En el mes de julio se conmemora el día del amigo. Lo recordábamos en una reunión de varios, mientras tomábamos mate. Uno se acordó de Atahualpa, que había definido: “el amigo es uno mismo en el cuero de otro”. Otro agregó que ese concepto no es original de Atahualpa, sino que nos viene de Aristóteles, lo que de ningún modo es un reproche a don Ata sino un elogio, porque hace muy bien el poeta al transmitirnos conceptos de la tradición griega, tradición conservada por la cristiandad y que es legítima herencia del pueblo criollo. Una señora sentada en una silla de tientos de cuero y madera de queñua hizo el elogio del festejo desde el punto de vista -por cierto irónico- de que es un invento del comercio con el palmario propósito de aumentar sus ventas, ya que los pocos productos existentes se van quedando viejos sin salir de las estanterías. El más pequeño, encogido en un rincón exaltado grita: “El día lo han instaurado los norteamericanos en recuerdo del primer viaje a la Luna, la constante y fiel amiga de la Tierra, amiga consecuente, invariable, perseverante, excelente ejemplo de amistad”. El cantor de la rueda se entusiasmó con este concepto de que la inspiradora del festejo era la amistad de la Tierra con su compañera Luna y agregó que lo que debiera conmemorar el día no era al amigo, sino más bien al amor, pues la Luna es la eterna enamorada de la Tierra, como lo muestra manteniéndose siempre en su entorno y mostrándole invariablemente la misma cara, como si estuviera embobada en su contemplación, deleitándose de su perpetua compañía. Entonces la viejita que nos cebaba mate intervino para sujetar esa expansión del entusiasmo. “No -dijo -. La Luna no es sólo amistad, sino representa al amor. El amor, verdadero amor, Es que la luna, cualquiera sea su color, es también la eterna enamorada de la Tierra”. Al contemplarla de inmediato nos sumergimos en el recuerdo insondable de un ser querido, de un amor perdido, o de un amigo olvidado. Es que todos estamos unidos de alguna manera bajo esa esfera luminosa como piedra esculpida, con rasgos de impenetrable interpretación en donde alguna vez llegó el hombre. Cómo no recordar al mirarla esa belleza perenne que mantiene siempre vivo bajo su esplendor la llama del amor, la amistad y los recuerdos. Siempre ese faro luminoso se conecta con la leyenda del enigmático hilo rojo invisible que une imperturbablemente a todos los que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias. Esta noche inolvidable en el valle nos envolvía el misterio insondable presente en el manto de estrella que la podíamos tocar con las manos, la melodía del aguanieve y el canto del viento en los aybales con la gota de nieve que ya amanecía en los pétalos del amancay. Esa noche nos abrazaba el misterio de la amistad. Feliz día de los amigos..
Jorge Bernabé Lobo Aragón
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