En Ranchillos, los niños juntan residuos reciclables para poder pagar sus clases de fútbol

La escuelita de fútbol "La Esperanza", que fue fundada en 2021, adoptó un curioso método para concientizar sobre el cuidado del medio ambiente.

En Ranchillos, los niños juntan residuos reciclables para poder pagar sus clases de fútbol LA GACETA / DIEGO ARAOZ

Los nombres no son casualidad. Todo esconde un por qué, una intención y un motivo. La escuelita de fútbol “La Esperanza” de Ranchillos tiene un trasfondo “verde”, color que define a la perfección la esencia de su creación. Las enseñanzas no se restringen a las gambetas ni a los fundamentos del deporte. No se trata de realizar un simple zigzag a los conos dispersos en el punto de encuentro; sino que el reciclaje y el cuidado ambiental son dos pilares característicos de su formación.

Eso sí; el club tiene una manera particular de promoverlo: los niños pueden abonar las cuotas con residuos reciclables: botellas, cajas, tapitas y cartones son la forma de pago que acepta Sebastián Méndez, el constructor del “equipo ecológico”.

El DT reconoce que no fue una idea original, ni una invención made in Tucumán; sino fue un modelo que intentó replicar en el poblado del este de la provincia. “Todo comenzó en 2021. Me acuerdo que vi un video de una fundación de Colombia que promovía este sistema de pago con residuos sólidos. Era bastante curioso porque promovía una filosofía de vida responsable y eso fue lo que me llamó la atención para implementarlo en Ranchillos porque me parecía ideal para enseñar reciclaje junto con el fútbol”, recuerda.

Los inicios de la iniciativa ambiental no fueron fáciles para Méndez. Incluso, muchos vecinos lo calificaron como “loco” por la recolección de residuos. “En el este no es habitual que se hagan este tipo de movidas. Me decían que andaba juntando basura; pero cuando empezamos a costear un refrigerio con lo que generábamos, los padres nos empezaron a mirar de otra manera porque les parecía increíble el hecho de pagar una actividad con residuos”, comenta.

A tres años del inicio del proyecto, Méndez asegura que reunieron más de 60 toneladas de residuos recuperados. “En dos semanas todos los chicos reúnen 20 bolsones que tienen 40 kilos cada uno; además hay muchos pobladores que nos dan una mano con esta movida. Creo que estamos generando un cambio en la mentalidad. A paso de hormiga, pero avanzando”, señala.

La inclusión de todas las clases sociales fue otro de los motivos por los que Méndez adoptó este método de pago. “Tenemos muchos chicos de bajos recursos y vi que esta era la manera de hacer que participen de este deporte. Mi idea es que podamos extenderlo a toda la provincia. Sé que todos los clubes de barrio tienen problemas para contener a los chicos y mantener a los profesionales. Creemos que ellos pueden imitarlo y sacar provecho de esta situación. Es una forma de foguear la economía circular”, puntualiza, mientras expresa con ambición cuál es el siguiente paso. “Nosotros participamos en la Liga Tucumana y nos tocaron viajes largos a Monteros o a Lules. Eso hizo que le tengamos que pedir mucho dinero a los chicos e incluso muchos no pudieron ir porque no les alcanzaba. Nuestra idea es que, si esto crece, el dinero que recaudamos con los residuos pueda servirnos para costear ese tipo de cosas”.

Según explica Méndez, la metodología de recolección consta de tres pasos. “Los chicos separan todos los residuos en sus casas. Después, los pasó a buscar y traslado todo a bolsones que tengo en el ecopunto que creé en Ranchillos. Cuando hay un caudal grande de residuos, llamó al CIAT (Centro de Interpretación Ambiental y Tecnológico de Tafí Viejo) para que se los lleven”, describe. “Ahí muelen las botellas de plásticos para hacer los ecoblock, que sirven para construir. También, al tetrabrick se lo tritura y se hacen chapas. A las tapitas las están haciendo una placa plástica que sirve para hacer mesa o banquitos. Todos los materiales lo reutilizan para hacer otros materiales”, agrega.

El cambio en la educación ambiental impactó en el estilo de vida de los 25 alumnos de “La Esperanza”. “No es difícil de juntar. El ‘profe’ dijo que reunamos todas las cosas, y yo siempre voy pedirles a los vecinos para juntarlas. Cuando son muchas, lo llamamos para que las pase a buscar”, dice Daniel Agüero. ¿Qué elementos juntan? “Botellas de plástico y vidrio”, responde Axel Agüero. “Tapitas y latitas”, complementa Aaron Muruaga. “Cartón y cajas de leche”, cierra Santino Monteros.

Los niños coinciden en que los padres tienen un rol fundamental para concretar la tarea. “Mi papá me anima a juntar las botellas”, dice Monteros. “Siempre guardamos los reciclables. Ahora con esto de pagar la cuota, los chicos empiezan buscar la forma de juntar más residuos. Nosotros lo separamos en plásticos y papeles; cada uno con su bolsa correspondiente”, comenta Irma, madre de Zahir Budeguer, uno de los alumnos de la escuelita. Axel y Aaron coincidieron en que existen beneficios al respetar esta conducta. “Es lindo porque tenemos limpio el medio ambiente”, dice Agüero. “Sirve para que no tengamos sucia la casa y no se nos junten bichos”, completa Monteros.

Graciela Pérez, docente jubilada de la Escuela Técnica N°1 de Ranchillos, asegura que la enseñanza es a la inversa: “Ellos están pagando su deporte cuidando a la naturaleza y, lo más importante, están generando un cambio entre los adultos. Ellos son un ejemplo para todos nosotros; hay que entender que del 100% de los residuos que generamos, el 80% se puede reciclar. Hay que entender que una botella de plástico tiene valor”, indica.

También recuerda que intentó llevar a cabo iniciativas similares pero siempre se topó con el mismo obstáculo. “Presenté muchos proyectos para concientizar sobre esta situación, pero el problema es que los residuos no tenían un destino final; terminaban siendo basura. Por eso es tan importante que haya un ecopunto en Ranchillos. Lo ideal sería que tengamos uno por cuadra, pero es un avance gigante en comparación a lo que pasaba hace 10 años”, confiesa.

Méndez reconoce que los residuos conformaron una oportunidad laboral. “Sabemos que una familia acumula hasta un kilo y medio de residuos por día. Lo que quise fue aprovechar esa situación y pedirles a los chicos que traigan todo lo que generan”, comenta. “No es una actividad totalmente rentable pero me sirve para vivir y, sobre todo, me abrió muchas puertas. Incluso, me llaman de otros lugares para contar sobre el proyecto y cómo se está desarrollando. Eso me impulsa a seguir haciendo crecer la ‘escuelita’”, añade.

La escuela está ubicada a orillas de la ruta 302. “Esto era un ex polideportivo que no tenía actividad. No había vida, ni nadie que lo utilizará para algo en concreto. Hoy con los chicos todo se visibiliza y es diferente. Siento que le dimos vida. La idea es que a futuro podamos instalar otro punto verde para que la gente pueda depositar en este lugar y para que no los tiré en los basurales a cielo abierto o en las acequias”, enfatiza Méndez. “Queremos tener un lugar más seguro para entrenar. El complejo está abierto y no tenemos recursos básicos como el agua. Hay veces que tampoco tenemos arcos. Por eso necesitamos apoyo para seguir creciendo con este proyecto”, explica.

Así, el equipo ecológico no sólo posee la esperanza de tener un verde césped, sino el gran objetivo es construir un ambiente sano con una sociedad responsable de su cuidado.

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