Cuando estamos abrumados por la crítica situación que nos toca vivir, debemos soportar el estrés y la impotencia de que nada podemos hacer para modificar este caos sin sentido instalado en el país, por un estrafalario personaje que está en la presidencia, gracias al apoyo de un grupo interesado financieramente y algunos políticos inescrupulosos. Esto nos obliga a buscar una catarsis, ya sea escribiendo sobre el problema o escuchando buena música. Escuchar buena música es también suele aliviarnos al ralentizar nuestra exaltación mental. Por lo tanto, escribir y disponer de un espacio vivencial para escuchar música, son recursos terapéuticos que pueden evitar que nuestra frustración por no poder modificar una realidad injustificable y nefasta, provoque nuestra ira. Obviamente no me refiero a escuchar cualquier música. Está de más decir que excluyo a la música aturdidora de algunos festivales. Tampoco me refiero a la música de elevados decibeles, que causa contaminación auditiva en la vía pública, por equipos de alta potencia instalados en vehículos. Me refiero exclusivamente a la agradable música de hermosas canciones, conciertos, arias de óperas, o de hermosas melodías grabadas por famosas orquestas de otras épocas, que son muy difíciles de encontrar en alguna emisora radial, pero pueden encontrarse en algún sitio de la Web. La importancia de la música, no es un asunto menor, porque no solo puede calmar nuestra ansiedad. También produce agradables sensaciones que cambian nuestro ánimo. La buena música tiene la propiedad de tranquilizarnos porque no solo nuestro oído “escucha”. Nuestro cuerpo también “siente”. No ocurre lo mismo con la música que exalta y aturde a multitud de adolescentes que llenan estadios. Muchos de estos eventos, son campo propicio para lucrar con la venta de estimulantes y psicofármacos. La ventaja de la buena música puede corroborarse con un experimento efectuado en Japón. Consiste en exponer un recipiente con agua turbia a diferentes estilos de música. Si el recipiente es sometido a la influencia de música clásica, como la de Mozart, la turbiedad en suspensión se cristaliza y se precipita al fondo del recipiente. En cambio sí es sometida a la influencia de una estridente música moderna, continua siendo turbia. Habida cuenta de que nuestro cuerpo está constituido de un 80% de agua, estimo que el fenómeno citado amerita que la ciencia investigue seriamente, el efecto nocivo que podrían tener sobre nuestra salud, las elevadas frecuencias a las que estamos expuestos todo el tiempo, por las elevadas frecuencias que requieren las transmisiones 4G y 5G que se usan en internet y en celulares.
Humberto Hugo D'Andrea [email protected]
Las cartas para esta sección deben tener un máximo de 200 palabras, en caso contrario serán sintetizadas. Deberán ser entregadas en Mendoza 654 o en cualquiera de nuestras corresponsalías haciendo constar nombre y domicilio del remitente. El portador deberá concurrir con su documento de identidad. También podrán ser enviadas por e-mail a: [email protected], consignando domicilio real y N° de teléfono y de documento de identidad. LA GACETA se reserva el derecho de publicación.