Agua en estado “neutralizado”

LA GACETA/FOTO DE GUSTAVO FRÍAS SILVA LA GACETA/FOTO DE GUSTAVO FRÍAS SILVA

La palabra “neutralización” se viene usando desde hace tiempo en las obras públicas que se han parado por diversos motivos, generalmente causados por la alta inflación. Falta de pago, de fondos, por actualización o modificación del trabajo... De eso se habló el año pasado cuando se advirtió que no se había hecho casi nada de la renovación de la ruta 307 entre El Infiernillo y Amaicha. Ahora se podría aplicar a casi todas las obras que la Provincia imaginó o anunció que iba a realizar con fondos nacionales o internacionales. Todo parado, “no hay plata”.

Para colmo, se rompe un puente que se suponía arreglado, se advierte que hay que empezar a fojas cero con las fisuras de El Cadillal, cuando ya debería estar terminado el trabajo, y no se sabe cuándo se va a hacer el acueducto de Vipos (que iba a estar casi terminado en 2025, según las primeras ilusiones cuando se fue anunciado hace dos años). Todo está neutralizado.

El suplicio de Sísifo

Lo del puente Quilmes, sobre la ruta 40 en el cruce con la 307, no se entiende. Hace un año se había roto el mismo sector que ahora. En 2023 había que hacer un terraplén sobre el sector oeste, poner la nueva placa (falso estribo) y, según opinaba el entonces legislador opositor y hoy Director de Energía, ingeniero José Ricardo Ascárate, había que hacer gaviones, excavar 30.000 metros cúbicos de material que tapaba medio puente y restituir la margen este del río Santa María. Además de que, agregaba, desde 2012 no se había hecho mantenimiento en el río.

Pasó un año y hoy el nuevo Director de Vialidad, Marcelo Nazur, aclarando que apenas llevan tres meses de gestión, explica que hubo “fracasos a la hora de encontrar un acuerdo con las empresas constructoras”, e incluyó que incidió la “inestabilidad económica”.

La Dirección de Vialidad, responsable de mantenimiento de los ríos, está muda. El 2 de febrero del año pasado el entonces ministro de Obras Públicas, Fabián Soria, decía que “el gobernador Osvaldo Jaldo nos pidió, además de habilitar nuevamente el puente, que trabajemos en una solución definitiva para este paso”. Un año después, está neutralizado. Es el absurdo suplicio de Sísifo: empujar hasta la cima de una montaña una roca que siempre regresaba al lugar de origen. Hay que volver a hacer también esta tarea desde cero.

Este puente no forma parte de las obras más urgentes por las cuales negociar con la Nación, aunque sí los arreglos de la ruta 307. Se supone que Vialidad le hará el nuevo terraplén para habilitar un paso precario cuando el río lleve menos agua. Pero hay que esperar a que pase la temporada de lluvias, a mediados de abril. Mientras tanto, la población que circula entre Amaicha y Colalao del Valle (escolares, docentes, empleados, productores) tiene que hacer un desvío de 35 km por Santa María. La pregunta es: ¿hay responsables por esta mala gestión tanto en su factura como en su control? Tucumán ya arrastra la vergüenza de que se le cayeron 12 puentes en los últimos años y su reposición ha sido escasa. El de Lules, arrastrado en 2015 por las aguas por falta de mantenimiento del río, también obligó a la gente de Lules y San Pablo a hacer un desvío de 40 kilómetros para ir de un lado a otro. El del río Jaya, en el parque Nacional Los Alisos se cayó en 2015 cuando lo acababan de colocar. Hay otros, como uno en la entrada de Zárate sobre el río Tacanas, caído hace dos décadas. Jamás lo van a reponer. O el viejo puente de la ruta 301 en Río Seco, arrastrado por las aguas hace cinco años.

Sin plan director

“Lo más importante es seguir una secuencia de acciones que te da un plan director, porque si no, se dan obras necesarias pero puntuales. Eso pasó con el Canal Sur, que formaba parte de un proyecto que quedó incompleto. Eso pasa con las obras que se hacen siempre en base a la falta de plata”, decía hace un año el ex secretario de Obras Públicas, Raúl Natella. “Un plan director es objetivo porque persigue un fin general. Lo deben hacer especialistas. Eso falta”.

Las lluvias también están poniendo en jaque la estructura del dique El Cadillal, que ha quedado sin arreglo después de que una empresa contratada de modo directo por la Provincia hiciera la obra para arreglar las fisuras en la Presa N° 3 y dijera que hay que ampliar el trabajo porque aparecieron nuevas cavidades. Pero ya se acabó la plata del contrato y el Gobierno le inicia querella judicial a la empresa concesionaria del embalse, Hidroeléctrica Tucumán, que depende de la Nación, para que devuelva el dinero gastado y para que haga las obras que hacen falta.

Alta incertidumbre

Mientras tanto, se ha determinado que no se puede dejar crecer el nivel del embalse más allá de la cota 604. “Las consecuencias de estos cambios sobre el comportamiento hidráulico y estructural de la presa son difíciles o imposibles de ser evaluados a priori. La situación actual conlleva por lo tanto un nivel de incertidumbre muy elevado sobre el comportamiento de la presa, lo cual podría también ser más problemático en comparación con el comportamiento antes de la intervención”, decía en diciembre el consultor Roger Bremen. Eso quiere decir que no se va a guardar agua para el invierno y aunque el Gobierno dice que no se prevé emergencia hídrica para la población, la industria y el riego para el agro, no hay certezas. El ingeniero hidráulico Franklin Adler, que estudia el problema del agua en Tucumán, dice que El Cadillal ya perdió casi el 50% de su vida útil y que tendrá “una situación análoga a la de una mayor colmatación con sedimentos, proceso natural en todo embalse, anticipando el futuro o simulando una aceleración de su agonía”.

El suministro de agua en invierno podría ser con liquido dudoso (marrón) como ocurrió en este verano. En cuanto a los ingenios, estas limitaciones obligarán a inversiones importantes, que ahora (las industrias) se verán obligadas a apresurar si no se resuelve el problema de la presa 3. “De todos modos, el proceso de racionalización del uso del agua será progresivamente forzoso puesto que la inexorable pérdida de volumen útil del embalse asegurará cada vez menos agua a los usuarios”, dice. En cuando los regantes, mayormente de caña de azúcar y citrus, “deberán efectuar inversiones en pozos de extracción de aguas subterráneas, y consecuentemente, a la adopción de riego tecnificado (aspersión, microaspersión o goteo) para el aprovechamiento eficaz de un recurso más costoso”. Y concluye: “son de esperar impactos sociales en la zona”.

El suplicio de Tántalo

Tántalo, en la mitología griega; tenía a su lado un río cuyas aguas se retiraban de sus labios cuando iba a beber. Esta neutralización de la obra de las fisuras parece anticipar un suplicio semejante al de Tántalo. En cuanto a la solución esperada del acueducto de Vipos -que en teoría va a dar solución a una población de unas 240.000 personas entre noroeste de Capital, Yerba Buena, Tafi Viejo y Tapia- hay un pedido ante la Nación para que alivie los fondos. Mientras tanto, el titular de la Sociedad Aguas del Tucumán, Marcelo Caponio, dice que mejoraron con parches el viejo acueducto. Sucede que la nueva construcción para llevar agua tiene financiación internacional aprobada del Banco Interamericano de Desarrollo, pero quien tendrá que devolver el préstamo es la Nación. Y esta dice que no hay plata. ¿También quedará neutralizada? “Lo más importante es seguir una secuencia de acciones que te da un plan director, porque si no, se dan obras necesarias pero puntuales. Eso pasó con el Canal Sur, que formaba parte de un proyecto que quedó incompleto. Eso pasa con las obras que se hacen siempre en base a la falta de plata”, decía hace un año el ex secretario de Obras Públicas, Raúl Natella. “Un plan director es objetivo porque persigue un fin general. Lo deben hacer especialistas. Eso falta”.

Las lluvias también están poniendo en jaque la estructura del dique El Cadillal, que ha quedado sin arreglo después de que una empresa contratada de modo directo por la Provincia hiciera la obra para arreglar las fisuras en la Presa N° 3 y dijera que hay que ampliar el trabajo porque aparecieron nuevas cavidades. Pero ya se acabó la plata del contrato y el Gobierno le inicia querella judicial a la empresa concesionaria del embalse, Hidroeléctrica Tucumán, que depende de la Nación, para que devuelva el dinero gastado y para que haga las obras que hacen falta. Mientras tanto, se ha determinado que no se puede dejar crecer el nivel del embalse más allá de la cota 604. “Las consecuencias de estos cambios sobre el comportamiento hidráulico y estructural de la presa son difíciles o imposibles de ser evaluados a priori. La situación actual conlleva por lo tanto un nivel de incertidumbre muy elevado sobre el comportamiento de la presa, lo cual podría también ser más problemático en comparación con el comportamiento antes de la intervención”, decía en diciembre el consultor Roger Bremen. Eso quiere decir que no se va a guardar agua para el invierno y aunque el Gobierno dice que no se prevé emergencia hídrica para la población, la industria y el riego para el agro, no hay certezas. El ingeniero hidráulico Franklin Adler, que estudia el problema del aguia en Tucumán, dice que el Cadillal que ya perdió casi el 50% de su vida útil, tendrá “una situación análoga a la de una mayor colmatación con sedimentos, proceso natural en todo embalse, anticipando el futuro o simulando una aceleración de su agonía”. El suministro de agua en invierno podría ser con líquido dudoso (marrón) como ocurrió en este verano. En cuando a los ingenios, estas limitaciones obligarán a inversiones importantes, que ahora (las industrias) se verán obligadas a apresurar si no se resuelve el problema de la PL-3. “De todos modos, el proceso de racionalización del uso del agua será progresivamente forzoso puesto que la inexorable pérdida de volumen útil del embalse asegurará cada vez menos agua a los usuarios”, dice. En cuando los regantes, mayormente de caña de azúcar y citrus, “deberán efectuar inversiones en pozos de extracción de aguas subterráneas, y consecuentemente, a la adopción de riego tecnificado (aspersión, microaspersión o goteo) para el aprovechamiento eficaz de un recurso más costoso”. Y concluye: “son de esperar impactos sociales en la zona”.

Esta neutralización de la obra de las fisuras parece anticipar el suplicio de Tántalo. En cuanto a la solución esperada del acueducto de Vipos, que en teoría va a dar solución a una población de unas 240,000 personas entre noroeste de capital, Yerba Buena, Tafi Viejo y Tapia, hay un pedido ante la Nación para que alivie los fondos. Pasa que el acueducto tiene financiación internacional del Banco Interamericano de Desarrollo, pero quien tendrá que devolver el préstamo es la Nación. Y esta dice que no hay plata. ¿También quedará neutralizado?

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