Distintas autoridades están proponiendo cambios en el sistema educativo, en ese marco me permito contribuir a la discusión, argumentando la necesidad de la “restricción en el uso del teléfono celular” en el horario escolar. 1- El “celu” es un gran distractor de la atención del alumno y así conspira contra los objetivos comunes perseguidos en la clase, que requieren integrarse y participar en tareas grupales o colectivas. 2- A veces se señala que restringir el uso es ir contra la dirección de la sociedad que va aumentando su utilización. Lo mismo podría decirse de las normas que prohibieron fumar en medios de transporte o espacios públicos, sin embargo, hoy pocos plantean su inconveniencia y todos gozan de los beneficios de un ambiente que favorece la salud de fumadores y no fumadores. 3- Cualquier finalidad pedagógica buscada por el docente puede ser alcanzada con las herramientas tradicionales (libros, calculadoras, mapas, etc). 4- Sustrae a los alumnos del cuidado que tiene que ejercer el docente como responsable del “deber de guarda”, para el cual es difícil estar atento a todos los mensajes que reciben los alumnos o las redes y sitios de internet que frecuentan. 5- En muchos casos la posesión de un celular más moderno o mejor, se convierte en símbolo de estatus mayor y genera sentimientos incompatibles con los valores que se pretenden enseñar y aprender. 6- Los docentes deben atender conflictos generados en el aula, por el hurto, pérdida o roturas de celulares, auriculares y otros accesorios. Se multiplican las discusiones y agresiones verbales o físicas entre alumnos. 7- Aumenta el sedentarismo, pues en los periodos de descanso los alumnos prefieren quedarse en el aula o sentarse en patios y espacios comunes, realizando operaciones con su celular. 8- Relacionado con lo anterior, perjudica la sociabilidad, la integración a grupos de pares, compartir emociones, historias, anécdotas, convidar alguna golosina, empatizar con los problemas de otros, etc. pues el alumno no deja de seguir ligado a su “mundo personal y virtual”, aislándose del mundo real y su entorno. 9- En algunos casos, al no estar limitado su uso, hay características personales que pueden derivar en una adicción u otra afección psicológica. 10- Finalmente, muchos años de docente me llevan a considerar a una clase con la sacralidad de una misa, un ceremonial o un rito que requiere de ciertas formalidades (al igual que una obra teatral, un concierto en el Teatro Colón o una disertación científica). Hay un protocolo a cumplir por alumnos y docentes, donde en parte la individualidad debe diluirse, para alcanzar objetivos superiores a partir de la cooperación con otros. La raíz etimológica de alumno, es la misma que la de alimento, pero ¿Cómo alimentar espiritualmente a alumnos que tienen la boca cerrada y sellada por el uso de un teléfono móvil? El debate democrático queda abierto para que la sociedad toda participe.
Miguel Ángel Reguera