“Un cadáver inexplicable”. Así define Hernán Sosa a la Ciudad Universitaria, ese monumento a los proyectos inconclusos tan propio del Tucumán que no pudo ser. En “Ciudad, 1951”, la novela que María Lobo presentó el jueves, la Ciudad Universitaria se proyecta desde San Javier con otra perspectiva; más bien como una serie de recuerdos del futuro. “Pero no desde la nostalgia o de la polémica”, subraya la escritora. Su libro transita otros caminos y desmenuzarlo, con el cuidado que implicó gambetear los spoilers, fue la misión durante el encuentro organizado en la sede la Alianza Francesa.
El quehacer cultural tucumano se nutre con sus hacedores, pero también con quienes los respaldan, los celebran y los agasajan con buen gusto. Y en esa paleta de anfitriones la Alianza Francesa rankea alto. Mariana Sawaya, su directora, destacó el recorrido de Lobo en el campo literario y la invitó a recibir la distinción Jean Genet, destinada -según explicó- “al aporte de nuestros intelectuales”.
En nombre de la Alianza y de la Fundación Emilio Cartier entregó el premio el presidente de ambas entidades, Eduardo Posse Cuezzo. Lobo se sumó así al grupo de destacadas personalidades que vienen siendo reconocidas, en el marco de los festejos por el centenario de la Alianza (que culminarán en agosto).
Los protagonistas se esmeraron por desacartonar el acto, rematado con empanadas, un brindis con vino tinto, bocaditos dulces y algunos compases desde el saxo de Gonzalo Roldán. A Lobo la acompañaron en el panel Lucas Guzmán (arquitecto, docente de la FAU-UNT) y, como quedó apuntado, Hernán Sosa (Doctor en Letras, docente e investigador de la Universidad de Salta).
“Es una novela que considero fundamental”, sostuvo Guzmán. Su lazo con Lobo se tejió en el Club de Lectura que ella coordinaba, un espacio de disfrute -según relató- potenciado por las conversaciones que propiciaba. A Guzmán lo impactó el abordaje de Lobo a su profesión, compartida por los protagonistas de la historia. “María entendió el mundo de la arquitectura y lo hizo propio”, enfatizó.
Sosa se definió como un lector constante de Lobo y trazó una cartografía de su obra, hilos conductores que llegaron a “Ciudad, 1951”. Entre los temas que va abordando la novela, irradiados desde la extensa conversación que mantiene la pareja protagónica, Sosa mencionó aspectos referidos a la política cultural: el afán de ser moderno (“no hay mejor excusa que la construcción de una ciudad universitaria”), el atraso como estigma de la “provincianía”, la pervivencia de lo propio (y su defensa) y, por supuesto, esos recuerdos del futuro representados por “la nostalgia de lo que no pudo ser”.
Editada por Tusquets en su colección Andanzas, ganadora del premio del Fondo Nacional de las Artes, “Ciudad, 1951” sucede a “Los planes” (2016), “El interior afuera” (2018) y “San Miguel” (2022). Además de estas novelas, Lobo publicó los volúmenes de relatos “Un pequeño militante del PO” (2014) y “Santiago” (2016).
Mito de Perseo
Ella eligió ser breve durante su intervención en la Alianza y apoyarse en Italo Calvino, uno de sus autores de cabecera. Leyó entonces el fragmento de una conferencia publicada en “Seis propuestas para el próximo milenio”, referido al mito de Perseo. Lobo hablaba sobre cómo transitar la realidad y apuntó entonces: “hay que llevar la cabeza de Medusa y sacarla cuando es necesario. Y cuando no, subirse a las nubes”.