Crónicas de archivo: un Tucumán mundial y olímpico

El 25 de julio de 1992, el mundo miraba hacia los caminos de tierra tucumanos y San Martín ascendía por segunda vez a Primera.

Crónicas de archivo: un Tucumán mundial y olímpico

Cuando una carrera del rally mundial se corre en alguna ciudad del planeta, ese punto tiene la atención de miles de personas. La disciplina siempre ha sido sumamente popular. En Tucumán, aunque el presente no es brillante como hace décadas atrás (más que nada por cuestiones organizativas), el rally no deja de apasionar. En 1992 la provincia fue escenario de la sexta fecha mundialista. Entre el 22 y 25 de julio Tucumán estuvo abierto al mundo. En aquella época era una estupenda manera de promover un lugar para los turistas.

En esa época el gobierno provincial estaba a cargo de Ramón “Palito” Ortega, que durante su mandato se caracterizó por traer eventos deportivos de la talla del rally mundial. Más que un plan de gobierno, era algo así como un “gustito” que se daba.

Al mismo tiempo San Martín hacia historia y con un gol olímpico de Carlos Scimé pasaba a Primera división. “El Bomba” marcó con la sutileza de una conquista olímpica, tan difícil de concretar que estrellas como Lionel Messi, oficialmente, todavía no marcó de esa manera. “Hacía siete meses que no convertía un tanto, pero hoy tuve la suerte de repetir el mismo gol que tiempo atrás le convertí a Rafaela, también desde el córner y en forma olímpica”, describió Scimé en la nota que publicó LA GACETA al día siguiente. “Fue el gol de mi vida”, reflexionó el jugador.

Como habrá sido de intensa la semana tucumana entre ruidos de motores y las ilusiones futbolísticas, que se borraron los conflictos que tenía la gestión Ortega. Entre ellos, el principal eran los sueldos de los estatales. “Los problemas provinciales se han reducido a su máxima expresión”, escribió el ya fallecido periodista Claudio Maxud, en el Panorama Tucumano de ese viernes.

Era seguro que aquel 25 de julio iba a terminar en fiesta. Tenía todos los condimentos: los autos inéditos que se veían. En aquel año estaba el Lancia Delta con el que ganó el francés Didier Auriol o el Toyota Celica que le hizo sombra, piloteado por el español Carlos Sainz. También el despliegue de las escuderías con sus talleres nómades que van de nación en nación… En fin, nada ni nadie se pudo escapar esa semana del “deporte tuerca”.

Aunque vale recordar que el evento casi no termina, y aunque si lo hizo, nadie puede negar que finalizó con episodios que dejaron una reputación de poco confiable para el público tucumano. “Un grupo de inadaptados al conocer la noticia que se había anulado el prime de bajada entre Yunca Suma y Alpachiri, transformándolo en zona de enlace, agredió al francés Auriol lanzando piedras que destrozaron el parabrisas y la luneta e intentó golpearlo al detenerse, por lo que se vio obligado a reiniciar la marcha. Felizmente, el piloto y su acompañante, Bernard Occelli salieron ilesos”, cuenta la crónica.

En el tramo se habían apostado cientos de simpatizantes para ver el veloz paso de las máquinas. “Yo no puedo decir que por 15 imbéciles, todos los argentinos son malos. Por el contrario, creo que no hay que dramatizar”, declaró con mucha calma el francés en el antiguo Grand Hotel de Tucumán. Incluso el ganador de la carrera, si bien no percibía demasiado peligro al igual que los comisarios deportivos que tomaron la decisión, aplaudió la medida tomada. “Los pilotos siempre decimos que es preferible evitar accidentes”, indicó el europeo, cuyo auto Lancia que iba puntero recibió piedras y palos en llamas.

Mientras tanto, en aquellos días el “santo” ya tenía las valijas listas para viajar a Isidro Casanova, hogar de Almirante Brown. Llevaba la misión de mantener la ventaja del 1-0 que había conseguido en el juego de ida. Ese mismo viernes en el que las páginas deportivas ardían, por un lado debido al desarrollo de una carrera impecable de Auriol y por otro por la pésima imagen que dejaba el comportamiento de la gente, San Martín volaba hacia Buenos Aires. Iba encabezado por Nelson Pedro Chabay y lo hacía con el ánimos de poner a Tucumán otra vez en la máxima categoría del fútbol argentino.

También partían 70 ómnibus con hinchas que, en caravana, fueron a acompañar al “santo”. Se estima que unos 3.500 simpatizantes alentaron ese sábado a San Martín en un estadio colmadísimo en el que Almirante Brown estuvo a 24 minutos de ascender hasta que apareció “El Bomba”. Hasta ese minuto 66 del segundo tiempo, San Martín no le encontraba la vuelta al partido. Todo comenzó con una jugada que armó el recién ingresado Juan Carlos Minotto, que le dio pase a Jorge Orlando López. El remate del delantero rozó en un defensor del “marino”. Scimé se fue hacia la esquina izquierda y con su pierna derecha logró marcar el empate. Un lógico manotazo tardío del arquero Claudio Mele por la astucia de “El Bomba” y a buscar la pelota dentro del arco.

La conquista sanmartiniana resonó fuerte en Isidro Casanova y también en el autódromo que estaba lleno esperando el arribo de los autos. Pero allí, en el sector este del parque 9 de Julio hubo otras particularidades al momento del gol de Scimé. “Al estar transmitiendo con auriculares a los sonidos no los tenía muy claros”, rememoró Vicente Machín. El periodista especializado en deportes mecánicos entendió lo que pasaba más por lo que vio, que por lo que se escuchó: el festejo del gol por parte de los presentes. “Si se veía gente que levantaba los brazos y saltaba, pero los autos no estaban girando. No por los sonidos en sí, sino por los movimientos de la gente pude entender lo que pasaba”, relató.

La hinchada “ciruja” tiene un afamado sello de fidelidad y de acompañar a su equipo en cada lugar que se presenta. El motivo de que haya tanta gente del “santo” en el autódromo escuchando atentamente por radio lo que pasaba en Buenos Aires, puede tener que ver con que el estadio de Almirante Brown no tenía mucha capacidad, y la idea de jugar el partido en cancha de Independiente no prosperó. Así que las opciones eran radio o televisión, sino se había conseguido una entrada para ver el juego in situ. “Si a la gran fiesta del automovilismo le faltaba algo de calor y color popular basta decir que las atronadoras ovaciones que se escucharon al anunciarse el gol de San Martín y que al concluir el partido había ascendido a Primera A, sólo se compararon con la llegada del ganador y sus derrapes”, contaba una de los crónicas del diario del domingo 26 de julio. El cálculo es que 20.000 personas se congregaron en el autódromo para recibir a los binomios que lograron terminar la carrera de 458,19 kilómetros cronometrados.

En la tarde sabatina, la euforia del gol fue comparable con el arribo de la única dupla tucumana que quedó en competencia integrado por el cocheño Christian Lange y el concepcionense José Luis Cadiñanos. “Sabía que San Martín podía ascender, pero no soy futbolero sigo los momentos importantes de los equipos tucumanos y nacionales, además de la Selección por supuesto. El fútbol nunca fue lo mío: cuando trataba de jugar pisaba la pelota y me caía”, contó Lange lo que se acuerda de hace tres décadas atrás en la que marcó una proeza para el rally tucumano. “En el secundario, hacía educación física en Atlético. En ese entonces simpatizaba, pero hoy empujo porque les vaya bien a los dos; son nuestros”, recalcó Lange con madurez deportiva, esa de “juego limpio”.

Crónicas de archivo: un Tucumán mundial y olímpico

En aquella edición 12 del Rally de Argentina, mientras el fútbol tucumano revivía, los inconvenientes organizativos generados durante la carrera le dejaban los signos vitales bajos a Tucumán en referencia al automovilismo de alto nivel. El mito es que, pese a tener la prueba asegurada por dos años, los manejos del staff local no convencieron a los organizadores internacionales. Casi como un castigo, la edición de 1993, se mudó a Córdoba, pero con largada en Tucumán con un entretenido Súperprime en el hipódromo. ¿Premio consuelo? Sin dudas. “Muestra gratis de sólo tres minutos”, fue la definición que el diario le dio al recorrido. La victoria se la llevó el finlandés Juha Kankunen al comando de un Toyota Celica GT4 del equipo oficial. Desde entonces “El Jardín de la República” no volvió a ser tenido en cuenta como el destino de la fecha mundialista en Argentina.

Así como lograron el éxito en 1992, tanto San Martín como el rally, en 1993 ambos tuvieron páginas que, si se pudieran borrar, sería bienvenido. Lo que ya se sabe: el “santo” descendió al año siguiente y el rally mundial empezó a instalarse en la provincia de Córdoba. Actualmente, el “santo” sigue en la búsqueda de volver a ascender. Y en cuanto a la actividad motor, basta con tener en cuenta que a nada de llegar a mitad de año, recién se empezará a desarrollar la primera fecha del Provincial en Lules.

Ambos, San Martín y la categoría de autos buscan estar en un lugar más acorde a su prestigio, un sitio que se merecen largamente.

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