La contracrónica: tranquilo, Garnacho; esto recién empieza

Capítulo 3.

La contracrónica: tranquilo, Garnacho; esto recién empieza

Triple marca escalonada, ordenada y agresiva. Así esperó la defensa a Alejandro Garnacho. Entonces, apenas la pelota volaba hacia la banda izquierda se encendía el operativo cerrojo. Lo hizo muy bien Perú, al menos en ese pequeño campo de batalla; al resto de la guerra lo perdió sin remedio. Si lo que necesita Garnacho para lucirse es espacio, ese oxígeno que proporciona una pampa sin ombúes a la vista, los peruanos colmaron el terreno de alambradas y tranqueras. Nadie come vidrio en el fútbol, mucho menos un zorro tan astuto como Jorge Fossati.

¿Se esperaba un Garnacho incontenible; una máquina de gambetear; una reencarnación de Di María, con “Fideo” todavía en vida? Calma. Por algo Lionel Scaloni lo va largando de a poco, sin atender las presiones de quienes ven en Garnacho ahora, ya mismo, al crack que sostendrá el proyecto post-Messi. La Premier será un torneo de súper elite con la crema del planeta, capaz de regalar los mejores partidos del menú, pero Sudamérica es otra cosa. Se juega distinto; Garnacho tendrá que acostumbrarse a que lo empujen, lo agarren de la camiseta, le tiren patadas y lo ahoguen. En la Premier el ritmo fluye, como en el jazz; por estas latitudes lo que se impone es el rigor. Se corta por las buenas o por las malas.

La explosión de Garnacho tuvo mucho que ver con las formas del Manchester United de Erik Ten Hag. En ese enloquecido ir y venir de la Premier, por conveniencia pero más de una vez por obligación, el equipo de Garnacho se la pasó jugando al contragolpe. En ese esquema, galopando desde la media cancha hacia el área rival, Garnacho encontró la felicidad... y la titularidad. No son los modos de la Selección, cuya ecuación funciona al revés. En lugar de una zona libre de obstáculos, lo que Garnacho está encontrando es un mar de camisetas rivales. Le toca afrontar ese desafío, misión que abarca también al cuerpo técnico.

Se nota demasiada decepción en los comentarios que empezaron a dispersarse por las redes apenas Nico González reemplazó a Garnacho. Conclusiones apresuradas, desmesuradas. Típico de las urgencias y del lenguaje propios de la época. En síntesis, muchos de los que pedían a Garnacho ahora lo lapidan. Un clásico futbolero esto del gataflorismo cuando de encumbrar o enterrar jugadores se trata. La diferencia es la ferocidad de la crítica.

En el horizonte cercano de la Selección se recorta con nitidez la era que sucederá al Mundial 2026. El post-Maradona implicó un proceso de recambio complejo: salieron camadas de buenos jugadores, algunos buenísimos, uno que otro crack, pero la Selección mayor no volvió a conquistar un título. Los Mundiales fueron cayendo como fichas de dominó mientras Argentina miraba cómo celebraban los demás. El embrujo se rompió en el Maracaná y habilitó lo que parecía cada vez más improbable: Messi campeón. Así de intrincado puede ser lo que vendrá cuando Messi cuelgue la celeste y blanca en el placard.

A muchos futbolistas les tocará lidiar con ese toro embravecido: el síndrome del genio ausente. Se les pedirá muchísimo, se los comparará con los ídolos. Y se los criticará, claro. Hay que cuidar a Garnacho y a los suyos. Tranquilos, compatriotas.

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