En los casi 50 años que vivo en Yerba Buena siempre he recibido un trato cordial de los taxistas. Hoy fue la excepción. Al pagar, hice un comentario que por idéntico viaje había abonado menos a la mañana. Intempestivamente el conductor se transfiguró; una mueca de ira transformó su rostro y con un epíteto irreproducible, me tiró el dinero por la cabeza, el que quedó en el piso del auto. Se bajó, abrió la puerta y quiso tironearme hacia afuera del vehículo sin tener en cuenta mis 86 años ni mi lógica discapacidad. Me bajé solo y mientras él se alejaba raudamente, pensé: ¿y si hubiera sido un turista? Pobre, debe haber tenido un mal día con la mujer. Vi que vecinos venían en mi auxilio, pero les dije que el mal momento ya había pasado. Por las dudas, anoté la matrícula de Yerba Buena: 330.
Domingo O. Almirón
Santa Cruz 264 - Yerba Buena