La falta de sentido común arruinó el debut internacional de Central

A la espera de una posible sanción y hubo comunicado de ambos clubes y tambien el reclamo del jugador de Peñarol agredido

El jugador de Peñarol luego de recibir un piedrazo en la cancha de Central. El jugador de Peñarol luego de recibir un piedrazo en la cancha de Central.

Puede estar ese mismo día en la ciudad la ministra de Seguridad de la Nación. Puede haber cerca de ochocientas fuerzas federales. Anunciar nuevas leyes, bajar la imputabilidad de los menores y hasta pedirle ayuda al FBI. Pero, primero, hay que usar el sentido común y cumplir con las normas más elementales.

Me refiero a lo que sucedió el jueves pasado en Rosario, en el partido que Central ganó 1-0 a Peñarol en su debut en la Copa Libertadores. Era el primer partido de Central en copa internacional y con público en la cancha desde 2019 (hubo una pandemia en el medio). Hay vigilancia de sobra en la ciudad por el flagelo narco. Y ese mismo jueves estuvo en Rosario la ministra Patricia Bullrich formulando anuncios junto con el gobernador Máximo Pullaro. Y pasó lo que no tenía que pasar.

¿A quién se le ocurrió que la tribuna baja sería el mejor lugar para apretar a unos 2.800 hinchas de Peñarol? ¿Y quién fue el encargado de la seguridad que dejó pasar a esos hinchas con bombas de estruendo que lanzaron en su ingreso contra los de Central en el inicio supuesto de los incidentes?

Y más: ¿a quién se le ocurrió dejar en la tribuna de arriba esas vallas de 1,50 por 1,30 metro y 40 kilos de peso, mal sujetadas y mal custodiadas, para que fanáticos de Central reaccionaran a las bombas de estruendo arrojándolas hacia abajo donde estaban los de Peñarol? El forcejeo previo de esa decena de fanáticos con la poca seguridad privada en la tribuna alertó a los hinchas de Peñarol, que hicieron un vacío. Si las vallas caían sobre ellos hoy estaríamos hablando de otra cosa.

Otra bomba de estruendo que tampoco fue requisada fue lanzada desde la tribuna de Peñarol tras el gol de Central e hirió a un niño de cinco años al que tuvieron que aplicarle dos puntos de sutura. Y al final, cuando los jugadores de Peñarol fueron a saludar a sus hinchas, una piedra o un encendedor (las versiones no coinciden) abrió un pómulo del lateral uruguayo Maxi Olivera, que pareció identificar al agresor y quiso subir a la tribuna a pelearlo, por lo que fue sujetado por sus compañeros. Cuentan que Olivera sufrió un desvanecimiento luego en el vestuario y debió ser trasladado a una clínica. Si el proyectil golpeaba a Olivera en el ojo (impactó a sólo centímetros) también acaso la historia hoy sería otra.

Hasta hubo rumores de que el presidente de Central, Gonzalo Belloso, ex funcionario de la Conmebol, quiso agredir a su par de Peñarol, Ignario Rugilo. Hubo comunicados luego de ambos clubes (Central fue inclusive a la justicia como parte damnificada, pidiendo se identifique a los agresores) y se espera ahora alguna sanción, inevitable, de la Conmebol contra la cancha de Central.

La crónica, breve, intenta enumerar los episodios principales de una serie de desastres todos evitables. “Hubo errores, fallas y situaciones a corregir”, admitió Fernando Peverengo, director provincial de Seguridad Deportiva. Ni hacía falta que lo dijera.

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