Nanutria aporta una mirada diferente al humor argentino

El venezolano Víctor Javier Medina llega al Centro Cultural Virla con su “Showcito”. La evolución del género y el valor de la improvisación.

DE TÁCHIRA A BUENOS AIRES. El derrotero de Nanutria. DE TÁCHIRA A BUENOS AIRES. El derrotero de Nanutria.

Nanutria preexistió al standapero venezolano que hoy se presentará en el Centro Cultural Virla (25 de Mayo 265) con su “Showcito” a las 21. Antes de subirse a los escenarios para compartir su vida nómade, entre risas y observaciones, Víctor Javier Medina ya usaba ese nombre cuando recorría el mundo virtual de los videojuegos. “Muchos otros estaban ocupados y ese estaba disponible; luego aparecieron las redes, me puse así y el resto es historia”, sintetiza en diálogo con LA GACETA.

Hace ocho años llegó a la Argentina, paso frustrado por México, en busca de un horizonte distinto del de su Táchira (y su país) natal. Ingeniero de sistemas de la Universidad Santiago Mariño, dejó de lado su profesión para volcarse al humor, pero confiesa que se le dificulta definir su forma expresiva. “No respondo particularmente a un estilo, yo diría que soy observacional y muy autorreferencial a mis propias desgracias. Pero como una buena receta a veces espolvoreo un poco de humor negro, un poco de humor sexual, un poco de todo”, adelanta como anticipo de su show tucumano.

- ¿Hubo un cambio en los últimos tiempos del stand up, del texto de autor a la interrelación directa con el público como protagonista de las historias, con las historias que cuentan?

- No sé qué fue primero si el huevo o la gallina, porque la interacción con el público en los shows de stand up en vivo existe desde siempre como herramienta; sí es un hecho que desde la pandemia para acá y con la viralización masiva de clips de comediantes charlando con el público, se ha generado una ola gigante que invita al comediante a irse mucho más por ese lado. Creo que los chistes escritos y probados siguen funcionando de la misma forma que siempre, pero ahora hay un hambre por ver improvisación e interacciones que antes no se veía con tanta fuerza.

- ¿La capacidad de improvisación es crucial en el género?

- No, pero si es una herramienta de supervivencia fundamental, sobre todo para el stand up tradicional, que es muy de bar, de club de comedia, de taberna. Por lo general, son lugares en donde uno como comediante se enfrenta a situaciones imprevistas en las que hay que resolver, y ahí la improvisación juega un papel clave.

- ¿Cómo fue tu llegada a la Argentina?

- Fue bastante amena y bien recibida. Cuando llegué no tenía idea que la comunidad venezolana aquí era tan grande, cosa que me terminó beneficiando porque me hizo lograr vender tickets desde muy recién llegado porque ya era conocido en mi país. En el imaginario argentino, un venezolano es muy diverso y va variando, siento que nos ven como gente alegre y caribeña; está el cliché de que muchos somos delivery, pero también es una realidad. Aunque después de estas últimas elecciones si he sentido una carga negativa hacía nosotros por cuestiones políticas, pero la mayoría de nosotros migró por una dictadura apoyada por ciertos partidos. Es lógico que cualquier cosa relacionada a eso nos sepa a raro.

- ¿Dónde quedó la ingeniería?

- En mi corazón (ríe), aunque no la ejerzo desde hace años, el pensamiento ingenieril vive en mí. Siempre quiero saber por qué y cómo funciona un chiste, y qué debo hacer para qué funcione más... veo mi arte de una forma muy ingenieril, siempre sabiendo que se puede perfeccionar un poco más para que sea mejor y aprovechar más los recursos.

- ¿Ser un emigrado tiene un impacto especial en tus presentaciones?

- Sí, mucho, lo principal es que ofrece una mirada fresca sobre las cosas que los que nacieron y viven en el país ya dan por sentado o no cuestionan porque es a lo que están acostumbrados. Por otro lado, en los últimos meses me he fijado que migrantes de otros países se ven identificados con mi material y vienen a verme lo que me parece muy lindo. Me saca directamente de ser “un comediante venezolano” y me ubica en otra posición.

- ¿Qué lugar tiene tu Venezuela (y tu Táchira) natal en tus monólogos?

- Mucho. Aunque yo no soy un comediante muy “criollo” o de muchísimas referencias locales de Venezuela, siempre he querido dejar claro de dónde soy y de hecho que la gente de otros países que me oiga se lleve cierta información sobre Venezuela de contrabando. Que después del show además de reírse digan: Ah, no sabía esto de Venezuela.

- ¿Quiénes son tus referentes, hay algo que rescatás de la vieja escuela de Laureano Márquez y Emilio Lovera?

- Tengo muchísimos referentes, antes de saber que quería dedicarme a esto ya era un consumidor de la comedia. Pero que por la televisión que me tocó ver y las cosas que me daban mucha risa de adolescente, mis bases vienen de “la escuela gringa”. Con el tiempo fui conociendo más de comedia latina, pero los pilares de mi humor vienen con referencias de Estados Unidos. De la escuela de Laureano y Emilio rescato prácticamente todo, ellos y su generación fueron los que lograron que hacer comedia fuese visto con respeto, y no se los tratase como “payasitos”. De hecho siempre he pensado que el público venezolano -gracias a esa generación- respeta mucho a sus comediantes, los quiere y los apoya. Y eso se lo debemos a ellos.

- Siempre te referís a tu tartamudeo. ¿El humor te permitió superar los cuestionamientos y las burlas?

- Ese es un concepto que yo siempre oigo, pero no sé si fue lo que me ayudó a superar las burlas y los cuestionamientos, aunque me imagino que sí. Lo que puedo ver ahora de adulto es que fue la herramienta social que encontré para conectarme con la gente, porque me reunía con amigos con los que pudiese bromear y hablaba con gente bromeando, así que fue el idioma que encontré parea comunicarme.

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