Antonella Slame tiene 23 años y decidió emprender un nuevo capítulo en su vida luego de haberse enfrentado a diferentes desafíos como jugadora y como árbitra de básquet.
Su historia es un claro ejemplo de determinación y de superación, especialmente en un ámbito ocupado principalmente por hombres.
Su etapa como árbitro de básquet comenzó en 2017 y Antonella aún recuerda sus primeras incursiones. “Dirigí muy poco el “maxi” Básquet porque éramos pocas mujeres en ese momento. Ahora somos cinco o seis, pero muchas no se dedican a tiempo completo”, relata la joven que cuando tenía 17 años decidió poner en pausa su carrera como jueza para dedicarse a jugar. “No se podía hacer las dos cosas. No estaba bien visto y a esa edad tenía muchas ganas de jugar”, explica “Anto”, que también jugó muchos años al rugby cuando la mayoría de los clubes tucumanos todavía no contaban con la categoría femenina.
El año pasado, gracias a la insistencia de su hermana (Erika Slame), volvió a dirigir partidos de básquet. Erika también es árbitra, pero vive en Junín, aunque allí también se encuentra algo limitada en su proyección hacia la Liga Federal. “Al no haber muchas mujeres, no la mandan a Capital. Es como que no está el presupuesto para bancar a una sola árbitra”, asegura. Ese obstáculo motivó a Antonella a retomar el arbitraje, probándose para dirigir en Junín, una ciudad reconocida por su excelencia en la escuela de jueces.
Con valentía, se enfrentó a desafíos éticos al arbitrar partidos masculinos y femeninos mientras continuaba jugando. “No está bien que yo dirija y juegue, pero lo hago. La llevo muy bien, es algo que me gusta”, confiesa. Su dedicación y su versatilidad la llevaron a dirigir desde la Superliga hasta el Pre-Federal, destacándose su habilidad y su compromiso con el deporte. “Si es femenino solamente arbitro partidos de las juveniles”, asegura.
Antonella también aborda la cuestión de género en el arbitraje y destaca la evolución: “Ahora cambió el trato a la mujer. Hoy, si le levantás la voz a una mujer ya tiene otras herramientas para defenderse”. Sin embargo, reconoce que no todas experimentan la misma aceptación. “Otras chicas por ahí sí tienen inconvenientes porque hay quienes creen que por ser mujer te pueden pasar por encima y muchas veces no se animan a plantarse”, aclara.
Con optimismo, Antonella vislumbra un futuro más inclusivo para las mujeres en el arbitraje. “Estamos progresando. Conozco árbitras de Salta que de a poco van probando en el Federal; las oportunidades van apareciendo”, advierte y destaca la importancia de aumentar la presencia femenina en el arbitraje, y la necesidad de brindar más incentivos para que esto ocurra.
Aparte de su dedicación al básquet, “Anto” ha demostrado ser una mujer multifacética. Mientras estudiaba Nutrición, también completó un curso de bartender. Ahora, con el deseo de progresar en su carrera arbitral, se embarca en una nueva aventura: mudarse a Junín, desde donde estudiará Recursos Humanos a distancia.
La mudanza no sólo representa un paso hacia el crecimiento profesional para ella, sino también un apoyo fundamental a su hermana Erika. “Me voy para poder ayudarla porque al haber dos, van a haber más posibilidades de que podamos llegar a Capital Federal”, revela. Este acto de solidaridad refleja la fuerte conexión entre las hermanas y su determinación compartida de abrirse camino en el mundo del arbitraje.
La familia Slame siempre estuvo rodeada de deporte. Su hermana más chica jugó al rugby; su mamá, además de jugar al básquet, suele correr maratones. Su hermana Erika es árbitra y juega al básquet; en tanto que su hermano tuvo un breve paso por las formativas del deporte de la pelota naranja.
Su carrera, todavía en ascenso, personifica la perseverancia y el coraje necesario para desafiar las barreras de género dentro del deporte. Su historia es una inspiración para las mujeres que buscan destacarse en campos tradicionalmente dominados por hombres, demostrando que con pasión, dedicación y apoyo se pueden superar todos los obstáculos.
La llegada de Antonella a Junín no sólo marca el comienzo de un nuevo capítulo en su vida, sino también un hito en la búsqueda de la equidad en el arbitraje de básquet femenino.