Jóvenes y adultos se entienden y alientan en la terapia grupal del Siprosa

LA GACETA presenció uno de los encuentros del Hospital Nuestra Señora del Carmen, donde pacientes a partir de los 16 años se escuchan y se apoyan. “A ellos les sirve el punto de vista de la juventud y a esta, la visión de alguien con más experiencia que no conocen”, dice uno de los psicólogos a cargo del programa.

Los psicólogos Ileana Lazarte y Mauricio Macías atendiendo a sus pacientes. Foto por Inés Quinteros Orio Los psicólogos Ileana Lazarte y Mauricio Macías atendiendo a sus pacientes. Foto por Inés Quinteros Orio

La escena es tal cual se la puede imaginar: un grupo de personas frente a dos profesionales de la psicología. Pero tiene una particularidad: esto es que gente joven escucha y ayuda a gente mayor, y viceversa. Sí, aquel diálogo que difícilmente ocurra en una familia se da de manera natural en la terapia grupal que ofrece sin costo el Sistema Provincial de Salud (Siprosa) por primera vez en la historia de esta institución pública, según comentan sus responsables. El servicio forma parte de una serie de recursos disponibles para quienes necesiten ayuda psicológica y no puedan costearla de forma particular (ver aquí otras alternativas dirigidas a jóvenes).

La visita de LA GACETA a la sesión grupal del Hospital Nuestra Señora del Carmen sucede luego de una consulta a Mónica González, directora de Salud Mental de la Provincia. Esta funcionaria abre la puerta del espacio de contención que se desarrolla durante tales días en tales horarios. Con la autorización de los asistentes, se abre una ventana hacia el mundo interior de tucumanos que reconocen que “no pueden solos” y que, sin embargo, son capaces de ayudarse mutuamente.

“Se rompe con el sistema tradicional de la terapia cara a cara con el psicólogo para poder aprender de la experiencia del otro. Suelen llegar aquí desesperados con la idea de que son incapaces de superar las problemáticas que están atravesando, pero escuchar el punto de vista externo de otras personas con una mentalidad o edad diferente los obliga a abrir la cabeza y a pensar ‘mirá cómo lo plantea, no lo había visto de esta forma’”, comenta Mauricio Macías, uno de los profesionales a cargo de este programa.

Los problemas psicológicos y de salud mental siempre existieron: lo que cambió es la posibilidad de enunciarlos, según Macías. “Antes ir al psicólogo o al psiquiatra estaba catalogado como ‘algo de locos’, ¡este hospital, incluso, era llamado vulgarmente como ‘el loquero’!”, refiere entre risas e invita a participar de la terapia grupal a aquellos que no se animaron a sumarse. Macías cuenta que las mujeres aprovechan más el servicio: “existe esta creencia errada de que los hombres no lloran y de que son débiles los que sí lo hacen. Les propongo que vengan: es de valientes buscar ayuda”.

En la terapia grupal del Siprosa trabajan la depresión, la ansiedad, los duelos y el estrés a partir de los 16 años. “A esa edad ya se puede asistir sin el permiso de tutores”, informa la licenciada Ileana Lazarte, psicóloga que se sumó al proyecto organizado por Martín Yacono.


"Ver las cosas con otra mirada"

La sesión colectiva de esta mañana de abril comienza con el relato de una mujer de unos 50 años, aproximadamente, que está angustiada por situaciones domésticas: las peleas con su hija y falta de comunicación con su marido la movilizaron hasta el hospital. La psicóloga Lazarte interviene: “me da la sensación de que no estás pudiendo aceptar la personalidad del otro. No todo va a ser como vos quieras”. Enseguida pregunta a los demás participantes si desean aportar algo. “Es terrible lo que estás viviendo, a lo mejor deberías replantearte si vale la pena seguir intentándolo. A tu marido lo amás, eso se nota a kilómetros de distancia, pero lo que yo veo es que te está haciendo más mal que bien. A mi me pasó algo similar, y recién pude mejorar cuando salí de esa situación”, analiza otra mujer.

Si bien las terapias grupales y espacios de ayuda mutua no son nuevos, su utilización sí resulta novedosa en el Siprosa. Y sus beneficiarios dicen que los alivia. “Al principio es normal no querer hablar por vergüenza, pero, cuando estás en grupo, te soltás más. De a poco te abrís porque se genera un círculo de confianza y de aliento recíproco con las demás personas que asisten. Si bien es muy difícil que las perspectivas coincidan, la gracia está en poder ver las cosas con otra mirada”, reflexiona la paciente Griselda Leiva.

Si bien al principio se procuró agrupar por dolencia o malestar, con el paso del tiempo los psicólogos entendieron que, mientras más diversos fueran los casos, mejor. “Los dividíamos por edad, sexo y problemática, pero después aprendimos que la mezcla era más productiva”, afirma Ileana Lazarte. Macías se refirió a los jóvenes que tienen el prejuicio de sentirse juzgados por los mayores: “a ellos les sirve el punto de vista de la juventud y a esta, la visión de alguien con más experiencia que no conocen”.

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