Flores, que había acertado en el final del primer tiempo, equivocó el plan y San Martín lo pagó con otra derrota

En el complemento, el entrenador apostó por un 4-1-3-2 que no hizo más que hacerle perder fluidez y claridad en el juego. Tantos cambios le jugaron en contra.

OPORTUNIDAD PÉRDIDA. Los dirigidos por Diego Flores tenían la posibilidad de ser líderes, pero la derrota le ahogó los planes. Foto de Matías Nápoli Escalero/ESPECIAL PARA LA GACETA. OPORTUNIDAD PÉRDIDA. Los dirigidos por Diego Flores tenían la posibilidad de ser líderes, pero la derrota le ahogó los planes. Foto de Matías Nápoli Escalero/ESPECIAL PARA LA GACETA.

Es increíble el partido que perdió San Martín de Tucumán en la casa de Chacarita. “Si somos inteligentes, podemos traernos un buen resultado”, había dicho Agustín Dattola en la previa. Y justamente en eso fue lo que falló el “santo” en la tarde de Villa Maipú.

Entró dormido, se dejó mojar la oreja y no pudo encontrar nunca el camino libre hacia el arco defendido por Federico Losas.

Más allá del 0-1 tan rápido como inesperado, el partido se dio como hubieran esperado todos en Bolívar y Pellegrini. Porque cuando Nicolás Watson vio la roja, Chacarita decidió no atacar más.

Esos sí, Diego Flores tardó más de la cuenta en darse cuenta de que el negocio estaba a espaldas de Julián Domke, el único volante central que le quedó en cancha al “funebrero”. El DT sacó a Diego Mastrángelo, mandó al campo a Iván Molinas, y pasó de jugar 5-3-2 a plantar un 4-2-3-1 que rápidamente entregó lo que buscaba.

El ex Alvarado ingresó a los 41 minutos de la primera mitad y en un ratito el “santo” cambió la cara. Estuvo cerca de igualar el duelo, pero entre el palo derecho de Losas y las buenas respuestas del arquero le negaron el grito sagrado.

Lo que no se explica es qué intentó hacer Flores en el complemento. Con intermitencias y también con algo de irregularidad, Lautaro Fedele había sido la pieza más incisiva del ataque “santo” por las bandas. En tanto que Pablo Hernández era el único capaz de clarificar el juego de tres cuartos de cancha en adelante y de poder armar una sociedad con Juan Cuevas (no se explica por qué “Tucu” es el volante más retrasado del equipo, cuando por características puede rendir mejor flotando detrás del “9”).

El entrenador sacó a Hernández y a Fedele, y los reemplazó por Gonzalo Rodríguez y Joaquín Ibáñez. Dejó de lado el 4-2-3-1 que le había rendido en los últimos minutos del primer tiempo y pasó a usar un 4-1-3-2 que no hizo más que juntar más gente en una zona del campo en la que Chacarita había llenado de futbolistas.

Cuevas acusó el cansacio y, para colmo, no encontró un socio para poder generar fútbol. Así, San Martín se quedó sin luces cuando al partido le quedaba poco más de media hora de juego.

El último “manotazo” de Flores fue cuando quedaban 10 minutos. Nicolás Moreno y Leonardo Monje ingresaron por Dattola y Gustavo Abregú, y el “santo” pasó a jugar con una especie de 3-1-3-3. Pero a esa altura ningún futbolista estaba en condiciones de dar algo más.

Losas fue figura, sí, pero San Martín equivocó los caminos. Jugó casi más de 80 minutos con un hombre más y no lo hizo valer. El DT borró con el codo lo que había escrito en el final del primer tiempo y el equipo sumó su tercera derrota en ocho fechas. Mucho, demasiado para un equipo que pretende ser protagonista.

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