Fue un día de dolor e impotencia para los bomberos

Jonathan Ezequiel Agudo, de 32 años, estuvo cuatro días en terapia intensiva. Falleció ayer por las heridas que había sufrido durante el incendio en el Mercado Persia. Bomberos de la Policía y voluntarios lamentaron la muerte y contaron cómo se arriesgan día a día en una de las profesiones más estresantes del mundo. La voluntad y la capacitación son fundamentales.

JONATHAN EZEQUIEL AGUDO. El bombero tenía apenas 32 años. la gaceta / fotos de analía jaramillo / juan pablo sánchez noli JONATHAN EZEQUIEL AGUDO. El bombero tenía apenas 32 años. la gaceta / fotos de analía jaramillo / juan pablo sánchez noli

Cuando oyen la sirena, no hay tiempo para pensar en cuestiones personales. Hay que dejar todo y salir corriendo. En los cuarteles, buscan los trajes estructurales, sus cascos, sus botas y los equipos de respiración. Un combo que cuesta más de $ 2 millones. Pese a que los protege, no tienen garantizado que saldrán ilesos cuando van a combatir incendios. Y a veces no regresan.

Los bomberos de la Policía y los voluntarios están de duelo. La muerte de Jonathan Ezequiel Agudo, de 32 años, fue un cimbronazo que pegó fuerte. El oficial estuvo en la terapia intensiva del hospital Padilla durante cuatro días. No pudo salir del estado de gravedad en el que se encontraba debido a las múltiples lesiones sufridas durante el incendio en el Mercado Persia, el domingo. En el mismo siniestro, otros cinco bomberos resultados heridos.

El director del Padilla, Jorge Valdecantos, informó ayer que si bien tenía algunas quemaduras, había sufrido un traumatismo, un golpe en la cabeza y en la cara. El martes su estado se agravó como consecuencia de un edema cerebral. También tenía una contusión en ambos pulmones. Se cree, según el profesional, que el golpe se produjo cuando se desplomó parte de la estructura del Persia.

Fue un día de dolor e impotencia para los bomberos

“Todos los bomberos en nuestra carrera nos preparamos para situaciones difíciles y, por supuesto, una de ellas es enfrentar en algún momento tal vez la muerte. Cuando asumimos el rol de trabajar en esta profesión tan riesgosa sabemos que es algo que puede pasar. Sin embargo, estos hechos dan mucha tristeza en todo el ambiente bomberil”, expresó el jefe del cuerpo de bomberos voluntarios de Yerba Buena, Hernán Rodríguez Salazar. Al mismo tiempo, llamó a la reflexión: “hay que evaluar porqué suceden estas cosas y trabajar y que no se vuelvan a repetir”.

Ángel Aguilar, jefe del cuerpo de Bomberos Voluntarios de Tafí Viejo, señaló que la muerte de un efectivo es algo muy doloroso. “Uno sabe que se arriesga desde que sale de su casa y sabe que hay una emergencia. Es una situación muy dura también para los familiares. Sabemos que uno puede dejar la vida en un incendio. Sin embargo, trabajamos día a día, nos capacitamos cada vez más para prevenir estas tragedias. Es mucho el sacrificio. Igualmente, hay cosas que no se pueden evitar, ni con los mejores equipos del mundo”, sostuvo.

Recordó que la última vez que lamentaron el fallecimiento de un bombero en acción fue en 2012, cuando el jefe de Bomberos Voluntarios de Tafí del Valle, Zenón Lazarte, fue embestido por un automóvil cuando asistía a un motociclista que se había accidentado en la ruta 307.

Fue un día de dolor e impotencia para los bomberos

“Estas situaciones lamentables siempre nos deben llevar a mejorar las condiciones de los bomberos. En el caso del incendio en el Persia fue un efectivo de la provincia; si hubiera sido un voluntario probablemente no tendría ni un seguro de vida. Es necesario terminar de reglamentar cuanto antes la ley de bomberos voluntarios”, remarcó.

Andrés Cuenya, oficial ayudante y voluntario hace unos 10 años en el cuartel de Yerba Buena, cuenta que desde que llegaron el domingo a prestar servicios en el incendio del Mercado Persia quedaron impactados por la noticia de que había bomberos heridos.

Para los camaradas de Agudo, se fue un verdadero héroe. “Así lo recordaremos; siempre se esforzó por capacitarse y mejorar”, describieron sus compañeros de los bomberos de la Policía de Tucumán, donde él trabajaba.

Cómo se arriesgan

Afrontar cualquier siniestro es difícil para los bomberos, pero los incendios estructurales son un gran desafío porque pueden colpasar la edificación o parte de ella. Por eso, según explican, al llegar al lugar deben evaluar antes de entrar si hay personas en riesgo en el interior del inmueble o si corren peligro las viviendas colindantes.

“Generalmente, en este tipo de siniestros, el oficial de bomberos a cargo hace una evaluación de la situación apenas llegan y en fracciones de segundo debe decidir cómo atacar el fuego, si hace una línea de ataque con dos francos, si debe romper puertas o ventanas para entrar, entre otras cosas”, explica el comisario Gabriel López, subdirector de la Dirección General de Bomberos de la Policía.

En el caso del Mercado Persia, cuando llegaron ya era un incendio estructural casi generalizado y si bien no había personas en el interior, la urgencia era apagar el fuego porque este comprometía la seguridad en las propiedades vecinas, donde sí había personas. “El fuego se propagaba a gran velocidad y con una gran temperatura”, añadió.

Según explicó, siempre la prioridad es proteger la vida en un siniestro. Por eso, también cuando llegan a un incendio se forma un equipo especial para localizar posibles víctimas.

“La del bombero es una tarea muy complicada, que requiere sobre todo de mucha voluntad y capacitación. También contar con los recursos necesarios. Igualmente, es algo muy arriesgado . Cuando entramos a un siniestro, desconocemos si hay otros materiales que pueden ser peligrosos, como ser garrafas o cilindros con gas”, describió.

Salazar y Aguilar remarcaron que para hacer frente a las llamas los bomberos necesitan de equipos de respiración autónomos (ERA), que constan de un tanque de oxígeno conectado a un casco, elemento que deben usar en forma obligatoria, al igual que las botas, los guantes, una capucha (le dicen monja). El equipo se completa con una chaqueta y pantalón, certificados bajo normas norteamericanas y europeas. Todo esto cuesta entre $2 y $4 millones de pesos, dependiendo si son o no materiales de última generación y homologados.

Sólo el equipo de respiración cuesta alrededor de $1 millón de pesos. Los trajes pueden pesar hasta 23 kilos y están fabricados con materiales resistentes al calor y al fuego.

“En los incendios estructurales, las estructuras pueden colapsar por las altas temperaturas. Es muy peligroso. Por más equipo que uno use, si se cae una pared, un techo o una viga hay riesgo de muerte. Generalmente, en este contexto un bombero entra 15 minutos a combatir el fuego y sale; es relevado. Descansa, y vuelve a entrar si está en condiciones”, describió Salazar. Sabe perfectamente que es una de las profesionales más estresantes y arriesgadas del mundo. Pelean con altísimas temperaturas, gases tóxicos y sustancias irritantes. Se arriesgan y en la mayoría de los casos lo hacen ad honorem. ¿Qué los moviliza? La satisfacción -dice- es ayudar al otro: salvar vidas no tiene precio.

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