Los límites a los tres carajos

Los límites a los tres carajos

Justo en la semana en la que cumplió los primeros seis meses de mandato, Javier Milei recibió el indicador más peligroso desde el inicio de su gestión. Y no se trata de la suba del dólar blue, del aumento del riesgo país, del temor en los mercados internacionales o de la caída en las actividades económica e industrial. Por primera vez, la desmembrada y acorralada oposición salió del asedio libertario para imponerle agenda al Gobierno nacional. Y eso es un hecho inédito y un precedente que no se puede pasar por alto.

Quizá lo que más deba encender las alertas en la Casa Rosada fue el desbloqueo del radicalismo: se quitó de encima el pánico al escarnio público de votar junto al kirchnerismo y le asestó un mazazo al Presidente. Al menos, el jefe de Estado sintió la aprobación de los cambios a la movilidad jubilatoria como un ataque personal. Y así lo hizo saber.

Horas después de la votación en Diputados, de madrugada, Milei comenzó a despotricar contra los legisladores nacionales que impulsaron las modificaciones. Y la continuó el miércoles, hablando de “casta inmunda”. Poco tiempo le duró la mesura: la derrota en la Cámara Baja volvió a mostrar al Presidente destemplado y violento.

“Les voy a vetar todo, me importa tres carajos”, bravuconeó Milei en un arrebato infantil. Ni vetar todo ni tampoco tres carajos. El límite para cualquier presidente es clarito: los dos tercios de las cámaras del Congreso. Si bien el veto es la herramienta que la Constitución Nacional le da al Presidente para evitar que un proyecto aprobado por el Congreso se convierta en ley, también tiene un límite.

En caso de que el Senado ratifique la media sanción de Diputados a la nueva fórmula de movilidad jubilatoria, Milei podrá vetar ese proyecto. En ese caso, una vez vetado, vuelve al Congreso, que puede insistir, pero requiere para eso que las dos cámaras lo aprueben, cada una, con una mayoría especial de dos tercios de los miembros presentes.

Si bien es una mayoría difícil de alcanzar, el dato preocupante para el líder de La Libertad Avanza es que la oposición aprobó en Diputados el proyecto de la polémica con 162 votos positivos, 72 votos negativos y ocho abstenciones. Es decir, con más de los dos tercios. Suponiendo que ambas cámaras insistan con la sanción de la ley, pues entonces será promulgada, aunque el Presidente no esté de acuerdo.

La violencia verbal del jefe de Estado contrastó con la serenidad de su jefe de Gabinete, Guillermo Francos. El funcionario, ya acostumbrado a suavizar los exabruptos del Presidente, se refirió precisamente a la posibilidad de que la norma sea sancionada e insistida, a pesar del veto del Presidente. Dijo, sin mayores dramatismos, lo que el sentido común en una democracia republicana indica: si una mayoría del Congreso aprueba la nueva fórmula de movilidad jubilatoria, pues entonces el Gobierno deberá readecuar partidas para pagar a los jubilados y en todo caso, ajustar por otro lado.

Da la sensación de que Milei efectivamente sintió el golpe por parte del Congreso y de que esa repentina unidad opositora puede ser un condicionante para sus pretensiones. Es que en el corto plazo aparecen dos iniciativas con las que hasta muchos libertarios están de acuerdo. Se trata de la restitución del Fondo Nacional de Incentivo Docente y de las propuestas para garantizar el financiamiento universitario. Como el primer experimento de alianza entre radicales y peronistas/kirchneristas dio tan buen resultado, entre los legisladores nacionales ya se habla de repetir los acuerdos en el recinto para avanzar con esos dos asuntos.

Esta semana también exhibió una nueva configuración política parlamentaria, de la que los tucumanos no quedaron exentos. Porque en el hemiciclo votaron juntos por primera vez los peronistas Pablo Yedlin y Carlos Cisneros y los radicales Roberto Sánchez y Mariano Campero. Este último es el que más sorprendió con su postura, toda vez que era de los tucumanos radicales uno de los más férreos defensores de Milei. El único que se inmoló por los pedidos de la Casa Rosada fue el bussista Gerardo Huesen. En cambio, otra aliada del Presidente, Paula Omodeo, se abstuvo: es decir, admitió que los jubilados estuvieron entre los más perjudicados por el ajuste nacional pero no quiere interferir en el déficit cero del Gobierno. Lo de los tres diputados jaldistas dejó a todos con la boca abierta. Agustín Fernández, Gladys Medina y Elia Fernández ni siquiera asistieron a la sesión, y esa ausencia no tiene nada de casual. Algunos peronistas celebraron que hayan recapacitado y dejado las fuerzas del cielo, pero en realidad el gobernador Osvaldo Jaldo no quiso exponerlos –ni exponerse- aún más en una votación que ya estaba perdida para los libertarios.

Este golpe terminó de moldear uno de los momentos más duros para el mileísmo. Porque lo tomaron con las guardias bajas por el escándalo de las 5.000 toneladas de alimentos retenidos en depósitos de Buenos Aires y de Tucumán. Desde que se conoció el hecho, el Gobierno no hizo más que dar explicaciones absurdas: en un contexto de recesión y con más del 55% de la población pobre, ningún argumento para retener mercadería puede sonar razonable. Hay veces en las que es mejor guardar silencio, algo que en Balcarce 50 podrían comenzar a aplicar.

Un "topo"

Claro, no parece ser esa la estrategia de la Nación. Por el contrario, todo indica que Milei fideliza sus adhesiones cuando más agresivo se planta, a pesar de que luego haga todo lo opuesto. De nuevo, la obra pública expuso esas contradicciones entre el discurso libertario y el ejercicio del poder. Porque mientras Milei volvió a rechazar los proyectos de infraestructura financiados por el Estado y se autodefinió un “topo”, por la oficina contigua a su despacho desfiló una decena de gobernadores firmando acuerdos para la realización de obras públicas. Desde luego, es razonable y saludable que esta práctica se reedite porque implica que el Gobierno entendió la necesidad de dialogar y acordar posiciones con las provincias.

Lo interesante es que esta seguidilla de acuerdos se firmó justo antes del debate en el Senado por la Ley Bases y el Paquete Fiscal. La primera es la norma que reclama a gritos el Presidente; la segunda, la que necesitan los gobernadores ahogados financieramente. ¿Qué primará más en el recinto este miércoles? ¿El enojo de los senadores y diputados por haber sido denigrados una vez más por Milei? ¿O la conveniencia económica de las provincias? Más allá de esta votación puntual, el Presidente deberá comenzar a prestar atención a los pasos que la oposición, ahora que se le animó, pueda dar. Aunque le importe tres carajos.

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