El arte de divertir en tiempos de crisis

El arte de divertir en tiempos de crisis

Una gran carpa de Dante Echegaray entretiene y sorprende al público en Concepción. La historia de amistad con Carlos Villagrán, el Quico del Chavo del 8. Los avatares durante la pandemia y el resurgimiento.

Rodolfo Casen
Por Rodolfo Casen 26 Mayo 2024

Divertir, sorprender y arrancar sonrisas. Son los fundamentos que, según el artista Dante Echegaray, permitieron que los circos hayan sobrevivido durante siglos. A sus 59 años, es propietario del circo uruguayo Luxor, nombre tomado de la ciudad egipcia edificada sobre las ruinas de Tebas, capital del imperio del antiguo Egipto.

En estos días, su espectáculo está montado en Concepción en el predio de Casa Quinta (Nasif Estéfano y Matienzo), con funciones colmadas de espectadores. Es algo llamativo en tiempos de estrechez económica. “El circo tiene la virtud de contribuir para que la gente pueda evadirse de todas las preocupaciones que nos aquejan. Es para la familia y aún en estos momentos difíciles se lo apoya porque en él vive un momento especial. Siempre fue así”, explica el empresario.

Echegaray es argentino, pero fue en el Uruguay donde hace 10 años adquirió su primera carpa y se lanzó a recorrer primero ese país y ahora la Argentina con sus dos hijos y su elenco. En el país oriental se casó y tuvo sus herederos. Como artista circense comenzó siendo niño como payaso en el circo Osvaldo Terry. Después se desempeñó como malabarista, equilibrista y acróbata. Ahora es presentador en su propio espacio.

Tiene experiencia: ese rol lo desempeñó durante 12 años a la par de Carlos Villagrán (el recordado Quico del Chavo del 8). Con el actor mexicano recorrió el mundo y cosechó los recursos suficientes para dar el salto como dueño de su propio show. Y lo asumió teniendo en claro la responsabilidad que ahora carga. “Una cosa es hacer circo y otra amarlo. Son inspiraciones muy distintas. Es que hay gente que lo monta, le pone un nombre y al tiempo viene al mismo lugar con casi similar espectáculo. Le agrega algunas pequeñas cosas que no llegan a sorprender. La esencia mía es el desafío permanente de cautivar. Lo que se ve en el Luxor es lo tradicional, aquel circo de familia, al que ibas cuando eras niño. Tiene esa esencia, sin dejar de ser novedoso. Dispongo de casi 50 personas entre malabaristas, equilibristas acróbatas, trapecistas y payasos”, comentó.

- ¿Cómo afrontaron la parálisis de la pandemia?

- Nos agarró en Miramar y nos golpeó demasiado. Justo había comprado otra carpa y estaba debiendo un dinero. No tuvimos ayuda de nadie y obligadamente hubo que salir a trabajar en la cosecha de kiwi. No sabía ni que era y de dónde venía. Conseguí trabajo para todos. También salimos a vender pochoclos. Después puse la camioneta de la publicidad a disposición de la Municipalidad para que recorriera las calles pidiendo a los vecinos que no saliera de casa, A los meses, como todo estaba tranquilo, me dejaron reabrir y trabajamos con un protocolo riguroso y con la mitad de la capacidad. Era obligatorio el uso de barbijo y alcohol. Hoy en día sigo tirando alcohol en las butacas al término de cada función y antes de comenzar otra y ahora tiramos líquidos contra el mosquito del dengue. Cuidamos a la gente y a nuestras familias.

- Se instaló el drama de la economía...

- No es que no me llegó la crisis. Pero el circo tiene la posibilidad de responder a la necesidad de la gente de evadirse de todas las preocupaciones que nos aquejan. Eso es lo que tratamos de hacer todas las funciones. Tengo dos horas de espectáculo. Presentamos el Aquadance, el Globo de la Muerte y payasos que te hacen llorar de risa. La tecnología, por otro lado, nos lleva a progresar. Y la utilizamos en el sonido, en la iluminación y en otros espacios. Aquí traigo el mismo espectáculo que ofrecí en Buenos Aires y en otras provincias. Siempre se monta lo mejor. Ahora viene mi hijo de Estados Unidos. Cuando el dejó el circo tuve que contratar a cinco personas para reemplazar lo que él hacía.

- ¿Qué rescatás de tu experiencia con Quico?

- De mi relación con Carlos rescato su humildad. Lo conocí teniendo un Ford Falcon con la puerta de acompañante que costaba abrir. Fue en el sur. Me hice amigo de él y comencé a llevar a pasear a sus hijos. Un día fui a buscarlo y me reprochó porque no lo llevaba a él. “Ahora voy yo también”, me dijo. Le resultó difícil abrir la puerta. Fue gracioso. Fuimos a Los Arrayanes y jugaron a la pelota, se divirtieron bastante. Recuerdo que después reflexionó ante sus hijos: “¿se dieron cuenta?. Estuvimos en muchos lugares con presidentes, intendentes, gobernadores y hoy pasamos un día como nunca antes”. Entonces se enfermó el locutor y me llamó para que lo reemplace. Trabajamos muchos años hasta que logré comprar mi carpa.

- ¿Cómo se vive transitando de ciudad en ciudad?

- Es nuestra vida y desde siempre trato de disfrutarla. Me encanta que los vecinos se acerquen y que nos brinden su amistad. Vivimos en un viaje permanente. Y siempre pienso en el mañana. Quizás puedo terminar como mi padre. El entregó todo como artista de circo. Ahora es jubilado y trabaja como sereno para sobrevivir. Lo invito a sumarse a mi empresa, pero no quiere saber nada. Está muy resentido con esta actividad a la que se entregó con pasión mientras pudo. Como empresario pienso también en cuántos tuvieron un negocio grande, un restaurante o supermercado, y quedaron sin nada. No deja de preocuparme que la mayoría de los dueños de circo grandes quedaron sin nada. Algunos terminaron repartiendo folletos o pusieron una verdulería.

- ¿Qué impacto tuvo la prohibición de los animales en las funciones?

- El artista adquirió mayor protagonismo en el espectáculo. Y eso obliga a la innovación permanente. No es algo que nos preocupó. Lo curioso es que la prohibición no tuvo entre los defensores de los animales el acompañamiento de manutención que estos necesitaron fuera del circo.

FAMILIA NUMEROSA. Los artistas de un circo logran una relación especial. FAMILIA NUMEROSA. Los artistas de un circo logran una relación especial.

- Asomaron pruebas más arriesgadas para el artista...

- Sí, pero trato de no asustar a los chicos con accidentes. La definición Globo de la Muerte no me gusta, pero ya está bautizado así el espectáculo. Por eso, la otra vez dos de los motociclistas estaban con fiebre y le dije que no participen. Avisé que ellos no iban a andar. Es que si uno se cae, el que se lleva el susto es el nene que está sentado y le queda un trauma. Aquí hay artistas que están a más de 10 metros de altura en un espectáculo en vivo. Por eso a todos les pido que lleven lonja. Muchos cirqueros tradicionales no lo quieren hacer porque vienen de la escuela tradicional, del tiempo en que los padres te enseñaban a la fuerza o latigazo. Los artistas que vienen de China o Rusia, todos usan lonja. No es para restar dificultad, sino para no exponer al artista. Porque a la dificultad uno la está viendo durante el show.

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