Lo bueno, lo malo y lo feo

AFP AFP
11 Diciembre 2023

El cuarto gobierno kirchnerista ha concluido en el preciso instante en que daba comienzo la gestión de La Libertad Avanza. Todo ello aconteció ayer, durante el día en que el retorno del Estado Constitucional de Derecho cumplió, en la Argentina, cuatro décadas ininterrumpidas. La jornada estuvo signada por actos, gestos, visitas, ausencias y palabras de profunda significación.

Justamente, que los argentinos pudieran celebrar 40 años continuados de democracia se encuentra entre los hechos más positivos de la jornada. Por caso, se cumplieron ayer, también, 20 años de Presidentes de la Nación que concluyen sus mandatos. Lo lograron Néstor Kirchner, Cristina Fernández en dos oportunidades, Mauricio Macri y Alberto Fernández. Eso, en la primera mitad de este ciclo de institucionalidad, no ocurrió ni con el radical Raúl Alfonsín ni con su correligionario Fernando de la Rúa. El aniversario de la democracia, además, llega signado por la alternancia de signos políticos en la conducción del Estado. Ese es el síntoma más acabado de que los comicios, en este país, siguen siendo competitivos. En otros términos: el poder es, realmente, del pueblo.

La herencia

No todo ha sido una fiesta, sin embargo. Javier Milei, en su primer discurso como jefe de Estado, informó a la Nación cuál es la situación del país del que se hace cargo. “Prefiero decirles una verdad incómoda antes que una mentira confortable”, fue la síntesis del titular del Poder Ejecutivo Nacional respecto del diagnóstico que brindó. Claro está, que el mandatario asuma realizando un inventario de la “herencia” que recibe del kirchnerismo marca un contraste respecto de la gestión de Cambiemos: cuando Mauricio Macri llegó a la Casa Rosada en 2015 omitió ese detalle, en nombre de que había que gobernar mirando al futuro. El “relato” de los “K”, y su parcializada reinterpretación del pasado reciente, se lo agradecieron con creces en 2019.

Pero acaso por aquel refrán popular que pretende que “nunca es triste la verdad, pero lo que no tiene es remedio”, que el libertario clarificase cuál es la situación de la Argentina desde “su verdad” es un aporte invalorable para entender lo que viene. La primera fuente del derecho debe ser la razón. Aclarado ello, lo informado al pueblo no es alentador. Dicho de otro modo, lo malo de la jornada es la dimensión de las oprobiosas consecuencias del último ciclo populista.

En dos décadas, el kirchnerismo pasó de su presidencia fundacional, que supo ostentar “superávit gemelos” (superávit en las cuentas del Estado, porque se gastaba menos de lo que se recaudaba; y superávit comercial, porque se exportaba más de lo que se importaba), a un esquema totalmente contrario. “Hoy nos deja déficits gemelos por un 17% del PBI”, sentenció Milei. De esa cifra, 15 puntos corresponden al déficit consolidado del Banco Central (10%) y del Tesoro Nacional (5%).

“Los costos del desmadre monetario del gobierno saliente, haber emitido por 20 puntos del PBI como se hizo en el gobierno saliente, no es gratis: lo vamos a pagar en inflación”, advirtió. Para que no queden dudas sobre los peligros que se ciernen sobre este escenario, evocó nada menos que los antecedentes de Celestino Rodrigo, el ministro de Economía de María Estela Martínez de Perón. El “Rodrigazo”, en 1975, fue un “sinceramiento” de la economía: se liberaron los precios y las tarifas, luego de que tras la muerte de Juan Domingo Perón en 1974, dejara el Ministerio de Economía José Ber Gelbard y el Gobierno convalidara paritarias del orden del 150%. Eso llevó a la Argentina a registrar, por primera vez, una inflación de tres dígitos, por encima del 330% anual. Para más espantos, la brecha cambiaria que deja el kirchnerismo entre el dólar oficial imposible de obtener ($ 366) y los dólares financieros y legales que sí se consiguen (el MEP y el CCL rondan los $ 990) es del 170%. “Son niveles similares a los que teníamos en el ‘Rodrigazo’”, comparó.

Según Milei, dado el volumen de dinero circulante como consecuencia de la emisión irracional e irresponsable del cuarto gobierno “K”, la situación es ahora severamente peor. Decenas de veces peor. Puntualizó que, con el “Rodrigazo”, “se multiplicó por seis veces la tasa de inflación. Un evento similar implicaría multiplicar la tasa de inflación por 12 veces y dado que la misma viene viajando a un ritmo del 300%, podríamos pasar a una tasa anual del 3.600%”, describió.

Pero eso no es todo. Y ni siquiera es lo peor. A octubre pasado, la deuda remunerada del Banco Central (las “Leliq” y los “pases”) totalizaba 22 billones de pesos (al 22 hay que agregarle 12 ceros). El triple de la masa de dinero circulante. Por ello, Milei habla de que el desmanejo de esa “bomba” podría multiplicar por cuatro la cantidad de plata en la calle, lo cual sería equivalente a un apocalipsis económico. “Es peor que la (deuda remunerada que) había antes de la hiperinflación de Alfonsín: se podría cuadruplicar la cantidad de dinero y llevar la inflación al 15.000%”. Es decir, una hiperinflación cuatro veces superior a la del primer gobierno del ciclo democrático actual.

Entonces, el nuevo Presidente notificó que el Gobierno de Alberto Fernández y de Cristina Kirchner deja “una inflación plantada del 15.000% anual. Este número que parece un disparate: implica una inflación del 52% mensual, mientras que hoy mismo ya viaja a un ritmo entre el 20 y 40% mensual según estimaciones privadas entre diciembre y febrero”. Ese cataclismo hiperinflacionario “llevaría a la pobreza por encima del 90% y la indigencia por encima del 50%. No hay solución alternativa al ajuste”. Aseveró. Lo repitió, a lo largo de los 30 minutos de su alocución, en seis oportunidades.

La cuenta

A esto se suman (la cosecha de desastres kirchneristas nunca se acaba) los problemas de “caja”. Según el recién asumido jefe de Estado, la deuda con los importadores alcanza ya los 30.000 millones de dólares. Las utilidades retenidas a las empresas extranjeras suman otros 10.000 millones de dólares. Las deudas del Banco Central y de YPF suman 25.000 millones de dólares adicionales. Más otros 10.000 millones de dólares de deuda del Tesoro Nacional.

“La deuda asciende a 100.000 millones de dólares, a la que habrá que sumar a los 420.000 millones de dólares existente. Los vencimientos de deuda en pesos equivalen a 90.000 millones de dólares y 25.000 millones de dólares con organismo de crédito”, describió. El correlato social de este escarnio financiero es igualmente alarmante. “Esto transcurre en una economía que no crece desde 2011. El empleo formal en el sector privado se mantiene estancado en 6 millones de puestos de trabajo, superado en 33% por el empleo informal”, contextualizó. La pobreza es ya, según el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA, del 45%. Y la indigencia ronda el 10%.

Frente a semejante cuadro de situación, el mandatario nacional promete que va a haber “luz al final del túnel”. Pero también alerta que, en la entrada del túnel, la situación va a empeorar en el corto plazo. “Habrá estanflación, pero no es algo muy distinto a lo que ha pasado en 12 años: el PBI per capita cayó 15% cuando acumulamos 5.000% de inflación. Por lo tanto hace más de una década que vivimos en estanflación”, contrastó.

“Es el fin de la noche populista”, describió Milei cuando, en su segundo discurso, habló desde el balcón de la Casa Rosada. En rigor, asistimos al final de la fiesta kirchnerista. Y ahora hay que pagar la factura de ese festín para unos pocos. Al final, de eso se trataba la mentada “puja distributiva” de la que hablaban los “relatores” del oficialismo: una puja para que 46 millones de argentinos pagaran el saqueo que ejecutó la cúpula “K”. Curiosa redistribución de la riqueza la que establecieron: las cuatro presidencias kirchneristas fueron una fábrica de “nuevos ricos”, mientras los argentinos éramos, todos, cada vez más pobres.

La estridencia

Los libertarios vivieron ayer una larga jornada de celebraciones. Comenzó al mediodía con la asunción de las nuevas autoridades y se prolongó hasta la noche con la gala del Teatro Colón. Todo ello pasando por una ecuménica invocación interreligiosa en la Cátedra de la Ciudad de Buenos Aires. Hubo, sin embargo, un hecho que para muchos seguramente no empaña la fecha, pero que fue estridente: el recién asumido Presidente no habló ante los miembros del Congreso.

En la Cámara de Diputados están los representantes del pueblo argentino. En el Senado, los representantes de las provincias. Hablar ante esa asamblea era hablarle a toda la Nación. Y, sobre todo, honrar los principios de un sistema de gobierno representativo. Republicano. Y federal. Milei, en cambio, prefirió hablarle sólo a sus seguidores. Claro está, a él puede no gustarle la composición del Congreso: La Libertad Avanza tiene sólo 38 de los 257 diputados; y apenas siete de los 72 senadores. Pero a cada uno de ellos los eligió el pueblo en las urnas, igual que al actual mandatario.

La pretensión de que el jefe de Estado eligió hablar directamente con “la gente” y darle la espalda a “la casta política”, en un recinto donde acaso podría haber recibido abucheos, tampoco es un atenuante: para que haya democracia necesariamente debe haber políticos. Si no hay políticos, entonces el sistema será otro: será una oligarquía, una aristocracia, una monarquía, una dictadura o una anarquía. Mas nunca una democracia. Por supuesto que pueden ser consagrados mejores políticos y, también, un parlamento más proclive a las ideas libertarias: el actual Gobierno tiene dos años para convencer a los argentinos de que lo acompañen en los comicios de medio término. Pero no se puede “saltear” al Congreso. Mucho menos si se decide gobernar en nombre del liberalismo, que en cada suerte de su historia ha colocado a los parlamentos en el centro de su escena.

Por supuesto, no sólo el discurso de Milei sino la estética libertaria persiguen la noción de que un ciclo ha concluido y de que una nueva era comienza. Una etapa disruptiva respecto de lo que el nuevo Presidente define como “100 años de decadencia”. Pero ser “diferentes”, sobre todo en este país, no pasa por dejar la república de lado. Loris Zanatta, profesor de Historia de América Latina en la Universidad de Bolonia, lo dijo el sábado, entrevistado en Radio Mitre por Miguel y Nicolás Wiñazki: ser transgresor en la Argentina sería, verdaderamente, gobernar cumpliendo con la ley.

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