Dos visiones sobre Gaza
Ahora es cada vez más evidente que se ha convertido en un atolladero del que a Israel le resultará difícil salir. Lo que está en juego es qué hacer con Gaza una vez que cesen las hostilidades e incluso si el ejército israelí vence a Hamas, la pregunta esencial seguirá siendo: ¿qué hacer con Gaza?
Por César Chelala para LA GACETA
No es ningún secreto que no existe unanimidad sobre cómo proceder una vez que la guerra termine. Los funcionarios estadounidenses y árabes temen que Israel esté ignorando las lecciones de Irak y Afganistán, donde las victorias militares iniciales fueron seguidas por años de militancia violenta y conflictividad. Las matanzas masivas de palestinos probablemente crearán una nueva generación de combatientes dispuestos a morir contra un enemigo mucho más poderoso.
En un esfuerzo por eliminar a Hamas, el norte de Gaza ha sido devastado y se ha desarrollado rápidamente un desastre ambiental. Un poema de Aharon Shabtai, un poeta israelí, puede ofrecer una visión del futuro de esa tierra arrasada. En “Los árboles están llorando”, traducido inicialmente del hebreo al inglés por Peter Cole, Shabtai escribe: Los arboles están llorando/ en la Tierra de Israel,/ los soldados de Roma están arrasando/ acre tras acre;/ no hay compasión/ para el ropaje de la tierra;/ sus siete especies./ Todos los árboles/ serán vendidos a un comerciante;/ no se harán cruces/ para Jesús y Barrabás./ Y en estas parcelas de tierra/ se otorgarán concesiones/ a Burger King/ y Kentucky Fried Chicken.
La inmensa destrucción está aumentando el odio y haciendo que uno se pregunte si algún día será superado. El poema “Venganza”, del poeta palestino Taha Muhammad Ali, puede proporcionar una respuesta –una biografía de Muhammad Ali de la escritora Adina Hoffman, My Happiness Bears No Relation to Happiness: A Poet’s Life in the Palestina Century (Mi felicidad no tiene relación con la felicidad: la vida de un poeta en el siglo palestino), ganó el premio Wingate del Jewish Quarterly 2010–:
A veces… deseo/ poder encontrarme en un duelo/ con el hombre que mató a mi padre/ y arrasó nuestra casa,/ expulsándome/ a/ un país estrecho./ Y si me matara,/ descansaría por fin,/ y si estuviera listo,/ ¡me vengaría!/ Pero si saliera a la luz,/ cuando apareciera mi rival,/ que él tenía una madre/ esperándolo,/ o un padre que pondría/ su mano derecha sobre/ el lugar del corazón en su pecho/ cada vez que su hijo llegara tarde/ incluso por solo un cuarto de hora,/ para una reunión que habían acordado,/ entonces no lo mataría,/ aun si pudiera./ De la misma manera... yo/ no lo ejecutaría/ si pronto se aclarara/ que tenía un hermano o hermanas/ que lo amaban y anhelaban constantemente verlo./ O si tuviera una esposa que lo recibiera/ y niños que no podrían soportar su ausencia/ y a quienes emocionarían sus regalos./ O si tuviera/ amigos o compañeros,/ vecinos que conociera/ o reclusos con quienes compartiera la prisión/ o una habitación de hospital,/ o compañeros de su escuela…/ preguntando por él/ y enviándole saludos./ Pero si él volviera/ a estar solo,/ como una rama cortada de un árbol,/ sin madre ni padre,/ sin hermano ni hermana,/ sin esposa ni hijos,/ y sin parientes ni vecinos ni amigos,/ colegas o compañeros,/ entonces no añadiría nada a su dolor/ dentro de esa soledad,/ ni el tormento de la muerte,/ ni el dolor de perecer./ En lugar de eso estaría feliz/ de ignorarlo cuando pase junto a él/ en el discurrir de la vida. Así yo/ me convencí/ que no prestarle atención,/ era, en sí mismo, una especie de venganza*.
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César Chelala - Periodista y escritor premiado sobre temas de Derechos Humanos, corresponsal extranjero de The Middle East Times International (Australia) y editor colaborador de The Globalist.
*La traducción al castellano es de Jorge Gustavo Perera.