Sólo el hombre culto es libre.
Epícteto
Charlando el otro día con Juan José Sebreli, acerca de una Argentina que, desde hace largos años comenzó a entrar en una multifacética decadencia, llegamos a tocar el tema de la falta de cultura que vienen demostrando los políticos.
-¿Quién fue, a tu entender, el político argentino más culto del siglo XX?- le pregunté.
Con su vehemencia habitual, Sebreli lanzó el nombre:
-¡Agustín P. Justo! Tenía una gran biblioteca.
Agustín Pedro Justo fue presidente de los argentinos entre 1932 y 1938.
Luego, me comentó que Frondizi aparentaba ser culto. Tenía una biblioteca en su casa, pero que quien le escribía los libros y discursos era su hermano, Silvio (gran intelectual, asesinado por la Triple A). En cuanto a Balbín -sonrió Sebreli- “cuando le preguntaron cuál era su autor favorito, dijo Krause. A quien, por supuesto, no había leído. Pero lo dijo porque se decía que Yrigoyen había leído a Krause, que estaba de moda en la época, pero tampoco creo que Yrigoyen lo haya leído”.
Karl Christian Krause (1781-1832) fue un filósofo alemán, creador del panteísmo, que llegó a ser muy admirado entre los intelectuales de habla hispana.
-¿Y otros políticos argentinos cultos que me puedas nombrar?
- No, entre los Presidentes de aquí del siglo XX, nadie. El único fue Justo.
Sebreli recuerda con mucho respeto al gran intelectual y amante del arte, Julio María Sanguinetti, dos veces presidente del Uruguay. El sí es un político culto. “Tenía una biblioteca y una pinacoteca muy importantes”.
Ya en mi casa, me puse a investigar un poco y, la verdad es que, más allá de los famosos presidentes ilustrados del siglo XIX, Sarmiento, Mitre (el primer traductor argentino de la Divina Comedia de Dante) o Juan Bautista Alberdi (diputado, abogado, diplomático, músico), no encontré demasiados ejemplos.
Si pensamos en la Historia de la humanidad, ya los griegos y los romanos tenían emperadores y políticos que descollaron como filósofos o poetas (Empedócles, Solón, Cicerón, Tácito, Julio César, Marco Aurelio, Claudio). Luego, en un pasado más cercano, Occidente tuvo figuras como Richelieu, Disraeli, Goethe. Y más cerca, un primer ministro británico como Churchill (premio Nobel de Literatura 1953), un Charles De Gaulle, el gran Malraux (ministro de Interior y luego ministro de Cultura de Francia) o el propio Georges Pompidou, hombres de una cultura exquisita que dejaron sus huellas en la vida cultural de sus países.
América toda es un continente joven, claro. Pero, como ya lo vimos, la Argentina tuvo en su pasado grandes hombres y grandes nombres en la Política, ligados a la Cultura.
Decadencia cultural y tecnología
En este siglo, con los avances de la tecnología, todo cambió radicalmente en el mundo. Todo se vulgarizó, se bastardizó y entró en una profunda decadencia: los valores se fueron esfumando, las relaciones se transformaron, lo virtual reemplazó casi a lo presencial. El lenguaje también se modificó, los modales se caracterizan por su ausencia. Una simplificación absoluta trajo aparejada esa tecnología, desde el uso y abuso de abreviaturas, hipocorísticos, acrónimos, palabras que se amputan, iniciales que reemplazan los vocablos; se hace una síntesis de todo, todo se acorta por comodidad. Y ni hablemos de los errores y horrores ortográficos que implica la velocidad al escribir en los celulares los mensajes de texto.
Lo que antes se buscaba, se investigaba, a través de la lectura en bibliotecas, archivos, testimonios, hoy se consigue en un instante, apretando una tecla.
Y los políticos forman parte de esta sociedad envilecida, cada vez más ignorante y rudimentaria. Nos reímos con los furcios de los discursos, con los gruesos errores que muchos cometen y, pareciera, que algunos no supieran hablar (¡y lo hacen en público!). Todo esto es el resultado de una paupérrima cultura general y de una educación más que deficiente.
Hay, por supuesto, excepciones. Me pareció admirable, casi un milagro, que Obama dijera, en varios reportajes –siendo Presidente- que le gustaba leer y que entre sus autores favoritos estaba Borges. También cuando hace unos años, Macron, entre las primeras cosas que quiso hacer en Buenos Aires fue conocer la librería El Ateneo-Grand Splendid y la biblioteca personal de Borges. Recuerdo que María Kodama me contó el interés con que él y su mujer miraban los libros en su visita a la Fundación que ella presidía.
Me acordé, asimismo, de Vaclav Havel, escritor que fue elegido presidente de Checoslovaquia en 1990 y que fue acusado de bohemio cuando conformó su gabinete ministerial con escritores, traductores y actores. En el año 2007, Vaclav Havel (ex presidente ya) incentivó un importante proyecto educativo, pidiéndoles a los niños checos que leyeran.
Clave para el desarrollo
Me preocupa que en la Argentina, según las últimas evaluaciones internacionales de la Unesco -en las que participaron 16 países- el 46% de los chicos de tercer grado no entienda lo que lee. La cifra asciende al 61,5% entre los estudiantes de menor nivel socioeconómico.
¿De qué sirve la Cultura?- se preguntarán algunos en este mundo materialista, consumista, ávido de dinero y de poder, a cualquier costo. La cultura es una estrategia clave para el desarrollo de un país. La cultura es una formadora de identidad y representa, además, el patrimonio de una sociedad.
El gestor cultural alemán Ronald Grätz escribió: “La cultura crea puentes entre grupos y personas, crea paz y es un agente económicamente significativo. Es la matriz de las personas y de la humanidad”.
Por eso toda institución que aliente las manifestaciones de la Cultura de un país debe ser apoyada. Y si pensamos en la Argentina, un país donde la corrupción vició prácticamente todos los organismos, en todos los niveles, la solución no sería eliminar esos entes, sino controlarlos, sanearlos, de una manera ejemplificadora.
Afortunadamente, mantenemos viva una intelligentzia nacional envidiable y un público ávido de arte, espectáculos y lectura. Hay pocas ciudades en Occidente que tengan la oferta cultural que aún mantiene la Argentina, a pesar de su crisis.
Por supuesto que querría ver en nuestro país políticos instruidos, leídos, poliglotas y sensibles a las manifestaciones artísticas. Pero, dado el estado de cosas actual, la situación catastrófica a la cual se arribó -fruto de décadas de populismo y corrupción-, me contentaría con que fuesen capaces en lo suyo. Que fuesen eficientes, honestos, empáticos. Y, sobre todo, personas con una ética, con sensibilidad social, trabajando de verdad para un solo objetivo: mejorar la vida de la gente.
© LA GACETA
Alina Diaconú - Escritora argentina de origen rumano. Sus libros más recientes son Y seremos como dioses (poemas) y Estrellas voladoras (apotegmas).