El calor es una cuestión económica

El calor es una cuestión económica

Hay muchos ángulos para tratar el tema de las altas temperaturas aplicando un enfoque económico, pero aquí se desarrollará sobre todo un aspecto que implica la posibilidad de conductas individuales que alivien la situación. Porque parte del sufrimiento, al menos en San Miguel de Tucumán, se debe a un problema de acción colectiva. En tucumano, hay quienes pretenden vivir de garrón.

Aunque ya fue planteado en otra oportunidad vale la pena repetir el concepto. Esencialmente, se trata de intentar beneficiarse de quienes cumplen sus obligaciones pero sin atender las propias. En la literatura quien actúa así es referido como un free-rider, un colado. Por ejemplo, alguien que no paga sus impuestos pero envía sus hijos a la escuela pública que se sostiene con los tributos que pagan los demás. Busca colarse en los resultados del esfuerzo ajeno, garronear educación para su prole. Claro que si la mayoría actúa así no será posible mantener la escuela y nadie recibirá educación, frustrándose las apetencias incluso del garrón.

El inconveniente surge porque se trata de conductas que de manera individual son racionales pero que cuando se combinan con comportamientos similares por parte de otros generan un costo que afecta a muchos incluyendo a quienes desarrollaron los actos en cuestión. Para el ejemplo anterior puede pensarse que si uno cree que los demás pagarán le conviene no hacerlo y garronear. Y si cree que los demás no pagarán es de vicio que uno sí lo haga porque su aporte solo no será suficiente. Así planteado, lo racional es evadir. Si muchos comparten esa conclusión se presenta el mal resultado social.

Ahora bien, buena parte del calor que afecta a los ciudadanos de San Miguel de Tucumán se debe al impacto directo de los rayos del sol y a la irradiación nocturna de lo acumulado por ese impacto directo. Es decir, durante el día hay poca protección contra el sol y no sólo para las personas sino también para las veredas y los edificios. En consecuencia, la falta de sombra implica sufrir calor durante el día por impacto directo y esa misma falta de sombra genera acumulación de calor en veredas, calles y edificaciones que se libera durante la noche y por eso no refresca cuando el sol no está. ¿Por qué? Por falta de árboles. Ellos son un reductor natural de temperatura, tanto durante el día al dar sombra como durante la noche al reducir la acumulación diurna y por lo tanto la irradiación nocturna.

¿Por qué faltan árboles? En parte por el dilema de la acción colectiva. Hay personas que descuidan (o hacen secar o cortan) los árboles en las veredas de sus domicilios o de sus negocios y otras que no plantan cuando no tienen o murió el que estaba. Por comodidad pensando que molesta en la salida del garaje, porque luego se debe limpiar la vereda cuando pierden hojas o porque habría que regar, no importa. Razonado de manera individual, cortar el árbol de la vereda propia produce un daño ínfimo comparado con el total de árboles en la ciudad. Para el vecino en cuestión hay una mejora mayor que el costo añadido a la sociedad. Mas si varios razonan así y cortan sus propios árboles entonces todos se ven afectados, tanto quienes les interesan los árboles como quienes no. Y los primeros pueden desalentarse si ven que sus esfuerzos por cuidar el árbol propio apenas si le dan un solaz estético y un alivio pasajero porque la sombra del solo ejemplar no alcanza para mejorar la ciudad.

Por supuesto, no es la única causa del padecimiento de estos días. Otra es la mala estrategia de servicios públicos sostenida desde 2003 de “pisar” las tarifas. El alivio en el bolsillo del usuario tuvo como contracara menos inversiones en transmisión y generación de energía. Entre 2015 y 2019 se realizaron actualizaciones de tarifas, pero las necesarias correcciones facilitaron el posterior atraso populista del gobierno de los Fernández empeorando la situación económica del país por su aporte al déficit fiscal y con ello a la emisión monetaria.

Y claro, el calentamiento global. ¿Cuánto tiene de causas humanas y cuánto de ciclo natural? No importa. Una posibilidad es que haya mucho de factor humano y no se actúe por creer que son ciclos naturales, la otra que sean ciclos naturales y se emprenda un costoso cambio de matriz productiva. Dada la magnitud del daño, ¿cuál sería el error más costoso? Si el afectado es el planeta y con él la civilización parece preferible equivocarse actuando de manera respetuosa con el ambiente cuando no hace falta o es inútil que errar no actuando cuando se pudieran tomar acciones beneficiosas. Nada de esto implica desconocer la importancia del desarrollo industrial, las ventajas del capitalismo y de los descubrimientos tecnológicos ni caer en un ecologismo religioso. Alcanza con ser precavido.

Por supuesto, hay mucho más en cuanto al bienestar local. Además de la falta de sombra está la escasez de verde. Cuanto menos césped tenga el espacio público más calor se acumulará durante el día. Adicionalmente, menos agua absorberá esa superficie cuando llueva. Es cierto que ante un diluvio habría poco que hacer, pero una lluvia normal no tiene por qué causar inundaciones en las calles y problemas para el tránsito vehicular o peatonal porque el agua se canalice toda por el asfalto en ver de ser absorbida en parte por la tierra. Y también debe contemplarse que sin árboles no hay horario corrido que sirva porque salir de las casas será imposible.

No es irracional sufrir el calor, pero sí atenta contra el confort no pensar en términos de comunidad. La falta de árboles en la ciudad no es la causa del período cálido tan prolongado y agudo, pero contribuye notoriamente a cómo se lo siente. Podría creerse que el vecino aislado puede hacer poco ante el cambio climático, pero plantar y cuidar árboles es accesible.

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