01 Diciembre 2023

El disgusto que provoca  el ya cotidiano aumento de los precios en absolutamente todos los artículos es cada vez más difícil de disimular, frente a los increíbles y groseros ataques a nuestra tranquilidad mental, no sólo anhelada sino también prometida por los actores del mandato constitucional, falsos David jurando vencer con su pobre gomera al Goliat de la inflación. Son licencias que desconciertan. Ante estas, la mirada queda fija al no entender la cuenta a pagar ante cualquier gasto. Obligan a dominar el arte escénico -amargura mediante- de simular capacidad de obstruir el desborde emocional ante extraños. Todo sea por las apariencias y la necesidad. También de esperanzas se vive. Pero al llegar a casa, y en la intimidad, puede surgir el diálogo: “Vieja, ¿qué hay para comer?”; “Y los chicos?”; “-Hay solamente sopita y pan de ayer. Nada de fruta ni gaseosa. Me pidieron $1.000 por tres bananas”. Ahí sí saltó el monstruo en toda su dimensión: ¡Sálvese quien pueda!

Darío Albornoz                                    lisdaralbornoz1@gmail.com



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