La necesidad de actuar ante la violencia

Las agresiones en un partido de fútbol femenino volvieron a traer a escena una dura realidad tucumana.

Las imágenes difundidas recientemente en redes sociales sobre la pelea en un partido de fútbol femenino en Banda del Río Salí vuelven a poner en escena una realidad que en Tucumán, lamentablemente, muchos naturalizan, alientan e incluso festejan.

Lo que pasó en el enfrentamiento entre Atlético Concepción y ATSA no tiene explicación. El partido de fútbol quedó en segundo plano a partir de los cruces verbales entre las jugadoras. Luego llegó una batalla campal, en la que incluso participaron espectadores.

Si bien es cierto que algunos integrantes de los cuerpos técnicos intentaron evitar la violencia, la situación escaló hasta niveles injustificables. Independientemente de las potenciales sanciones a imponer, quedan pendientes preguntas sobre lo que estamos haciendo para cambiar esta realidad. Los sociólogos coinciden en que estamos viviendo en una sociedad en general violenta. El nivel de entendimiento y comprensión ante situaciones conflictivas está en un punto muy bajo. La reacción está primero, luego la acción, traducida en amenazas, golpes, insultos y otras bajezas.

A la violencia la estamos padeciendo de manera permanente. La vemos en las calles al momento de transitar en un vehículo, en los semáforos, en zonas públicas de estacionamiento, dentro y fuera de instituciones como las escuelas. Un lector de LA GACETA aportó en el foro de comentarios que también a la salida de los boliches se produce de manera permanente este tipo de hechos.

Se entiende por violencia social a todo aquel acto que comete una persona o varias y que atenta contra la integridad física, psíquica o relacional de un individuo o de un grupo. Hay mecanismos, como la habituación, la insensibilización, la invisibilización y la normalización, que conducen a minimizar la problemática. Esto lleva a que, a la larga, la población se despreocupe y no considere relevantes estos actos violentos, cuando lo que debería primar es permanecer en alerta, buscar soluciones y actuar.

De todos modos, hay señales de que no todo queda en el pasado. Por ejemplo, sucedió que a principios de mayo se viralizaron videos de adolescentes protagonizando batallas campales en la vía pública, a la salida de las escuelas. Esas peleas callejeras generaron conmoción en un amplio sector de la provincia y hasta el Gobierno reaccionó con un decreto que disponía medidas, primero drásticas y luego adecuadas.

Lo que se vio esta vez en un partido de fútbol femenino, se dio antes en el fútbol masculino. Y no hace mucho hubo episodios de la misma índole también en el rugby y en el automovilismo. Está claro que es ahora tarea dirigencial evitar la repetición de actos violentos. Para ello, se deben reconocer los orígenes para luego luchar contra los mecanismos que los mantienen latentes. Al mismo tiempo, sería menester procurar que dichos actos de violencia no sean tapados ni ocultados, sino reconocidos y combatidos.

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