad? ¿Cómo juega al momento de escribir?
- Para algunos, una ciudad tiene el misterio y el encanto de la mujer que se amó entre sus calles. Para otros una ciudad se define por sus olores y sus sabores. San Miguel se asocia o asociaba al aroma de los azahares y la melaza. En mi caso, como cualquier ciudadano de aquí, sufro la ciudad y al mismo tiempo la amo. Es una relación de amor odio, intensa y ambigua y, a la hora de escribir juega un papel fundamental porque soy escritor fundamentalmente urbano.
- ¿Crees que en Tucumán hay una relación de amor-odio con la ciudad? ¿Cómo creés que los tucumanos nos vinculamos con la vida urbana?
- Creo que la relación de amor odio con la ciudad es universal. Los tucumanos -no solo los que vivimos en San Miguel- somos fundamentalmente urbanos y eso tiene que ver con que la industria azucarera no se concentró en la ciudad capital sino que se diseminó por el campo generando pequeñas ciudades y pueblos alrededor de cada ingenio. Es decir, el modelo urbano se diseminó por gran parte de la provincia.
- ¿Dónde ubicás estos cuentos en el marco de tu proyecto de escritura?
- “Ciudad Paraíso” constituye el segundo libro de relatos que escribo, el primero fue “La última ballena” (2012); también tengo escritas las novela “La Virgen de los ojos cerrados” (2014) y “La novela perdida” (2016). Pienso que “Ciudad Paraíso” constituye una suerte de homenaje a San Miguel con un título un tanto irónico, por eso el libro comienza con un epígrafe que es, a la vez, también una dedicatoria a San Miguel: Ciudad amada odiada/ Me entregué al azar de tus calles pobladas de naranjos y lapachos,/ y estuve en sitos de amor y de batalla.