Imprevisible e indescifrable: el secreto táctico que le entregó resultados positivos a San Martín de Tucumán

A lo largo del torneo, Diego Flores fue cambiando su táctica y su estrategia con el fin de dejar atrás situaciones apremiantes.

HOMBRE CLAVE. Arias aportó goles para que San Martín pueda estar entre los mejores de la zona A. HOMBRE CLAVE. Arias aportó goles para que San Martín pueda estar entre los mejores de la zona A. Prensa CASM

La imprevisibilidad es una de las cualidades más valiosas del fútbol. El secreto y la sorpresa conforman un par de recursos que todo entrenador intenta plasmar en sus equipos. Una tarea de suma complejidad para los tiempos modernos en los que el análisis de los rivales y la Big Data son el pan de cada día de cada cuerpo técnico. Y el San Martín de Diego Flores también cayó en este "mal". 

Los golpes frente a Ferro, San Miguel y Chacarita son una pruebas de ello. Esas derrotas pusieron en tela de juicio el rendimiento del equipo; pero, poco a poco, el “santo” empezó a consolidarse como un rival indescifrable, que cambia sus métodos y sus formas según el momento del partido.

El ciclo de “Traductor” comenzó con una consigna clara: el juego directo. No se pregonaba las grandes construcciones de juego y los datos estadísticos respaldan esta afirmación: en las tres primeras jornadas, el “santo” no tuvo mayor posesión que sus rivales. 

Claro, el equipo buscaba consolidar una idea de juego con pases progresivos, rápidos y agresivos. Todo ello acompañado por un medio campo que luchaba las pelotas divididas para no brindar ninguna ventaja. La fórmula se materializaba con un 4-3-3 con Iván Molinas y Mauro Verón como extremos.

Pero el éxito fue efímero porque el “verdolaga” y el “trueno verde” encontraron las flaquezas en la salida. Ambos equipos apostaron a la presión alta sobre la defensa "santa" para forzar uno que otro error y tuvo los resultados esperados. 

Los traspiés obligaron a Flores a cambiar las formas. El DT empezó a utilizar la línea de cinco defensores con el objetivo de brindar un mayor equilibrio en las dos facetas del juego (ataque y defensa). El nuevo esquema consiguió mantener algunos resultados, aunque nunca terminó de cuajar completamente. El equipo empezó a tener un mayor dominio de la posesión, aunque quedaba demasiado retrasado. Al lateralizar el juego, el arco rival le quedaba muy lejos y no podía generar peligro. Nueva prueba, nuevo error.

La nueva pálida llegó frente al “funebrero”. “Chaca” lo sorprendió en los primeros minutos y se limitó a cuidar la ventaja. Pero San Martín volvió a exponer la resiliencia que lo caracterizó en el torneo, sin un esquema fijo o delineado. A modo anecdótico se debe mencionar que también utilizó el 4-4-2 –frente a Tristán Suárez-, con Junior Arias y Mateo Acosta como doble referencia de ataque; aunque fue una excepción a la regla. 

Ahora, retornó al esquema inicial pero con Lautaro Fedele y Gonzalo Rodríguez por las bandas ofensivas.

Todos estos cambios derivaron en que San Martín sea un equipo con un tinte "indescifrable"; que obtuvo conocimientos de todas esas facetas al punto de que hoy se consolidó como uno de los equipos con mayor variabilidad de la Primera Nacional. Incluso frente a Almirante Brown por Copa Argentina, el equipo encontró el empate con un cambio de táctica.

Tampoco puede pasarse por alto el mix que vivió el medio campo. Si bien la presencia de Gustavo Abregú nunca estuvo en duda, Leonardo Monje, Molinas, Matías García y Pablo Hernández fueron sus laderos. Como gran noticia, el ex Celta de Vigo fue el que más respuestas ofreció para el puesto y logró brindarle un mayor equilibrio a la mitad de la cancha. Todos acompañados por Juan Cuevas, el enganche del equipo.

Otro punto a considerar es el aprovechamiento de las jugadas. San Martín no luce con su juego ni domina a los rivales. Mucho menos los doblega. La situación se agrava si se consideran los enfrentamientos de visitantes. Pero, en la última racha de partidos, el equipo supo aprovechar las (pocas) ocasiones que tuvo. El cabezazo de Tiago Peñalba frente a Agropecuario o el remate de Arias frente a Racing de Córdoba son pruebas de ellos. Todo complementado por las grandes atajadas de Darío Sand.

Sin embargo, la gran deuda del equipo sigue siendo la profundidad en los últimos metros. En el último juego, San Martín completó 280 pases; 163 fueron en la primera mitad (113 en propio campo), cuando el “santo” buscó espacios para encontrar el primer tanto que pudiera abrir el partido. Tras el gol de penal de Arias, el equipo cambió su postura: dejó de ser tan ofensivo y decidió cuidar la ventaja.

Incluso, sólo contabilizó seis remates en todo el partido; dos de media distancia –uno del uruguayo y otro de Rodríguez-, y 31 entregas en el último cuarto de la cancha. Esa cifra deja expuesto que el “santo” no mantuvo el control de la pelota cerca del arco rival. 

A todo esto se deben sumar las múltiples imprecisiones que le dieron opciones a Alvarado de acercarse al empate. Pero, otra vez, Sand volvió a mantener el resultado.

San Martín todavía tiene algunos aspectos a corregir. Sin embargo, parece haber encontrado respuestas a los retos que se le presentaron. Ahora, Flores y sus pupilos tienen la misión de cerrar la primera rueda de la mejor manera para poder seguir alimentando el gran sueño.

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