Las 15 copas de Argentina: un desquite y nada menos que frente a Pelé

Capítulo 12: 1959.

Juan José Pizzuti. Juan José Pizzuti.

Checoslovaquia 6, Argentina 1. El plantel que había llegado al Mundial de 1958 en Suecia creyéndose el mejor de todos regresó humillado. Una lluvia de monedazos “saludó” a los jugadores que bajaban del avión en Ezeiza y el fútbol nacional entró en crisis, sumido en el dolor de ya no ser. Al cabo de 19 años, Guillermo Stábile renunció a la dirección técnica de la Selección. Mejor dicho; fue eyectado del cargo. ¿Qué hacer? ¿Cómo reconstruirse? Para peor, el año siguiente a la Argentina le tocaba organizar el Campeonato Sudamericano (así se llamaba la Copa América). Y venía nada menos que el extraordinario Brasil de Pelé y Garrincha, flamante campeón mundial.

La decisión fue cerrar filas, dejar el pasado glorioso en la vitrina y refugiarse en un juego rocoso y combativo. Sería la tónica del fútbol argentino en la década siguiente. Menos show y más efectividad. Y, sobre todo, nunca más someterse a un oprobio como el infligido por los atléticos checoslovacos. La preparación física y los intríngulis tácticos coparon la parada; el champagne de lujos y gambetas pasó a ser palabra prohibida.

Victorio Spinetto asumió la conducción del seleccionado y apeló a la lógica. Si Racing era el equipo dominante de la época sería la base de su plantel, por lo que convocó ocho jugadores de la “academia”, tres de ellos titulares claves: Juan José Pizzuti, Raúl Belén y el “Marqués” Rubén Sosa. Al volante central Eliseo Mouriño lo ubicó casi como un tercer zaguero central. Argentina hizo de la solidez colectiva un culto. Y la apuesta rindió.

Lo impensado fue que Brasil igualara en el debut con Perú (2-2). Como jugaban todos contra todos, por puntos, la Selección debía hacer los deberes ganando en fila sus compromisos para llegar a la última fecha con el handicap de coronarse empatando. Argentina cumplió, con victorias seguidas sobre Chile (6-1), Bolivia (2-0), Perú (3-1), Paraguay (3-1) y Uruguay (4-1).

Más de 70.000 espectadores coparon el estadio de River el 4 de abril de 1959, un ambiente electrificado por la ilusión, la sed de revancha y el temor por un rival que alineaba a varios campeones mundiales. Pizzuti, de palomita, abrió la cuenta, y en el segundo tiempo Pelé puso el 1-1, que ya no se modificaría. Pelé fue el mejor jugador y el goleador del campeonato, pero el título quedó en casa. Miles de antorchas se encendieron en Núñez.

Comentarios