No fue un autogolpe o un circo montado por el actual Presidente de la República Plurinacional de Bolivia, Luis Arce, lo que el mundo vio desde las pantallas de sus televisores; notebooks o celulares. Fue, lisa y llanamente, un nuevo intento de golpe de Estado. Si hay algo que las Democracias Sudamericanas de este siglo XXI no lograron romper tras prácticamente cuatro décadas de relativa estabilidad institucional y constitucional en la Región, fue la lógica social de las oligarquías del siglo XIX y la siempre latente tendencia de ciertos sectores de sus fuerzas militares y policiales, para reprimir a sus pueblos y destituir gobiernos legítimamente elegidos mediante el voto popular, respondiendo a una formación profesional y cultural impuesta en el siglo XX. Así como el oro y la plata; el azúcar y el caucho; el gas y el petróleo, nos pusieron en la mira de los imperios dominantes, hoy el litio es otro detonante de tensiones en la geopolítica. Y el presidente Luis Arce no solo fue a Rusia para cerrar importantes acuerdos de inversiones para ese litio boliviano (apuntando al valor agregado más que a la materia prima en sí), sino que - además - fue a reiterar su pedido de apoyo para que la República Plurinacional de Bolivia ingrese al Brics. Suficiente para encender las luces rojas de EEUU; las alarmas en los grupos concentrados en Bolivia y las sirenas de los cuarteles de algunos militares desvelados. El poder se ejerce y la democracia se gobierna. Si el progresismo titubea al ejercer el poder y sobreactúa democracia al gobernar, los errores nos los hacen pagar. Y muy caro, ciertamente, con vidas humanas incluidas. Haber manejado una convención constituyente gracias al mandato popular y haber puesto límites a los mandatos presidenciales a los que podía asumir una ciudadana o un ciudadano, fue una decisión tomada y no impuesta por factores externos de poder. Insistir con un plebiscito -sobreactuando democracia- y no aceptar la negativa del mandato popular que ratificó el pacto social alcanzado con la nueva Constitución, es intentar ejercer el Poder a destiempo. Esta es, tal vez, la mejor enseñanza que estos sucesos nos dejan y uno espera que el compañero Evo Morales Ayma así lo entienda. Porque lo que está en juego es la continuidad del proyecto revolucionario que él mismo supo iniciar. Debe encontrar los caminos del diálogo y recuperar la iniciativa como líder y estadista, lugar que no necesariamente llegan a ocupar incluso presidentes en función.
Javier E. Guardia Bosñak