Un apellido que remite al origen del teatro nacional

Gisela Podestá presenta su unipersonal payasa con la historia familiar. Una obra que formó su identidad.

ENTRE SUEÑOS. “Podestá” comienza con la protagonista alterada por personajes que se le aparecen de noche, y que la guían en construir su pasado. ENTRE SUEÑOS. “Podestá” comienza con la protagonista alterada por personajes que se le aparecen de noche, y que la guían en construir su pasado.

Hay nombres que remiten a la historia, ante los cuales nadie puede permanecer indiferente. Podestá es uno de ellos, y su sola mención abre el archivo de los inicios del teatro argentino y uruguayo y de la creación del circo criollo, marca identitaria de las artes escénicas.

Gisela Podestá forma parte de la dinastía familiar y no es casualidad que haya elegido su apellido como título de la obra que presentará esta noche, a las 21, en La Sodería (Juan Posse 1.141), con la dirección de Yanina Frenkel y de Rosalía Jiménez. Lo hace en el formato clown tan propio a su herencia y es presentada como “una experiencia que nos invita a desentrañar los orígenes del teatro nacional a través de la historia de vida de una payasa que descubre su identidad a partir del diálogo entre la realidad y la ficción”.

La puesta transcurre en el reencuentro con los ancestros, la reconstrucción de un árbol genealógico que trasciende lo individual para hablar de lo colectivo, y que incluye pasajes ocultos del sendero artístico y personal de los evocados. “Es una ventana abierta a las raíces de nuestra propia historia y propone mantener viva la memoria”, señala.

La actriz abarca mucho y en la entrevista con LA GACETA admite que “mucho más quedó afuera, la historia de mi familia es inmensa y atraviesa varias generaciones, y con el correr del trabajo entendimos que no íbamos a contar todo lo que ellos y ellas habían gestado y realizado, sino que lo que íbamos a contar era el descubrimiento de esta payasa, que en escena se da cuenta que es una ¡Podestá!”.

- ¿Cómo surgió la obra?

- Soy parte de una compañía teatral que se llama Las Quemando, que ya tiene 13 años de recorrido y somos 13 feminidades en escena. Estábamos armando el nuevo espectáculo y me dieron ganas de armar un número homenaje a Pepino el 88 (emblemático personaje de Pepe Podestá). Siempre sentí que mi payasa se asemeja al espíritu de él. Hablándolo con Yanina, me dijo que yo no tenía que hacer un número sino que contar la historia de mi familia. Automáticamente le dije que no. Ella insistió, que yo ya estaba para pararme en un escenario para contar que yo también era una Podestá. Volví a Córdoba luego de esa charla y a los días le dije que si, y ella respondió “yo te dirijo”.

- ¿Qué implicó bucear en tu propia historia?

- Implicó mucho movimiento interno, adentrarme en el corazón de mi propia historia, me dediqué meses a leer todos los libros que colman mi biblioteca, todos en los que se nombra a mi familia, muchos los volvía a leer, pero esta vez los que más sumaron a la historia fueron los escritos en primera persona. “Medio siglo de farándula”, en la voz de Juan Podestá; luego un pequeño libro de Blanca Podestá, otro de María Esther Podestá. Ahí sentí que me hablában a mí, que cada historia tenía que ver con quien era yo. Fue el inicio de un gran viaje.

- ¿Meterte en esa construcción teatral fue un modo de encontrar tu propia identidad?

- ¡Sí! Fue muy fuerte para mí ir descubriendo de dónde vengo. Por primera vez salí al mundo a decirlo en voz alta. Reconocerme en la historia, sentirme parte fue encontrar mi propia identidad como integrante de ese linaje. Encontrar semejanzas en la historia en mi familia y de mi grupo de teatro también fue muy revelador, darme cuenta que Las Quemando, mi compañía, era el circo que yo necesité habitar y construir desde ahí mi identidad como teatrera.

- ¿Por qué decidiste hablar de tu familia?

- Por ese fue el germen primero, contar la historia del teatro nacional, de les Podestá, y sobre todo contar que de ahí venía esta payasa. Hablar de mi familia fue reconocerme como parte de ese inicio del teatro de alguna manera. Siento que cuando ven la obra se abre mucho la curiosidad en el público, que surgen muchas ganas de saber más, que cuente todo lo que no llego a contar en la obra. Si genera eso es muy bueno. De chica, cuando arranqué a estudiar, sentía mucha vergüenza por decir mi apellido, era un peso muy grande y yo solo quería estudiar teatro, así que no lo contaba. Era un montón. Recién cuando estrenamos “Podestá” pude hacerme más cargo de mi propia historia.

- ¿Qué te terminan diciendo tus ancestros?

- Me hablan (ríe). Yo siento mucho que están ahí, habitando la obra, quienes vengan también va a poder verlos y verlas. Dentro en la obra me van dando indicios, me van contando la historia y a la vez me muestran mi árbol. Tuvimos a lo largo de los ensayos de la obra varias apariciones. Entendí que venían a decirme que iba bien, que me daban el sí para esta construcción, para contar su pasado. O bueno así elijo pensarlo.

- ¿Los encuentros y desencuentros en el teatro argentino implican una síntesis de nuestra trayectoria como país?

- Siento que cada pieza teatral cuenta la síntesis de nuestra historia de desencuentros, de encuentros, de búsquedas y de revelaciones. El teatro es un fiel reflejo de lo que somos como país.

- Aprovechás el viaje para dar un curso con Rosalía, que será en La Sodería hoy a partir de las 11, ¿cómo se enseña el clown?

- La mejor manera de saberlo es venirse a la sala. Se comparten las herramientas para transitar la escena desde la mirada del payaso o la payasa, desde el juego, las improvisaciones, una mirada que es más abierta. Con la máscara más pequeña que existe, que invita desde la veracidad del personaje a encontrarse con su público y reírse sin límites, sobre todo a reírse del fracaso.

- ¿Sólo si aprendemos a reírnos de nuestros fracasos podemos seguir adelante?

- No sé si sólo de esa manera la gente logra salir adelante, los caminos son tantos como personas que somos. En mi caso personal sí. El fracaso termina siendo alimento para la payasa tanto como para mi persona. Asumir el fracaso, nombrarlo, mostrarlo nos deja ver transparentes, nos muestra despojados de toda careta y eso se agradece sobre todo el público.

- ¿Qué debe tener una buena payasa y que debe evitar?

- Creo que no hay una sola manera de ser payasa, o de ser buena o mala payasa. Ser auténtico, auténtica es fundamental para habitar el clown. Es un camino personal a construir constante de cada artista, sin ser una sola mirada la correcta.

- ¿Los argentinos portamos el sino dramático de todo el clown?

- Quizás hablar de todos y todas las argentinas es un montón. Hablando de una país tan enorme, aún nos queda mucho por transitar, reírnos de nuestra propia historia o simplemente asumirla en sus fracasos y sus aciertos también. Sería hermoso un gran entrenamiento de clown a nivel país. ¡Si se arma, me sumo!

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